Qué es la profecía autocumplida y cómo explica tus éxitos y tus cagadas

Cuando David tenía 12 años y empezó el instituto, suspendió por primera vez matemáticas. Sus padres se agobiaron. Siempre había sido un buen estudiante, así que le apuntaron a clases particulares y comenzaron a repetirle que tenía que esforzarse más, pero él no era capaz de entender la asignatura. Sus notas comenzaron a oscilar entre un 4 y un 6 en todas las asignaturas y poco a poco sus padres le pusieron la etiqueta de “vago”.

En bachillerato, David tenía tan asumido que era un mal estudiante, que no fue capaz de estudiar con constancia. Su autoestima estaba por los suelos. Cuatro años después, entró en la carrera de sus sueños y comenzó a sentir que sí valía para estudiar. Sus profesores creían en él, le recordaban lo buen alumno que era, y acabó la carrera con una nota media sobresaliente.

Lo que le ocurrió tiene nombre y apellidos: profecía autocumplida, un fenómeno psicológico capaz de encaminar nuestra vida hacia el éxito o hacia el fracaso.

Qué es la profecía autocumplida

La profecía autocumplida es la tendencia a cambiar nuestro comportamiento sin darnos cuenta en función de lo que creemos que va a pasar. Por ejemplo, si piensas que tu pareja te va a dejar porque es infiel, te puedes llegar a obsesionar, a intentar controlar todo lo que hace, a enfadarte cuando queda con sus amigos e incluso a revisarle el teléfono. Tu pareja aguantará durante meses, llegará un momento en el que no pueda con tanto control, y te dejará. En ese momento tú pensarás “lo sabía, sabía que esto iba a pasar, seguro que hay otra persona”, pero lo cierto es que tu forma de pensar ha condicionado tu forma de actuar. Has alejado a alguien porque pensabas que era inevitable que eso ocurriera.

La manera en que nos hablamos influye enormemente en cómo nos sentimos. Si dos personas experimentan ansiedad, pero una se siente capaz de afrontarla y la otra asume que se va a ver desbordada, lo más probable es que la segunda acabe con un ataque de pánico difícil de gestionar. No es brujería, es el poder de nuestro diálogo interior.

Pero ojo, porque no sólo lo que tú piensas puede afectar a tu comportamiento. También influye lo que otros te dicen, dando lugar a lo que se conoce como el efecto Pigmalión.

Si tus padres te dicen que no vales para nada, te acabarás autoconvenciendo de que eso es verdad. Si tu novio te dice que no mereces nada mejor, quizá al principio dudes, pero tras varios meses de relación creerás que tiene razón. Si tus compañeros de clase te hacen el vacío, acabarás sintiéndote fuera de lugar, como si fueses el problema. Poco a poco modificarás tu manera de actuar: dejarás de estudiar porque creíste a tus padres, te aferrarás a una relación tóxica porque creíste a tu pareja y evitarás conocer gente nueva y maravillosa porque creíste a tus compañeros de clase.

Como vemos, la profecía autocumplida y el efecto Pigmalión tienen el poder de hundirnos, pero también podemos sacar provecho de este fenómeno psicológico.

Cómo sacarle partido a la profecía autocumplida

Como la Psicología demuestra, la forma en la que nos hablamos y en la que nos hablan los demás influye mucho en nuestra manera de ser, de sentir y de actuar. ¿Cómo podemos utilizar esto en nuestro beneficio?

  1. No puedes controlar lo que los demás te dicen, pero sí cómo te afecta. Si una persona reiteradamente te hunde con sus palabras tienes dos opciones: dejar que su opinión te defina o utilizar toda tu energía para poner límites y alejarte de él o de ella. Da igual que sea un amigo tóxico, una pareja posesiva o tus padres. Mereces respeto, empatía y cariño.
  2. Evita los pensamientos catastrofistas. No es lo mismo pensar «voy a suspender la carrera porque no valgo para esto» a pensar «llevo fatal esta asignatura porque no he estudiado, quizá no saco la nota que me gustaría». Es recomendable sustituir las creencias catastrofistas por otras más ajustadas a la realidad.
  3. Es tan dañino pensar en negativo como pensar que todo irá bien porque sí. Lo ideal es adoptar un pensamiento realista y ligeramente optimista, pero sin caer en falsas esperanzas.
  4. Menos autocastigo, más autorrefuerzo. ¿Qué te dices a ti mismo cuando haces algo mal? Probablemente te hablas fatal, te machacas, analizas cada mínimo error y te culpabilizas incluso de cosas que no son responsabilidad tuya. ¿Y cuando haces algo bien? Suenan grillos. Lo ideal es empezar a premiarte cuando consigues un logro, aunque éste sea pequeñito, y no castigarte tanto cuando te equivocas. Aprender de tus errores está bien, hundirte por ellos no.
  5. Empieza a pensar en lo que quieres tú y no en lo que quieren los demás. Cuando la gente que nos rodea nos asigna una etiqueta (vago, ligón, tímido, etc.), es muy habitual que empecemos a actuar para encajar con esa etiqueta y no porque realmente queremos actuar así. De vez en cuando párate a pensar en lo que quieres hacer con tu vida. ¿Tus conductas nacen de lo que a ti te apetece o de lo que los demás te han impuesto y esperan de ti? Reflexionar sobre esto con regularidad puede ayudarte a frenar la profecía autocumplida.