Viajeros Metaleros: “Para ir al último concierto de Black Sabbath hicimos hasta un ritual vudú”

Héctor Navarro y su pareja Marta viajan por el mundo en busca de las mecas del heavy metal. A sus 56 años, ha visitado cien países y ha visto a sus ídolos en directo por todo el planeta
35 años siguiendo a Sabina: "Lo que me ha hecho sentir él no me lo ha hecho sentir nadie"
Si a Héctor Navarro Buil le preguntas qué fue antes, el huevo o la gallina —los viajes o el heavy metal—, te mira, sonríe y responde con la calma de quien lleva décadas en la carretera: “Yo creo que antes fueron los viajes, pero el heavy me ha acompañado desde los doce años. Tengo 56, así que… imagina”.
Héctor es el alma (y las baquetas) de Viajeros Metaleros, el proyecto en el que ha conseguido fundir sus dos grandes pasiones: recorrer el mundo y rendir culto al heavy metal, dando buena cuenta de todo ello en sus perfiles sociales. En su pasaporte, cien países. En su corazón, Judas Priest, Iron Maiden, Ozzy y todos los riffs que suenan en su vida desde que el Simca 1200 familiar los llevaba de ruta por España.
“Mi padre ha estado en 84 países, así que lo de viajar lo llevo en la sangre ”, dice un Héctor que se crió en una familia de apasionados de los viajes. Aquellos veranos de infancia, con coche, mapa de papel y bocata envuelto en aluminio, acabaron convirtiéndose en una forma de vida.
Y cuando conoció a Marta, su compañera de ruta y de vida, el destino estaba sellado: “Parece que soy un tipo muy constante, con la misma mujer desde 1990, la misma moto y la misma afición. Con ella me fui a Túnez en el 91, a Egipto en el 92, a California en el 93. Desde el principio viajamos juntos. Y no hemos parado”.

Durante años, los conciertos eran un bonus, un “ya que estamos aquí, pasemos por el Whisky a Go Go”. Pero todo cambió en 2006, cuando en Nueva York decidió mirar si quién tocaba allí durante su estancia. “Encontramos a Deep Purple tocando en un garito para 300 personas. Salimos flipando. A partir de ahí, cada viaje incluía mirar si había conciertos”.
Turismo heavy
Así nació el proyecto Viajeros Metaleros, la fusión definitiva de los dos mundos. “Empezamos a ir a Inglaterra, a Birmingham, Londres… A los sitios donde nació el metal. Queríamos ver los lugares míticos, los orígenes. Y me di cuenta de que ahí había otro tipo de turismo, uno con alma”.
¿Una agencia de viajes para heavies? “No, no, para nada”, aclara. “El objetivo no es montar una agencia, sino pasárnoslo bien. Si luego se puede monetizar un poco con publicidad o afiliación, bien. Pero lo principal es disfrutar. Marta y yo somos fans desde niños. Esto es un homenaje a lo que amamos”.
La realidad es que él vive de otro proyecto. Y es que Héctor Navarro Buil es el creador de la web de viajes ‘Mi baúl de blogs’. O lo que es lo mismo, Héctor sí se gana la vida viajando. “Ahí hay trabajo serio, SEO, afiliaciones, posicionamiento, facturas… Pero Viajeros Metaleros es otra cosa. Es nuestra válvula de escape. Nuestro viaje interior”.
Una entrada (casi) imposible
Héctor tiene anécdotas para escribir tres libros. Pero la historia de cómo consiguió entrar al ‘Back to the Beginning’, el último concierto de Black Sabbath, parece sacada de una novela.

“Reservamos el hotel con cancelación gratuita, porque sabíamos que volarían las entradas. El día que salieron a la venta estábamos cruzando la frontera de Benín, y mi cuñado en España intentando comprarlas con tres ordenadores y un iPad. No lo consiguió. Pero yo seguí insistiendo: estuve doce horas refrescando la web de Ticketmaster hasta que, de repente, ¡pam!, apareció una. Solo una. Marta me dijo: ‘Vete tú, esto es histórico’. Y tres días antes del concierto, un chico que me había prometido otra entrada pero en la que ya no tenía ninguna fe, me la consiguió. Fuimos los dos. O sea, fue el destino”.
El día que salieron a la venta las entradas para el 'Back to the beginning estábamos cruzando la frontera de Benín
Pero el destino, en este caso, venía con una particularidad: “En Benín hicimos un ritual vudú, pedimos salud, dinero… y el concierto. Dos días después funcionó. Fuimos al último concierto de Black Sabbath gracias a un ritual vudú”, dice entre risas. Si eso no es magia negra, que baje Ozzy y lo vea.
Otro de esos viajes que Héctor lleva grabado a fuego fue a Birmingham, donde presenció el debut de la banda de K.K. Downing, el legendario guitarrista de Judas Priest, en su ciudad natal.
“Fuimos a Birmingham y descubrimos su local de conciertos, el Steel Mill. Estaba cerrado, pero vimos salir a un tipo, le dijimos que éramos fans de Judas, y nos invitó a pasar. Nos enseñó la cruz de Judas, pedaleras… ¡yo estaba como en Disneylandia! Cuando cancelaron su concierto en Barcelona, dijimos: ‘Nos vamos a Inglaterra al debut’. Fue el mejor concierto de mi vida después del de Black Sabbath. En primera fila, justo en el centro. Brutal”, narra Héctor.
De las chapas a Ticketmaster
Escuchándole hablar de conciertos, uno entiende que lo suyo no es nostalgia, sino devoción. “He visto a todas las bandas míticas. El primer concierto fue Judas Priest, en Barcelona, el 1 de febrero de 1984. Aquel no se olvida”.
He visto a todas las bandas míticas. El primer concierto fue Judas Priest, en Barcelona, el 1 de febrero de 1984. Aquel no se olvida
Entonces no había colas digitales, había colas de verdad: “Conseguí mi primera entrada gratis en la radio. Hacían un concurso: el que trajera más chapas de bandas ganaba una. Me presenté con treinta chapas y un parche de Black Sabbath. Gané. Y todavía tengo la entrada guardada”.
Ahora la cosa es distinta. “Es una locura. Ayer mismo tuve que renovar el club de fans de Iron Maiden solo para poder comprar las entradas de sus conciertos un día antes. Ya no vale ni madrugar. Es estar con tres dispositivos, VPN y suerte. Antes ibas con tus colegas y ya está. Ahora es una guerra tecnológica”, explica con cierto aire de resignación.

