Pandemia, economía y clima, las prioridades de Bruselas para el nuevo curso

  • La presidenta cree que “no hay nada más urgente que el futuro de nuestro frágil planeta, que sigue calentándose peligrosamente”

Bruselas quiere que Europa cambie a partir de su propia estrategia, no por la urgencia de la pandemia ni porque desde fuera le dicten las formas del cambio. Con las dosis de ambición y de emoción justas, Von der Leyen aprobó su examen anual ante el Parlamento Europeo.

Diez meses después de tomar posesión del cargo y con un corto mandato condicionado por la pandemia, Úrsula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, pronunció esta mañana su discurso sobre el estado de la Unión Europea, una tradición que empezó en 2010 con el portugués Durao Barroso y que ganó relevancia en los años del luxemburgués Jean-Claude Juncker. Un momento en el que la presidenta del Ejecutivo europeo hace resumen del curso anterior ante los eurodiputados y plantea sus prioridades para el curso que arranca.

Pandemia

El discurso de Von der Leyen estuvo marcado por la incertidumbre que genera la evolución de la pandemia del coronavirus porque puede condicionar de nuevo todas las políticas europeas. “La gente está sufriendo” –arrancó-, para después decir que “la gente quiere salir de este mundo coronavirus, de esta fragilidad, de esta incertidumbre. Están preparados para cambiar. Es el momento en el que Europa va a liderar el camino desde la fragilidad hacia una nueva vitalidad”.

Entre sus primeras palabras estuvo un recuerdo a la valentía del personal sanitario y de todos los sectores que están en primera línea contra el virus, “valentía que nos inspira”, dijo la presidenta, que lanzó una propuesta, la creación de una “Unión Sanitaria Europea”. Mientras se llega hasta ahí habrá más recursos para a Agencia Europea del Medicamento y para la Agencia Europea de Prevención y Control de Enfermedades. Von der Leyen anunció la celebración, el próximo año en Italia, de una conferencia mundial sanitaria.

Crisis climática

Von der Leyen quiere que de la crisis económica generada por la pandemia salga una Unión Europea más verde y más digital. La Comisión había adelantado el martes que “los retos generacionales –transición gemela ecológica y digital- se han vuelto incluso más urgentes ahora que lo que eran antes”. Von der Leyen anunció que la UE pretende una reducción del 55% de sus gases de efecto invernadero para 2030 con respecto a los niveles de 1990.

El objetivo que estaba fijado hasta ahora era una reducción del 40%. Para 2050 esas emisiones deben haber terminado. La presidenta cree que “no hay nada más urgente que el futuro de nuestro frágil planeta, que sigue calentándose peligrosamente”. A la industria le recordó que “lo que es bueno para el clima es bueno para los negocios”. En este asunto juega sobre seguro porque Bruselas tiene el respaldo de la inmensa mayoría de las grandes empresas del continente.

Von der Leyen adelantó que de aquí al próximo verano lanzará reformas sobre el mercado de emisiones, para acelerar el desarrollo de las energías renovables, para mejorar la eficiencia energética y sobre fiscalidad de la energía. La presidenta anunció que al menos un 37% de los 750.000 millones del fondo europeo de recuperación irá a financiar la transición energética y un 20% a transición digital. Un 30% de la emisión de deuda necesaria para financiarlo se hará a través de bonos ecológicos.

Recuperación económica

Von der Leyen dijo que las instituciones europeas, en esta crisis, “han hecho más que nunca antes”. La presidenta recordó la aprobación del ‘Next Generation EU’, el fondo europeo de recuperación que contará con 750.000 millones de euros en transferencias y préstamos y que debería servir como palanca para ayudar a los gobiernos salir de la crisis. Fondo que se complementa con otros como los 100.000 millones en préstamos para los ERTE’s (España ya pidió 20.000 millones), los 200.000 millones del Banco Europeo de Inversiones para préstamos a pymes y los 240.000 que tiene disponibles el MEDE (el fondo de rescates) por si algún país perdiera acceso a los mercados financieros. A eso se añade más de un billón de euros del Banco Central Europeo en compras de deuda pública y privada.

