"Quedamos para comer": clubes gastronómicos y sociedades que mantienen viva la cocina tradicional en Madrid
Los clubes gastronómicos y sociedades culinarias en Madrid mantienen vivas recetas tradicionales y refuerzan la convivencia en torno a la mesa
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MadridExiste un Madrid silencioso y constante, aunque las constantes aperturas de restaurantes de moda y cartas que cambian al ritmo de las tendencias puedan decir lo contrario. El de los clubes gastronómicos y sociedades culinarias. Espacios discretos donde la cocina tradicional sigue viva gracias a la pasión de quienes se reúnen para cocinar, comer y mantener intactas recetas de siempre. “Quedar para comer” no es solo un gesto social, se trata de un ritual cargado de memoria, identidad y sentido de pertenencia.
El fenómeno no es nuevo. Se inspiran en los célebres txokos vascos o en las sociedades regionales que los migrantes fundaron en Madrid durante el siglo XX, muchos de estos clubes nacieron como refugios gastronómicos y culturales. Su objetivo era muy simple: garantizar que platos como el cocido madrileño, los callos, las migas manchegas o los asados castellanos siguieran teniendo un lugar en la mesa. Y lo consiguieron. Décadas más tarde, sobreviven y se renuevan, atrayendo tanto a socios veteranos como a las nuevas generaciones que quieren conectar con una cocina más auténtica y menos industrializada.
A diferencia de un restaurante, que evidentemente busca un beneficio lucrativo, los clubes o sociedades muchas veces operan con cuotas de socios, reservas, espacios privados o semiprivados, y un enfoque comunitario: cocinar, compartir mesa, continuar tradiciones y generar vínculos sociales.
Qué motiva a estos grupos gastronómicos
La razón de ser de estos clubes va mucho más allá del acto de comer. Su motor principal es la preservación cultural de las recetas transmitidas de generación en generación que, de no ser por estos espacios, correrían el riesgo de desaparecer. Platos como los callos a la madrileña, el cocido, las sopas castellanas o las torrijas se mantienen vivos en estas sociedades. La Real Academia de Gastronomía insiste en que la transmisión del patrimonio culinario es esencial para preservar la memoria cultural.
La convivencia social también es un impulso para estos grupos gastronómicos. Cocinar y comer juntos fortalece lazos vecinales, familiares y de amistad. Como ocurre en los tradicionales txokos vascos que sirvieron de inspiración para muchos de estos lugares, la cocina se convierte en un pretexto para conversar, compartir y generar comunidad. El acto de preparar un plato colectivo implica trabajo en equipo, coordinación y un espíritu de cooperación que trasciende lo gastronómico.
Además, se trata de una forma de resistencia cultural frente a lo efímero. En una época en la que estamos acostumbrados a la rapidez del delivery y las modas gastronómicas pasajeras, los clubes apuestan por la cocina de producto, el tiempo lento y la autenticidad. No buscan reinventar el plato cada temporada, sino hacerlo bien y mantenerlo vivo
De todos modos, mantener un club gastronómico en Madrid no es algo sencillo y quienes participan en ellos lo saben. Uno de los grandes desafíos son los costes de gestión. Alquilar o mantener un local en la capital, comprar productos de calidad, adecuar las instalaciones a la normativa sanitaria y sostener las cuotas de los socios requiere un esfuerzo económico constante. A diferencia de un restaurante, muchos de esos clubes funcionan con presupuestos ajustados y dependen de la implicación voluntaria de sus miembros.
A ello hay que sumar la burocracia y la regulación sanitaria. Los clubes deben cumplir normativas de seguridad alimentaria y licencias municipales similares a las de cualquier espacio de hostelería, lo que obliga a profesionalizar su gestión en mayor o menor medida.
Otro gran reto es el relevo generacional. Muchas de estas sociedades nacieron en los años 60 y 70, y siguen en manos de los mismos socios o de sus descendientes. Sin embargo, atraer a nuevas generaciones resulta complicado. También está el reto de la visibilidad. Muchos de estos clubes operan en discreción, casi de puertas cerradas, lo que limita en gran medida su capacidad para darse a conocer. Si bien eso forma parte de su encanto, también pone en riesgo su continuidad si no logran captar nuevos socios o recursos.
Clubes o sociedades gastronómicas en Madrid
Txoko Zar
Se trata de una sociedad gastronómica fundada en 1965 en Madrid, que se inspira en los modelos vascos de txoko, donde un grupo de personas se reúne para cocinar y comer juntos, siguiendo recetas tradicionales. Esta sociedad permite preservar platos regionales y compartir no solo la comida, sino la cultura que la rodea.
Club Matador
Es un club impulsado por sus socios, personas con muchas inquietudes y con ganas de formar parte de un proyecto único. Se puso en marcha en 2013, y se ha convertido en el punto de encuentro de profesionales de diferentes sectores y ámbitos. En su restaurante, se presenta una cocina tradicional con un punto de innovación y mucha atención a la materia prima.
Nuevo Club
Es el círculo de recreo más distinguido de la capital. Fundado en 1888, en pleno centro de Madrid. En él todos los jueves se sirve cocido madrileño, y el resto de semana, un menú del día con platos variados donde prima la calidad por delante.
