Por qué se produce el síndrome de Cotard, el delirio que te hace creer que tus órganos se pudren o que estás muerto

En 1880 el neurólogo y psiquiatra Jules Cotard se encontró con un cuadro clínico que hasta entonces nunca había visto: pacientes con trastornos psicóticos que afirmaban que sus órganos se estaban pudriendo, que estaban muertos o que, sencillamente, no existían. A día de hoy, a este trastorno se le conoce como ‘síndrome de Cotard’ en honor al médico que lo descubrió, pero, ¿qué ocurre en el cerebro para que una persona llegue a pensar que ha fallecido?

Delirios: qué son y por qué pueden afectar a cualquiera

Para entender el síndrome de Cotard, primero debemos definir lo que en realidad es: un delirio.

Los delirios surgen por una alteración en nuestra capacidad para procesar y comprender la realidad, es decir, son un estado mental en el que nos encontramos confusos y nos aferramos a creencias falsas con absoluta convicción. A veces, los delirios pueden ir acompañados de alucinaciones, que son percepciones anómalas de la realidad: vemos, oímos, olemos, saboreamos o sentimos cosas que no existen.

Esto es especialmente común durante un brote psicótico o un trastorno psicótico más complejo y duradero como la esquizofrenia o el trastorno delirante. Sin embargo, no es necesario padecer un trastorno psicológico para delirar.

Muchas personas deliran cuando están enfermas con fiebre, sobre todo los niños pequeños. También es habitual durante la vejez, por ejemplo, cuando alguien mayor está hospitalizado durante mucho tiempo y llega un punto en el que se desorienta llenando los vacíos de su memoria con delirios más o menos inofensivos. Y cuando somos adultos, también somos susceptibles a los delirios en un contexto muy concreto: bajo los efectos de las drogas, por ejemplo, el cannabis o el alcohol.

Hay muchos tipos delirios: el celotípico (crees que tu pareja te está siendo infiel), el erotomaníaco (crees que alguien está enamorado de ti), el mesiánico (crees que eres un ser superior), el de persecución (crees que te están espiando)… Y sí, en esta larga lista también nos podemos encontrar con el delirio de negación o síndrome de Cotard.

En qué consiste el delirio de negación o síndrome de Cotard

En casos más leves, el síndrome de Cotard se caracteriza por la negación de una parte del cuerpo. Por ejemplo, una persona que de repente no nota los latidos de su corazón y empieza a pensar que no tiene ese órgano. Esta negación puede ser más o menos “razonable”: una cosa es afirmar que no tienes corazón, estómago o cerebro porque no puedes verlos (aunque evidentemente los tengas porque de lo contrario no estarías vivo), y otra cosa es afirmar que no tienes un brazo cuando sí que lo tienes y puedes verlo con tus propios ojos.

Esta negación puede acompañarse de alucinaciones: notas hormigueos en la piel y piensas que está pudriéndose porque tienes gusanos dentro.

En casos más graves, la persona puede llegar a negar su propia existencia. En otras palabras, piensa que está muerta. Desde fuera, puede parecer completamente irracional: si la persona te está hablando, ¿cómo va a pensar que está muerta? Porque su cerebro se encuentra completamente alterado en ese momento.

También puede ocurrir un fenómeno todavía más extremo: negar la existencia del mundo entero. En este caso, el síndrome de Cotard se puede solapar con un delirio megalomaníaco porque la persona se llega a creer la salvadora de la humanidad, afirmando que es inmortal. Esto es habitual cuando la persona presenta analgesia, es decir, no siente nada y piensa que es inmune al dolor.

En cualquier caso, el síndrome de Cotard o delirio de negación presenta unas altas tasas de depresión y un riesgo muy elevado de suicidio. Si la persona piensa que va a morir porque no tiene un órgano, que ya está muerta o que toda la humanidad ha fallecido, es habitual que intente autolesionarse, que deje de comer o que llegue a quitarse la vida.

¿Por qué una persona puede pensar que está muerta?

Las causas del síndrome de Cotard son muy variadas. Por un lado, se asocia a enfermedades médicas con claro origen neurológico: enfermedad de Parkinson, isquemias cerebrales o epilepsia, por ejemplo. Sin embargo, es más común en ciertos trastornos psicológicos.

Según un estudio realizado en 2018, de las personas con síndrome de Cotard, un 46,4% presentaban un diagnóstico de depresión, un 10,1% de esquizofrenia y un 7,2% de trastorno bipolar. Pero, ¿qué ocurre para llegar a este punto?

Lo cierto es que la causa del síndrome de Cotard es desconocida hasta el momento, pero una de las hipótesis más aceptadas es que el delirio sirva para explicar algo que la persona no termina de comprender.

Cuando sufres un brote psicótico es muy frecuente experimentar alucinaciones. Esto se debe a que una zona del cerebro llamada “vía mesolímbica” se vuelve mucho más sensible a la dopamina (una sustancia presente en el cerebro y vital para su correcto funcionamiento).

Imagínate a una persona con esquizofrenia que a causa de esa alteración cerebral en la vía mesolímbica empieza a notar un hormigueo en la mano tan intenso que parece que tiene gusanos dentro de la piel. Se acerca la mano al oído y escucha perfectamente a los bichos moviéndose. Esto, evidentemente, es fruto de la alucinación, pero para explicarlo la persona puede llegar a desarrollar un delirio que le hace creer que una parte de su cuerpo se está pudriendo.

Ahora imagínate a una persona con una depresión muy grave acompañada de alucinaciones. Va por la calle y nota que la gente le mira, que susurran, que la insultan… Empieza a sentirse tan culpable, triste, vacía y sola, que para explicar esa sensación acaba desarrollando un delirio de negación: “estoy muerta y por eso me siento así”.

¿Tiene cura el delirio de negación?

Sí. Por un lado, es necesario un tratamiento farmacológico para que la vía mesolímbica vuelva a funcionar con total normalidad y reducir las alucinaciones. Por otro lado, es indispensable la terapia psicológica para desarrollar nuevas creencias más ajustadas a la realidad que sustituyan a los delirios.

Sin embargo, lo más importante es reducir los factores de riesgo que llevan a la persona a sufrir un problema psicológico, por ejemplo, la soledad y la falta de estimulación (algo desgraciadamente muy común en personas mayores), el consumo de drogas o el maltrato (que a veces es real y podemos confundirlo con delirios de persecución).