Salud y Bienestar

Doctor Navarro, sobre cómo cuidar de tus encías con el calor: “El verano afecta a la boca”

Dolor de encías y dientes
Disfruta del verano con una sonrisa. Getty Images
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En verano, los termómetros suben, los hábitos cambian y, aunque pocas veces lo tengamos presente, nuestras encías lo notan. Deshidratación, bebidas azucaradas, exposición prolongada al cloro o aire acondicionado son factores que, sin hacer ruido, pueden alterar el equilibrio bucal. “En verano cambiamos hábitos y eso afecta a la boca”, advierte el Dr. Carlos Navarro, especialista en periodoncia de Institutos Odontológicos. Y no es una frase hecha: las encías, especialmente sensibles a las alteraciones del entorno, requieren en los meses de calor una atención especial.

Los peligros del verano para tu boca

Deshidratación y saliva: una defensa subestimada

La saliva no es solo un fluido que facilita la digestión. Es una barrera de protección. Su función de lavado y regulación del pH evita la proliferación de bacterias que provocan caries y enfermedades periodontales. “Una posible consecuencia del calor del verano es la deshidratación y eso deriva en una menor producción de saliva”, explica el Dr. Navarro. Esa reducción salival se traduce en mayor acumulación de placa bacteriana y, con ello, riesgo de inflamación y sangrado gingival.

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El vínculo entre sequedad bucal y enfermedad periodontal está ampliamente documentado. Según el NIH, la gingivitis, la fase inicial de la periodontitis, puede revertirse si se actúa a tiempo. Pero, si se descuida, la inflamación puede progresar hacia una enfermedad crónica que comprometa el soporte óseo del diente.

El verano y los cambios de hábitos

Los veranos no solo deshidratan: desordenan. “Tendemos a cambiar hábitos: comemos fuera con más frecuencia, alteramos nuestros horarios y pasamos más tiempo lejos de casa. Todo esto puede hacer que olvidemos el cepillado o que no lo hagamos con la misma rigurosidad”, lamenta Navarro.

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A esto se suma la exposición al cloro de las piscinas, que puede alterar el pH bucal y resecar las mucosas, y el uso constante de aire acondicionado, otro factor que contribuye a la xerostomía o sequedad oral. La fórmula es clara: calor + deshidratación + desorden = terreno fértil para la inflamación gingival.

Enemigos veraniegos: refrescos, alcohol y los cambios de temperatura

“El consumo excesivo de bebidas azucaradas, alcohólicas o muy frías puede alterar el equilibrio del medio bucal”, señala Navarro. Su consejo: hidratarse con agua y limitar el consumo de refrescos, helados o cócteles ácidos. Los cambios bruscos de temperatura y los alimentos ácidos, mas frecuentes en esta época, pueden provocar sensibilidad dental o desencadenar procesos inflamatorios en encías debilitadas.

Además, realizar picoteos constantes durante el día, como a menudo hacemos en la playa, el campo o en un chiringuito, dificultan la remineralización del esmalte y favorecen la formación de placa.

Tomando helado durante el verano

Cómo proteger tus encías lejos de casa

El principal consejo del Dr. Navarro es práctico y eficaz: llevar un kit de higiene bucal en el bolso, mochila o neceser. “Cepillo de viaje, pasta dental, hilo o cepillos interproximales. Es fácil de llevar y te salva si comes fuera o estás todo el día lejos del hotel”.

No se trata de mantener una rutina clínica perfecta, sino de ser constantes: no saltarse el cepillado dos veces al día, aunque el entorno sea cambiante. Además, recomienda evitar el uso de enjuagues sin prescripción si hay molestias. “Algunos enjuagues pueden enmascarar los síntomas sin tratar el problema de fondo”, advierte.

Además, es importante tener en cuenta que el verano no es excusa para aplazar las revisiones. De hecho, es mejor realizarlas antes de salir de viaje. “Si hay tratamientos pendientes o síntomas como sangrado, sensibilidad o inflamación, siempre es mejor revisar antes de salir. Una revisión a tiempo puede evitar sorpresas desagradables durante las vacaciones”.

Entre los síntomas de alerta: sangrado al cepillarse, encías enrojecidas, dolor, halitosis persistente o retracción gingival. Todos ellos son motivo suficiente para visitar al dentista, y si es posible, al periodoncista.

A esto hay que sumar que, aunque suene paradójico, el “estrés vacacional” también existe. Viajes, cambios de planes, traslados con niños… todo esto genera un nivel de tensión que puede traducirse en apretamiento mandibular, bruxismo o mayor inflamación gingival. “El estrés altera el sistema inmunológico y muchas personas bajo estrés descuidan su higiene bucal o aprietan los dientes”, recuerda el especialista.

En verano, cuidarse no es solo cuestión de protector solar y agua con limón. La boca, y en particular las encías, también acusan el calor, el cloro, el alcohol y los olvidos. La buena noticia es que con una rutina sencilla, que incluye cepillo de viaje, hidratación frecuente y algo de concienciación, podemos preservar la salud bucal sin renunciar al disfrute. Porque, como dice el Dr. Navarro, “las encías no se van de vacaciones”.