De nuevo miles de manifestantes salieron a la calle este miércoles para paralizar las calles del centro de Hong Kong con un objetivo: luchar contra el proyecto de ley de extradición que, por primera vez, permitiría entregas sospechosos a China. La revuelta popular ha conseguido aplazar una norma que para muchos supone el fin de las libertades, aunque para ello, han tenido que enfrentarse a gases lacrimógenos, balas de goma y spray pimienta de las cargas policiales protegiéndose con paraguas como si fueran escudos. La violencia desatada es algo inusual en un Hong Kong, pero los manifestantes están dispuestos a pagar cualquier precio por no ceder libertades.
El legislativo ha aplazado el debate sobre la propuesta, cuya segunda lectura debía haberse producido en el Parlamento durante esta mañana, aunque no han anunciado cuando se producirá dicha lectura será cuestión de días o de horas. Sabor amargo para los manifestantes, que no buscan un aplazamiento, sino, una retirada del proyecto.