Cuando Héctor habla de música, se le nota el brillo en los ojos. Más aún si habla de heavy. “Yo le diría a alguien que no conoce el heavy que escuche una lista de Spotify con 20 canciones. Si no le dicen nada, que no lo intente. El heavy no se aprende, se siente. Es un rayo que te cae en el alma. Estás dormido y, de repente, lo escuchas y despiertas. Te das cuenta de que eso estaba en tu ADN”.
Yo le diría a alguien que no conoce el heavy que escuche una lista de Spotify con 20 canciones. Si no le dicen nada, que no lo intente. El heavy no se aprende, se siente
Para él, el heavy metal es más que una banda sonora: es una forma de ver el mundo. “Es algo más que música. Te conecta con algo primario, con tu yo más auténtico. Es energía pura, libertad, pasión. Por eso cuando lo escuchas por primera vez y te hace ‘clic’, ya no hay marcha atrás”.
Sin embargo, sus hijos no parecen haber hecho ese ‘clic’: “El mayor está a su bola, le gusta la música japonesa. El pequeño empezó con la guitarra, vino con nosotros a Chicago a ver a Iron Maiden, pero ahora le va más el reggaetón. Me da igual. Mientras sea feliz. Yo también fui de decir ‘eso es ruido’ cuando tenía once años… hasta que me cayó el rayo”.
Le preguntamos si siente que el metal se está despidiendo al ver las giras de 40 y 50 aniversario de grandes bandas, las despedidas eternas de muchos, las muertes de otros... Suspira. “Es que lo que vivimos en los 80 fue mítico. Va a ser difícil reemplazarlo, pero no imposible. Yo vi en el ‘Back to the Beginning’ a chavales de veinte años cantando cada tema de Black Sabbath. Y uno de ellos, vestido de unicornio, me emocionó. Era como ver el relevo natural. No es que no haya relevo generacional, es que nosotros somos de otra generación. Pero hay bandas nuevas que van a pegar muy fuerte. Lo que pasa es que no las vemos”, argumenta.
Lo que vivimos en los 80 fue mítico. Va a ser difícil reemplazarlo, pero no imposible. Yo vi en el ‘Back to the Beginning’ a chavales de veinte años cantando cada tema de Black Sabbath
Con más de cien países y 110 regiones, Héctor tiene su vida de viajero y de metalero perfectamente geolocalizada. Y como buen planificador, ya tiene el próximo año decidido. Habrá kilómetros por tierra, mar y aire. Y habrá música en toda su expresión. Desde los escenarios hasta los cementerios donde visitarán a más de un mito de los que jamás se olvidan.
Sirva como muestra un botón de hace sólo unos meses: “Hace poco estuvimos tumbados escuchando ‘Stairway to Heaven’ frente a la tumba de John Bonham, en una pequeña iglesia, solos, con las baquetas y los platos sobre la lápida. Fue mágico. Te pones esas canciones y sientes que estás conectado con la historia del rock”.
Hace poco estuvimos tumbados escuchando ‘Stairway to Heaven’ frente a la tumba de John Bonham
La lista crece: la tumba de Lemmy en Los Ángeles, la de Randy Rhoads, el cementerio donde descansa Bon Scott, los pubs de Birmingham donde nació Judas Priest… “Son lugares que tienen alma. Sitios donde, si cierras los ojos, todavía suena el eco de una guitarra”.
Al final, Viajeros Metaleros no es solo una cuenta de Instagram ni un blog. Es una manera de entender la vida. Viajar, sentir, conectar con algo que te trasciende. “El heavy no se elige. Te elige él. Y cuando lo hace, ya no hay cura. Puedes viajar por todo el mundo, pero ese sonido siempre va contigo”.
Y en el caso de Héctor, literalmente. Porque en cada país, en cada ruta, en cada concierto, hay un riff acompañándole. “Salir de casa y no escuchar metal es como no respirar”, dice. “Así que seguimos en ruta. Marta, la carretera y yo. Buscando el próximo lugar donde se nos ponga el vello de punta”.

