Salud mental

Emma Vilarasau o el arte de decir adiós: “Yo quiero morirme bien. Despedirme sin miedo ni angustia”

Emma Vilarasau en Casa en Flames
Una mujer sosteniendo la mano de un enfermoGetty Images
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La actriz Emma Vilarasau ha sorprendido recientemente al confesar lo mucho que le marcó acompañar a sus padres en su lecho de muerte: “Pensé: yo no quiero morir con esta actitud de rebeldía ante la muerte, de miedo. Yo quiero morirme bien. No quiero irme ni con angustia ni con rencor. Desde hace mucho sabemos que nos vamos” afirma en el podcast ‘Tercer Acto’.

La muerte, a menudo silenciada en la conversación pública, es en realidad una de las pocas certezas universales. Sin embargo, aún hoy, morir bien es una excepción. En palabras del doctor Enric Benito, referente en cuidados paliativos, “morir bien en España sigue siendo azaroso” si no se cuenta con acompañamiento médico, emocional y espiritual adecuado. Frente al tabú, crecen las voces que reclaman hablar de ella, anticiparla y prepararla, especialmente en los casos de enfermedad prolongada.

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Cuidados paliativos: no curar, sino cuidar

Morir con dignidad pasa, en muchos casos, por recibir cuidados paliativos. Estos no buscan alargar ni acortar la vida, sino ofrecer confort, aliviar el dolor físico y acompañar emocionalmente tanto al paciente como a la familia. Benito, miembro honorífico de la SECPAL, ha señalado en múltiples ocasiones que “la manera en la que mueres importa”. No solo para quien se va, sino para quienes se quedan.

Sin embargo, según datos recogidos por la Sociedad Española de Cuidados Paliativos, más del 50% de los enfermos terminales no reciben estos cuidados de forma adecuada en nuestro país. Las diferencias entre comunidades autónomas son notables y muchas veces, como denuncia la Asociación Morir Dignamente, los protocolos están caducados y los recursos humanos son insuficientes.

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El resultado es que muchas personas afrontan el final con dolor evitable, sin poder despedirse en paz ni con el acompañamiento necesario. Como explica Emma Vilarasau, “no quiero irme con angustia”. Pero para eso, es necesario un entorno que no solo acepte la muerte, sino que sepa acogerla.

El arte de despedirse: la compañía y la palabra

Morir bien también implica sentirse acompañado. No necesariamente por muchos, pero sí por alguien que esté ahí con intención, presencia y escucha. La figura de las doulas de la muerte, que son acompañantes no médicas que apoyan a la persona moribunda y a su entorno en este trance, ha comenzado a tener más presencia en España. Ana Vidal, una de las más conocidas, explica que muchas personas mueren rodeadas de tecnología y protocolos, pero sin humanidad. “No sabemos acompañar a alguien que muere, y eso genera miedo”.

Doula confortando a un enfermo

Desde la organización estadounidense MJHS Hospice, especializada en acompañamiento al final de la vida, se recomienda utilizar frases sencillas pero que tenga un significado mucho más profundo, como “Estoy contigo, no tienes que enfrentarlo solo”, “Te quiero, gracias por todo lo que me diste” o “Puedes descansar, todo está bien”. Al fin y al cabo, no se trata de tener todas las respuestas, sino de estar presentes y no dejar que el silencio provocado por el miedo a la muerte impida una despedida en paz.

Morir como parte de vivir: un derecho y una elección

En Europa y también en España empieza a consolidarse el discurso del derecho a morir con dignidad, reforzado desde 2021 por la Ley Orgánica de Regulación de la Eutanasia. Pero más allá de debates legales, hay un consenso creciente: morir bien debe ser una parte más de vivir bien.

Las experiencias personales, como la de Vilarasau, revelan que incluso desde la enfermedad prolongada y el deterioro físico puede elegirse una actitud activa hacia el final. Prepararse, hablar con los seres queridos, resolver pendientes emocionales, agradecer, incluso perdonar. Todo ello forma parte de lo que algunos denominan “testamento emocional”.

Y es que, “la muerte digna” solo puede existir si se habla de ella, se piensa y se acompaña . La muerte deja de ser tabú para convertirse en parte del relato de vida, un acto final con sentido y cuidado. Y si la acompañamos desde la verdad, se convierte en un legado de amor.

Las herramientas están ahí: desde cuidados paliativos hasta voluntades anticipadas, desde psicólogos especializados en duelo hasta guías para la despedida. Solo hace falta perder el miedo a mirar de frente lo inevitable. Como decía el filósofo Michel de Montaigne, “quien ha aprendido a morir ha desaprendido a servir”.