Cómo afectan los enfados a nuestro cuerpo, desde el corazón y el cerebro a los pulmones

  • La ira incrementa el riesgo de infartos y de sufrir el síndrome del corazón roto, afecta a la memoria y a la capacidad pulmonar

  • En el sistema digestivo, puede generar diarreas, calambres y mala absorción de nutrientes

  • También empeora procesos de ansiedad o depresión

De alguna manera, ya lo reflejaba un viejo chiste.

¿Cómo es que se te ve tan sano?

Es porque nunca discuto.

¡Venga ya! No será por eso.

Pues no será por eso.

Estar todo el tiempo enfadado, saltar a la mínima, exaltarse ante la menor ofensa o frustración son actitudes que le terminan pasando factura a nuestro cuerpo. Más allá de sentirse mal o pasar un mal rato, la ira prolongada o extrema tiene consecuencias serias para la salud.

Se trata de una reacción que ha ayudado a los humanos durante milenios a sobrevivir en situaciones puntuales de máxima emergencia. Es muy parecida a la reacción física al miedo extremo. Nuestras glándulas inundan el organismo de adrenalina y cortisol para permitir una reacción física inmediata. Nuestro cerebro envía menos sangre al aparato digestivo para concentrar el riesgo en la musculatura. El corazón late más rápido. Sube la tensión arterial. Sostenida en el tiempo, a largo plazo, esta reacción es dañina.

Cómo afecta al corazón

Una de las dolencias que puede causar es el llamado síndrome del corazón roto, que causa dolor, a veces acompañado con una sensación de falta de aire, e interrumpe el ritmo de bombeo de sangre, ya que a veces el corazón se contrae con más fuerza de la habitual.

La ira puede afectar a las arterias que riegan el corazón, también al equilibrio eléctrico que rige sus pulsaciones y puede llegar incluso a ser prejudicial para el propio músculo cardíaco.

Esto significa que para una persona con algún factor de riesgo, como son las arritmias o el colesterol o la tensión arterial altos, un acceso de ira extremo puede desembocar en un infarto porque en esos momentos se incrementa la tensión arterial, se estrechan los vasos sanguíneos y el sistema inmunitario produce células inflamatorias. Esta combinación de factores puede causar la rotura de una placa de ateroma en una arteria coronaria y a la formación de un trombo.

Efectos en el cerebro

Los efectos también se pueden notar en el cerebro. El enfado y la ira favorecen las reacciones rápidas, inmediatas, bruscas. Forma parte de nuestras reacciones más primarias ante situaciones de máximo peligro en las que hay que luchar o huir con todas las fuerzas que uno tiene.

Sin embargo, para resolver situaciones estresantes o indignantes en nuestras sociedades actuales suele ser más útil el buen juicio, que se puede ver distorsionado precisamente por la ira. En momentos de excitación, nuestro cerebro es menos receptivo a procesar y ponderar informaciones y a tener en cuenta valores éticos, algo que desde un punto de vista social terminará calificando a la postre nuestros actos. Además, el estrés crónico termina afectado al funcionamiento de la memoria.

También está contrastado científicamente cómo los enfados extremos y reiterados afectan a las personas que tienen problemas de ansiedad, empeorando su situación. Lo mismo sucede con la depresión, sobre todo en los hombres.

Efectos en el sistema digestivo

La ira afecta también al sistema digestivo. Puede tener implicaciones en la absorción de nutrientes o la pérdida de apetito, aparte de generar sensaciones de malestar gastrointestinal. La adrenalina afecta al tejido muscular y genera una hipermovilidad en el estómago y los intestinos. Eso se puede traducir en calambres o diarrea.

Efectos en los pulmones

Un estudio realizado por un equipo de la Universidad de Harvard mediante un seguimiento de ocho años a 670 personas detectó que también se veía perjudicada la capacidad pulmonar, quizá por el efecto de las hormonas asociadas al estrés y a la inflamación de las vías respiratorias.

Efectos en el sistema inmunitario

Otros estudios han asociados las reacciones hostiles a una menor capacidad de respuesta del sistema inmunitario. En algunos casos se ha confirmado la reducción de algunos anticuerpos en las seis horas siguientes a un acceso de ira.

Es importante que estos daños no se asocian solo a la expresión de la ira, también a su represión. Así que es importante aprender a gestionarla. La respiración diafragmática puede ser de ayuda. También no dejarse llevar por bucles de pensamientos hostiles y centrar la atención en otras cosas hasta que uno esté en condiciones de afrontar una situación. Cultivar una conducta asertiva ayuda a expresar discrepancias o sentimientos negativos sin exacerbarlos.