5 errores que cometemos cuando intentamos 'empezar de cero' en septiembre

Llega septiembre y con él la sensación de que empieza un nuevo ‘año’ repleto de propósitos y de productividad. Quizá es el recuerdo de aquella vuelta al colegio, con los cuadernos sin estrenar y una preciosa agenda semanal (que solo los más organizados mantenían hasta final de curso). Sea como sea, el espíritu de la organización nos invade al final del verano y con él las ganas de cambiar nuestra vida. El problema es que intentamos hacerlo mal y rápido.

Hacer un ‘reset’ en septiembre puede ser muy enriquecedor para nuestra salud mental, pero debemos evitar cometer ciertos errores:

1. Querer retomar la rutina ‘preverano’

El primer error y más común es ponernos unas expectativas completamente inalcanzables ignorando nuestro estado psicológico y nuestras necesidades actuales.

Pongamos un ejemplo. Llevas todo el verano sin hacer ejercicio. Tu actividad era levantarte del sofá a la cama, alcanzar el mando de la tele y de vez en cuando darte un bañito en la piscina de unos amigos. Te entra la neura porque en junio tenías automatizada la rutina de ejercicio: corrías siete kilómetros en media hora, hacías rutas duras de senderismo o habías conseguido ir al gimnasio todos los días de la semana. Es muy difícil volver a ese punto sin pasar por un nivel intermedio.

2. Ponerte propósitos como un castigo

Encontramos el ejemplo perfecto de este error en la alimentación. Son muchas las personas que se proponen adelgazar en septiembre y que convierten los cambios de hábitos en un castigo por “haberse excedido” en verano.

La alimentación no debe ser una tortura. Sí, ya sé que has estado de vacaciones y has comido helado a diario cuando de normal solo lo haces una vez a la semana. También sé que te has bebido más de una caña en una terraza con tus amigos, que has disfrutado de pizzas familiares con extra de queso y que las verduras han brillado por tu ausencia. Quizá has engordado unos kilos. ¿Y qué? ¿Te mereces castigarte por ello? ¿Tienes que estar meses pasando hambre o comiendo cosas que no te gustan para sentirte orgulloso de ti otra vez? No. Te mereces encontrar un equilibrio sin sufrir en el intento.

Ningún propósito debe ser un castigo porque el cambio acabará durándote una semana como mucho y luego te cansarás.

3. Intentar ser demasiado productivo y acabar quemado

Tu yo del pasado estaba hasta las narices del trabajo, pero has descansado tanto en vacaciones que de repente te has sentido vacío y extraño. Necesitabas volver a la rutina que antes te ahogaba.

En septiembre es importante ser organizado, pero también ser un poquito realista y no sobrecargarte con más tareas de las que psicológicamente puedes realizar. Recuerda: una cosa es disfrutar haciendo cosas y otra muy distinta es ser intolerantes al aburrimiento.

No intentes volver a la rutina y quitarte de encima todas las tareas pendientes en una semana, porque vas a empezar a encadenar una gran fatiga emocional que arrastrarás durante meses. Mejor ir poco a poco y ser menos productivo, pero tener menos ansiedad.

4. Querer romper con todo y ‘empezar de cero’

Esta mentalidad de “nuevo curso académico, nueva vida” nos hace querer romper con todo y empezar de cero. De repente, el trabajo nos asfixia, todas tus amistades son tóxicas, tu relación de pareja no te hace feliz y no disfrutas de ningún hobby.

Normalmente, la razón por la que todo nos parece negativo y queremos cambiarlo en septiembre es que nos apetece volver a crear una rutina porque –aunque estén mal vistas– las rutinas no son malas. El problema es que nuestra idea de rutina es la que teníamos antes de verano, es decir, una rutina estresante que no nos permitía cuidar de nuestra salud mental. En vez de cambiarlo todo y ‘empezar de cero’, analiza lo que sí te hacía feliz y tómalo como punto de partida.

5. Crear objetivos demasiado abstractos

“Quiero aprender a ser más calmado, a quitarme la ansiedad”. “Quiero ser más sano”. “Quiero que mi relación de pareja sea mejor”. “Quiero sentirme seguro de mi mismo en el trabajo”. Todos hemos pensado o dicho en voz alta alguna de estas frases. Son objetivos geniales, pero muy abstractos.

En vez de decir “quiero ser más calmado y tomarme las cosas de otra manera”, piensa cambios que puedes realizar en tu día a día para lograrlo: madrugar un poco más para tener tiempo de hacer todo, reservar un rato al día para realizar ejercicios de relajación, dejar de mirar el móvil del trabajo fuera de tu horario porque sabes que te acabas preocupando y contestando, pedir cita con un psicólogo, etc.