Ola de calor

Así acorta tu vida el calor: el deterioro biológico invisible que alerta a los científicos

Cómo afectan las olas de calor a nuestra edad. Getty Images
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La edad es mucho más que tan solo lo que dice nuestro carnet y fecha de nacimiento. Se trata de un elemento complejo de nuestras vidas que está influido por un sinfín de variables más allá de la simple fecha en que hayamos venido al mundo. De esta manera, a los clásicos factores que afectan a nuestra edad, se añade ahora uno más, a través de un estudio científico contrastado: el calor. 

Un estudio en profundidad publicado en Science Advances ha desvelado la forma en que la exposición crónica a olas de calor extremo acelera el envejecimiento biológico en adultos mayores a nivel molecular. Este análisis utilizó muestras de sangre de 3.679 personas de 56 años o más, obtenidas a lo largo de seis años, y aplicó relojes epigenéticos para medir la edad biológica según patrones de metilación del ADN. La investigación evidenció que vivir en zonas con más de 140 días anuales con índice de calor superior a 32ºC puede añadir hasta 14 meses de envejecimiento celular comparado con zonas más frescas.

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El hallazgo, liderado por Eunyoung Choi y basado en la cohorte nacional Health and Retirement Study de EE.UU., profundiza sobre una faceta a menudo ignorada por la salud pública: los efectos lentos pero acumulativos del calor en la biología del envejecimiento. No se trata solo de los golpes de calor, sino de una erosión epigenética diaria, que modifica silenciosamente el reloj interno de nuestras células.

El estudio aplicó tres modelos de relojes epigenéticos y observó una aceleración significativa en dos de ellos (PhenoAge y GrimAge), ampliamente utilizados para predecir riesgo de enfermedades crónicas y mortalidad. La tercera herramienta, Horvath, no mostró cambios relevantes, lo que podría reflejar que no todos los biomarcadores de envejecimiento responden igual ante el estrés térmico prolongado.

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Un deterioro comparable al tabaco y el alcohol

El calor extremo es un potente agente de estrés celular. Provoca cambios en la metilación del ADN que alteran la expresión genética, aceleran procesos degenerativos e influyen en la capacidad del cuerpo para reparar tejidos o combatir inflamaciones. En palabras de la autora principal, “los efectos del calor extremo podrían estar pasando factura silenciosamente a nuestro cuerpo, un paso importante antes de que se convierta en un problema serio”.

Un dato revelador, recogido en medios como ABC News, constante que las olas de calor prolongadas pueden acelerar la edad biológica hasta en 2,48 años, mientras que las exposiciones de corto a medio plazo elevan dicha edad en 1,07 años. Este ritmo de envejecimiento epigenético es comparable al provocado por hábitos como el tabaquismo o el consumo excesivo de alcohol, dos factores de riesgo ampliamente estudiados por su impacto a nivel molecular.

Sus implicaciones son profundas, ya que aunque tenemos claro que los golpes de calor representan un riesgo agudo y visible, el envejecimiento epigenético por calor puede llegar a pasar desapercibido durante años, dejando a las personas más vulnerables, sobre todo a los ancianos, con mayor riesgo de sufrir enfermedades neurodegenerativas, cardiovasculares o renales a medio plazo.

Grupos más expuestos y medidas urgentes

El estudio confirma una vulnerabilidad diferencial clara. Las personas mayores tienen una menor capacidad para termorregular su cuerpo: sudan menos, su piel responde con menos eficacia y muchos toman medicamentos que agravan estos efectos, como los diuréticos, betabloqueantes o antihipertensivos. Esto los convierte en objetivos principales de este envejecimiento silencioso.

Además, el contexto urbano juega un papel amplificador. Las superficies asfaltadas, la escasez de vegetación y la baja ventilación favorecen la acumulación de calor. A esto hay que sumar que las olas de calor se han hecho más habituales y persistentes en nuestro país durante los últimos años, completando así un cóctel explosivo para la edad.

Los autores proponen medidas concretas para esquivar estos efectos, y van desde refugios climáticos públicos, sistemas de alerta personalizados, campañas de hidratación e instalación de sombras en transporte público, hasta subsidios energéticos para aire acondicionado. También insisten en la necesidad de adaptar urbanísticamente las ciudades con infraestructuras “termoprotegidas” para los mayores, ya que las previsiones climáticas indican un incremento sostenido de olas de calor a nivel global.

El calor como cronómetro invisible

El envejecimiento climático ya no es una metáfora: es una realidad biológica mensurable. Vivir de forma prolongada en entornos donde el índice de calor supera los 32 °C puede acelerar la edad celular en hasta 14 meses, una diferencia comparable a factores de riesgo ampliamente reconocidos. A diferencia de los golpes de calor, cuyos síntomas se manifiestan de forma inmediata, este deterioro es subclínico, progresivo y mucho más difícil de revertir.

Por eso, este estudio marca un punto de inflexión en la forma de entender el impacto del cambio climático en la salud pública. Nuestras ciudades y sistemas sanitarios deben prepararse no solo para las emergencias térmicas, sino para frenar el avance de un cronómetro invisible que, día a día, acorta la juventud biológica de millones de personas. La lucha contra el cambio climático y la protección de los mayores se entrelazan aquí en una urgencia compartida: la de garantizar no solo una vida más larga, sino también un envejecimiento más justo y saludable.