Verano

El burnout de ocio, cuando las vacaciones se convierten en otra forma de agotamiento

El burnout de ocio
Descansando durante la vacaciones. Getty Images
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El verano está asociado a descanso, desconexión y tiempo para uno mismo. Sin embargo, para muchas personas, la temporada estival se transforma en un maratón de planes, compromisos y expectativas que termina por desgastar más que recargar las pilas antes de la vuelta al trabajo. Este fenómeno, conocido como burnout de ocio, describe el agotamiento emocional que surge cuando las vacaciones se gestionan con el mismo patrón de autoexigencia que el trabajo.

La psicología advierte que llenar el calendario con actividades, viajes y reuniones sociales puede derivar en un estrés comparable al laboral. Según Jorge Buenavida, psicólogo de Sanitas, la presión por “aprovechar al máximo” cada minuto de las vacaciones, unida a la exposición constante en redes sociales, genera comparaciones, sensación de insuficiencia y sobreplanificación. El resultado es un descanso ficticio que no cumple su propósito de recuperación.

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Un problema amplificado por la hiperconexión

La incapacidad para desconectar no es solo un tema relacionado con el ocio mal gestionado, ya que la tecnología ha añadido una capa extra de presión constante sobre lo que hacemos. Un estudio de DE-CIX revela que el 88% de los españoles permanece conectado durante sus vacaciones y el 93% accede a internet en verano. Esta dependencia digital dificulta la atención plena y aumenta el riesgo de agotamiento.

La Universidad Oberta de Catalunya advierte que mantener las rutinas del mundo laboral, aunque sea desde el teléfono móvil personal, impide separar lo profesional de lo personal y prolonga la disponibilidad las 24 horas. En este sentido, investigaciones de la Universidad de Tecnología de Swinburne, Australia, demuestran que la desconexión digital mejora el bienestar emocional, reduce el estrés y aumenta la satisfacción general. En el ámbito vacacional, estos efectos son determinantes, como también demuestra un estudio de la Universidad de Nijmegen, en Países Bajos, que indica que a partir del octavo día de desconexión real se alcanza el pico de bienestar individual.

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Es bueno no hacer nada a veces

La legislación española reconoce este derecho. La Ley de Protección de Datos y Garantía de los Derechos Digitales obliga a las empresas a garantizar la desconexión digital de sus trabajadores, también durante las vacaciones, para facilitar la conciliación personal y familiar. Sin embargo, la teoría no siempre se aplica a la práctica, bien por exceso de celo de una parte, o por sobrepasar las obligaciones de la otra.

Estrategias para disfrutar de un descanso real

Los expertos coinciden en que el primer paso para prevenir el burnout veraniego es redefinir el concepto de descanso. Esto implica romper con la idea de que unas buenas vacaciones se miden por la cantidad de actividades realizadas o la fotogenia de los destinos. Es importante reservar tiempo para no hacer nada, practicar los hobbies personales de cada uno sin prisas y permitirse tener momentos de calma como parte esencial para conseguir restituir los niveles de energía mental y física.

Otra recomendación clave es limitar la exposición a redes sociales. Dedicar momentos del día a estar completamente desconectado de la pantalla favorece que la atención se centre en las experiencias reales, sin comparaciones ni validación externa. Planificar vacaciones basadas en lo que realmente apetece, y no en lo que se espera social o familiarmente, reduce la sensación de obligación y la carga mental.

La capacidad de decir “no” es otra herramienta fundamental. Rechazar compromisos que no resultan atractivos protege el equilibrio emocional y ayuda a construir un tiempo libre más reparador. Establecer límites claros con el entorno permite transformar las vacaciones en un espacio genuino de bienestar.

Por último, las técnicas de relajación como el yoga, la meditación o los paseos en entornos naturales no solo facilitan la calma, sino que reducen marcadores fisiológicos de estrés como el cortisol. La integración de estas prácticas durante el verano aporta beneficios que se prolongan más allá de la vuelta a la rutina.

Una playa abarrotada

De la meritocracia del descanso al descanso real

Uno de los factores más insidiosos del burnout de ocio es la idea de que incluso el tiempo libre debe “rendir”. Bajo esta lógica, descansar se convierte en una tarea evaluable, dado que hay una forma “adecuada” de hacerlo y otra que implica “perder el tiempo”. Este enfoque, según Jorge Buenavida, distorsiona la esencia de las vacaciones y las convierte en otro escenario de competencia y productividad, donde la relajación genuina queda relegada.

Combatir esta dinámica implica aceptar que el descanso no siempre es medible ni visible, y que su valor reside precisamente en lo que no exige ni produce. En un contexto donde la vida laboral y personal están cada vez más entrelazadas por la tecnología, preservar espacios de desconexión consciente es un acto de autocuidado y, en muchos casos, de resistencia.

Las vacaciones deberían ser una pausa auténtica, no un sprint de ocio programado. Renunciar a la hiperplanificación, priorizar el bienestar personal y reconocer el derecho a no hacer nada son pasos esenciales para que el verano cumpla su verdadera función: recargar energía para vivir mejor, no para volver más cansado que cuando empezó.