¿Podemos ser felices sin amigos? Una psicóloga responde

Hay personas que no quieren amigos y personas que, por circunstancias excepcionales, no tienen. Esto es lo que ocurre cuando te mudas a una ciudad nueva o cuando empiezas en la universidad sin conocer a nadie. También, cuando sufres bullying o cuando tus amigos te dejan de lado, situaciones que pueden ser traumáticas no solo por la falta de apoyo social, sino por el abandono y el abuso.  

Sea como sea, la amistad no es como respirar, comer o beber. Podemos sobrevivir solos, pero nuestra salud mental depende para bien y para mal de las relaciones sociales.

¿Hay que tener muchos amigos para ser feliz?

¿Alguna vez has visto una película romántica y has pensado “esta relación de pareja es súper irreal”? Pues con la amistad pasa algo parecido.

Nos han vendido la idea de que la amistad debe ser muy duradera, muy profunda y muy estable. En otras palabras, que los amigos de verdad son los de toda la vida, que compartirás con ellos todos tus secretos, que haréis miles de planes a cada cual más divertido, que nunca te decepcionarán y que jamás os distanciaréis. Error.

Las personas cambiamos y nuestras amistades también, y es normal que haya rachas en las que te distancies un poco de alguien, o que de repente surjan amistades “de temporada”. Es decir, conoces a alguien, habláis a diario y de repente, os alejáis. Con esto quiero decir que no hay un único modelo de amistad válido.

Tampoco es del todo correcto valorar las relaciones sociales por la cantidad de contactos que tienes en Instagram. Los amigos no son Pokémons. Lo que importa es la calidad. Da igual que tengas dos buenos amigos o que en tu grupo social haya veinte personas: ¿Te sientes tú mismo con ellos o tienes que fingir para caerles bien? ¿Potencian tu autoestima o la hunden? ¿Te lo pasas bien cuando quedas con ellos o siempre te arrepientes de haber quedado? Esas son las preguntas que conviene hacerse de vez en cuando.

No es lo mismo la soledad por elección y por imposición

Es posible ser felices estando solos, pero hay que diferenciar la soledad por elección y la soledad por imposición.

La soledad por elección es aquella que tú construyes libremente. Por ejemplo, cuando tienes una racha introspectiva y te apetece pasar más tiempo por tu cuenta o cuando te agobias porque estás socializando mucho y decides priorizar planes más caseros. En cambio, la soledad por imposición es aquella que no eliges, sino que te ves forzado a asumir. Por ejemplo, cuando te mudas a otra ciudad, cuando tus amigos te dejan de lado o cuando tú dejaste de lado a tus amigos por una relación de pareja y ahora estás soltero.

La soledad por elección nos trae felicidad, pero también algo más importante si cabe: autoconocimiento e independencia. Cuando decidimos pasar tiempo a solas, conocemos realmente nuestra identidad, nuestras inseguridades y nuestras fortalezas. Por eso es tan importante dedicarte algunos momentos solo para ti (aunque tengas pareja o muchos amigos).

La soledad por imposición puede deteriorar nuestra salud mental. Cuando te sientes solo, es normal notar vacío emocional, tristeza que no sabes gestionar, ansiedad sin que haya un peligro real, y desesperanza porque no sabes cuando volverás a recibir apoyo. Y sí, he dicho “cuando te sientes solo” y no “cuando estás solo” porque a veces estamos rodeados de gente, pero nos sentimos completamente aislados.

Encontrar la felicidad en momentos de soledad

En algunos momentos de nuestra vida nos vamos a encontrar solos sin querer. Como emos visto, esa soledad por imposición afecta a la salud mental, así que es recomendable poner en marcha ciertas estrategias psicológicas para protegerla un poquito:

  1. Analiza tu situación social. ¿Estás solo o te sientes solo? Si estás solo, ¿por qué has acabado así? Si te sientes solo, ¿por qué la gente que te rodea no te proporciona el apoyo que necesitas?
  2. Evita las distorsiones cognitivas. En otras palabras, cuida tu diálogo interno o la forma en la que te hablas. Hay pensamientos que son irracionales y que te hacen bastante daño: “todo es por mi culpa”, “nunca tendré amigos”, “moriré solo”. La culpa no te aporta nada constructivo, solo sirve para torturarte.
  3. Conócete. Dedica este momento de soledad a la introspección. Párate a pensar en quién eres, en las cosas que te gustan, en tus valores y opiniones, en tus habilidades, en tus debilidades, en lo que te hace vulnerable, en las cosas que quieres aceptar y en las cosas que quieres cambiar de tu identidad.
  4. Reconoce tu valor. Aunque el refuerzo social es muy importante, lo es más el autorefuerzo. En otras palabras, valórate por quién eres después de realizar ese ejercicio de autoconocimiento previo.
  5. Dedica tiempo al autocuidado. ¿Cómo cuidarías a un amigo o a una pareja? Organizarías pequeñas escapadas a otra ciudad, le comprarías un libro o un videojuego por su cumpleaños, le harías una cena rica de vez en cuando, iríais al cine… Pues haz lo mismo para ti.
  6. Busca apoyo social en otras relaciones o construye conexiones nuevas. Pasa más tiempo de calidad con personas de tu familia que realmente te hagan sentir bien: tus hermanos, algún primo, tus padres, tus abuelos… Y, a mayores, no tires la toalla a la hora de conocer gente. Apúntate a actividades afines a tus gustos: un club de lectura, un voluntariado, talleres de pintura, jornadas de juegos de mesa… Allí pueden surgir conexiones nuevas.
  7. Pide ayuda profesional. Si no sabes cómo conocer gente, si tu autoestima está muy deteriorada o si la soledad está pasando factura a tu salud mental, busca asesoramiento psicológico.