En el plan económico confirmó que Bruselas sigue adelante con su idea de aprobar un salario mínimo europeo, pero que se negociará con los Estados miembros porque las tradiciones al respecto son tan diferentes que algunos países del bloque ni tienen y otros, como Suecia, temen que hacerlo europeo rebaje el suyo. Von der Leyen cree que “la dignidad del trabajo debe ser un valor seguro” y que “para demasiada gente el trabajo no se paga lo suficientemente bien”.

La política macroeconómica no cambiará por el momento y Bruselas no pedirá ajustes fiscales ni el próximo año ni posiblemente en 2022. Von der Leyen repitió el mensaje que lanzan desde hace meses todos los dirigentes de las instituciones europeas: “No es el momento de retirar los estímulos económicos”. Y aplaudió los ERTEs, a los que se han acogido 40 millones de euros que de otra forma hubieran ido directamente a las colas del paro. Bruselas cree que a pesar de su coste a corto plazo, el sistema de los ERTE supone un ahorro a largo plazo.

Reforma migratoria

Pero no todo fue pandemia y sus efectos económicos. La presidenta confirmó que la reforma de la directiva de migración y asilo se presentará la próxima semana. La comisaria de Migración, Ylva Johansson, había dicho la semana pasada en una entrevista al diario ‘El País’ que en Europa no hay crisis migratoria sino migrantes en crisis. La política migratoria volvió a la actualidad tras el incendio del infernal campo de retención de refugiados de Moria, en la isla griega de Lesbos.

Se trata de saber si es posible establecer un sistema de reparto de refugiados o de quién es la responsabilidad de gestionar las solicitudes de asilo –hasta ahora, sobre el papel, el responsable es el primer país europeo que pisa el refugiado-. Un dossier que enfrenta duramente a los gobiernos. Los del este no quieren refugiado alguno, los del sur no quieren hacerse cargo de todos los refugiados y pocos en el norte aceptan un mecanismo de reparto automático.

Identidad digital y ‘Bauhaus’ europeo

Bruselas va a proponer a los gobiernos la creación de una “identidad europea digital”, un mecanismo que permitiría, según los planes de la Comisión Europea, que un europeo pueda, en todo el continente, usar esa identidad digital para cosas tan dispares como pagar sus impuestos o alquilar una bicicleta. Sería parte de una estrategia más completa sobre inteligencia artificial, que prevé la creación una nube europea y el despliegue masivo de redes G5, G6 y de fibra óptica.

La Bauhaus fue un movimiento que, en el período de entreguerras, unió en Alemania a grandes ingenieros, arquitectos y artistas. Von der Leyen propone la creación de una “Bauhaus europea” que reúna arquitectos e ingenieros con estudiantes de esas materias, un centro de excelencia.

Dura en política exterior

Von der Leyen fue más ambiciosa y dura de lo esperado en política exterior. Pidió a los gobiernos que abandonen la unanimidad y pasen a la mayoría cualificada para decidir, por ejemplo, sobre sanciones a terceros países. Parece extremadamente difícil que las capitales lo acepten. Y cargó contra China.

Además de repetir que es un “rival sistémico” –como los 27 habían dicho el año pasado-, pidió sanciones contra Pekín por las violaciones de derechos humanos en Hong Kong y de la minoría uigur, la población de mayoría musulmana de la provincia china de Xinquiang. También dijo a China que los Balcanes “son parte de Europa y no una etapa de la ruta de la seda”.

Recordó a Rusia que “los bielorrusos no son las piezas del tablero de nadie” y le afeó su afición al veneno. Sobre Estados Unidos dijo que, pase lo que pase en las elecciones de noviembre, “necesitamos empezar de nuevo con nuestro viejo amigo”, en referencia a Estados Unidos. Bruselas espera que sea con Biden y critica el nacionalismo de Trump con las vacunas.

El ‘Brexit’ quedó para el final, con la promesa de que la UE no dará marcha atrás ni aceptará cambios en el Acuerdo de Retirada, que ahora Boris Johnson pretende cambiar violando el derecho internacional.