Bad Religion, la banda punk que nació gracias al préstamo de una abuela y lleva 45 años en la carretera

Su líder, Greg Graffin, es doctor en zoología y da clases en la universidad, mientras que uno de sus guitarristas es ultramaratoniano
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Todo comenzó en 1980, en el soleado sur de California, cuando cuatro chavales decidieron que había algo en el modo en que funcionaba el mundo que no les encajaba y tenían que denunciar. Eran Greg Graffin, Brett Gurewitz, Jay Bentley y Jay Ziskrout y encontraron el camino para dar forma a su protesta a través de la música, fundando Bad Religion, una banda imprescindible en la historia del punk, que ha sobrevivido a cuatro décadas y media en la carretera y que no tiene en el horizonte intención alguna de despedirse.
El grupo, cuyo inconfundible logo de una cruz tachada (Crossbuster) fue diseñado por Gurewitz con sólo 17 años, no surgió como un proyecto de éxito, sino como un acto de resistencia adolescente patente incluso en su nombre, si bien Graffin ha aclarado en varias ocasiones que “no es una banda anti-cristiana, sino pro-lógica y escepticismo”.
Bad Religion, cierto es, nació con la irremediable contradicción de que para dar sus primeros pasos en el mundo de la música tuvieron que pedir prestados 3.000 dólares a la familia de Gurewitz. Hay quien dice que fue su abuela la que más confió en ellos y desembolsó el dinero. De ser así, tuvo buen ojo ‘invirtiendo’ en su nieto, que no sólo ha triunfado con la guitarra en Bad Religion sino que además fundó el sello Epitaph Records, a través del cual dio la alternativa (y se forró gracias a ellos) a bandas como The Offsrpring o Rancid.
De Darwin a política
Desde el inicio, Bad Religion se desmarcó de sus contemporáneos. Mientras otras bandas hablaban del caos y el descontrol, ellos ya hablaban de Darwin, de la religión -obviamente- o de la manipulación del poder político. Graffin, con una voz inconfundible en el panorama musical en general y del punk en particular, comenzaba a sentir que aquello era más que una banda protesta, pero no perdió el norte y siguió con sus estudios hasta el punto de firmar un currículum académico lejos del alcance de muchos. Siempre ha comentado que su pasión por la ciencia y el punk “nacieron al mismo tiempo” y que entiende ambas como “formas de cuestionar lo establecido”.
Licenciado en Antropología y Geología por UCLA, obtuvo también un doctorado en Zoología por la Universidad de Cornell. Su tesis abordaba el ateísmo y el monismo desde la perspectiva de la biología evolutiva, lo que lejos de ser un detalle más sobre un miembro de la banda puede considerarse parte del ADN de la misma.
Graffin, de hecho, compagina el punk con las clases que imparte en la universidad. Tanto es así que sus dos pasiones se entrelazan con asiduidad. Es famosa una frase que pronunció durante una charla en la universidad y que refleja lo que supone la música para él. “El punk no me salvó la vida. Me enseñó a entenderla”.
El punk no me salvó la vida. Me enseñó a entenderla
Mientras él da clases, por cierto, uno de sus compañeros en la banda, el guitarrista Mike Dimkich, se entretiene preparando ultramaratones o con su inseparable bicicleta, que siempre viaja con él de gira y le sirve para conocer las ciudades que visitan para tocar.
El éxito de Bad Religion llegó a las primeras de cambio, ya que su primer álbum, How Could Hell Be Any Worse?, publicado en 1982 y grabado con medios más que precarios, logró vender más de 10.000 copias, algo insólito para un grupo sin padrinos ni promoción.
Pero el éxito, igual que llegó, desapareció. Su segundo trabajo casi les cuesta la disolución de la banda por culpa de la excesiva innovación. Fue un desastre que les sirvió para aprender y entender que Bad Religion tenía una línea inconfundible de la que no debían salirse. Y eso han hecho los últimos 40 años para un total de 17 álbumes de estudio. Escribir letras que hagan pensar a sus fans, acompañarlas de velocidad y armonía y girar por todos los rincones del planeta con el respaldo de más de cinco millones de discos vendidos. Recordemos que estamos hablando de punk.
Bad Religion, con los clásicos vaivenes en sus integrantes vinculados a otros proyectos y, por supuesto, a adicciones de distintos tipos, pueden presumir de contar con dos de sus miembros desde su fundación hasta el día de hoy, 45 años después. Son Graffin y Bentley, si bien Gurewitz se fue y regresó al cabo de unos cuantos años, completamente limpio y centrado en recuperar el tiempo perdido.
También pueden hacerlo de constancia, pues han sacado al menos tres discos en cada década de vida de la banda, lo que lleva a sus fans a esperar impacientes su próximo lanzamiento, ya que en en los 20 aún no ha sido publicado ninguno. El último fue Age of Unreason, en 2019. Otra prueba de la tenacidad y coherencia de la banda en estos 45 años y 17 discos es echar un vistazo a su perfil de Spotify. De sus 10 canciones más populares, nueve pertenecen a álbumes distintos.
Sus fans españoles, mientras tanto, celebran que Bad Religion hará nada menos que seis paradas en nuestro país durante su gira de 45 aniversario (45 years doing what you want). Tras los conciertos del pasado 9 y 10 de mayo en Bilbao y La Coruña se citan ahora en Madrid, Málaga, Valencia y Barcelona. Serán seis este año entre los más de 3.000 que la banda ha concedido desde 1981.
Letras vigentes 30 años
Durante estas actuaciones parecen asegurados temas que acompañan a la banda desde hace más de 30 años y que podrían haber sido escritos la semana pasada. Sirvan como ejemplos ‘21st Century (Digital Boy)’, en la que hablan de niños con excesos de juguetes, desatendidos por sus padres y que apenas miran hacia los libros; ‘American Jesus’, en la que critican el trato a los inmigrantes en Estados Unidos; ‘Los Angeles Is Burning’, donde critican la superficialidad del Star System; o ‘Punk rock song’, una oda al activismo social en la que se habla de los millones de niños bajo el umbral de la pobreza mientras los políticos miran hacia otro lado.
Política, religión, cultura, ciencia… Siempre con ironía, con rabia contenida, con el pulso del que tiene algo que decir. Jay Bentley, bajista, lo resume así: “Nunca escribimos canciones para gustar. Las escribimos porque lo necesitábamos”. Su legión de fans alrededor de todo el mundo, también.