Esclerosis múltiple

Luis Felipe Orozco, experto en medir lo 'invisible' de la esclerosis múltiple: "Estamos mucho más cerca de su cura"

Luis Felipe Orozco, director Global de Neurología en Sanofi. Candela Hornero
Compartir

En España, unas 55.000 personas conviven con una lista de síntomas que desgastan cuerpo y mente: fatiga persistente, problemas de visión, debilidad muscular, espasmos, dificultades de equilibrio, hormigueo en brazos y piernas. A ello se suman el deterioro cognitivo, la depresión, la ansiedad, el dolor o los trastornos en la esfera sexual. Por algo se le llama la enfermedad de las mil caras.

Se trata de la esclerosis múltiple, un trastorno crónico y degenerativo en el que el sistema inmune ataca por error a la mielina, la capa que protege las fibras nerviosas. Cuando esa cobertura se daña, los impulsos entre el cerebro y el resto del cuerpo se ralentizan o se interrumpen, provocando alteraciones motoras, cognitivas y sensoriales que impactan directamente en la calidad de vida.

PUEDE INTERESARTE

Los síntomas son tan variables como los pacientes. La mayoría atraviesa brotes o recaídas, episodios en los que surgen nuevos síntomas o empeoran los existentes, seguidos de períodos de recuperación parcial o total, conocidos como remisiones.

Sin embargo, en los últimos años la ciencia ha descubierto una realidad más difícil de detectar: incluso cuando los brotes desaparecen, la discapacidad sigue avanzando lentamente. Es la llamada progresión silenciosa.

PUEDE INTERESARTE

De ella habla Luis Felipe Orozco, director Global de Neurología en Sanofi, que lidera un nuevo paradigma para frenar esta fase de la enfermedad. Durante el European Committee for Treatment and Research in Multiple Sclerosis (ECTRIMS), el congreso internacional más importante sobre investigación y tratamiento de la esclerosis múltiple celebrado en Barcelona, atendió a la web de Informativos Telecinco.

Pregunta: Desde su experiencia global, ¿cómo ha evolucionado la investigación en esclerosis múltiple en los últimos años y hacia dónde nos dirigimos?

Respuesta: La evidencia siempre nos ha dicho que la esclerosis múltiple es una enfermedad crónica de origen inmune, que afecta al sistema nervioso. Cuando comenzamos a entender la biología de la enfermedad, nos enfocamos mucho en las recaídas para entender qué es lo que estaba pasando y cómo podíamos tratarlas.

Con el desarrollo de las imágenes cerebrales pudimos ver que aquello que el paciente manifestaba tenía una lesión asociada y durante los últimos 25 - 30 años nos volvimos muy expertos en el control de los brotes gracias al desarrollo de tratamientos.

Sin embargo, vimos que una buena proporción de los pacientes (un 30-40%) experimentaban una progresión sin que surgieran brotes, lo que generó todo un movimiento dentro de la ciencia para buscar por qué. La fatiga cada vez es mayor, tiene menos resistencia, quizás aquel que antes era capaz de correr 10 kilómetros ahora solo llega a uno; presenta más problemas gastrointestinales, de vejiga, como incontinencias; disfunción sexual o déficits cognitivos, etc.

Comenzamos a observar en las imágenes lesiones crónicas dentro del cerebro y hoy sabemos que ese proceso de deterioro progresivo está mediado por la activación de la microglía, la célula inmune del cerebro, que pertenecen activadas aunque no haya una recaída y provocan una inflamación dentro del sistema nervioso crónicamente, lo que causa una progresión de la discapacidad.

P: ¿Consideras que esto es un punto de inflexión en la investigación?

R: Sí, es un avance gigante. Actualmente estamos centrados en la progresión silenciosa y el siguiente hito que tenemos es revertir el daño. Todavía no podemos hablar de una cura de la esclerosis múltiple, pero estamos mucho más cerca de llegar a eso. Hace 15 años no veías a pacientes que fueran tan funcionales como los que vemos ahora. Es una bendición.

P: ¿Cuáles son los síntomas que son más difíciles de reconocer?

R: Tradicionalmente nos hemos centrado en los síntomas motores. Pero si tú escuchas la perspectiva del paciente es la fatiga y la cognición lo que más le afecta. Todo el mundo pregunta por lo motor y yo creo que lo no motor es la verdadera esclerosis múltiple.

P: ¿Qué herramientas o biomarcadores se están utilizando —o desarrollando— para medir esta progresión silenciosa?

R: Contamos con muy buenos métodos para ver y fotografiar el cerebro funcionalmente. Además, se están buscando herramientas para medir en sangre. Uno quisiera que con un análisis de sangre pudiéramos ver si la persona está en un periodo de recaída o de progresión, pero todavía no estamos ahí, aunque estamos mucho mejor que hace 3 años.

P: Esta medición de la progresión silenciosa, ¿es fácil aplicarlo a la clínica o todavía queda?

R: Yo creo que se está haciendo un gran esfuerzo, pero todavía no ha llegado a las clínicas. Los centros de esclerosis múltiple en España que están muy especializados sí miden la progresión silenciosa porque son muy conscientes de eso, pero no es lo típico.

Considero que en esto nos vamos a demorar un tiempo hasta que la práctica de un neurólogo general sea similar a la de un centro especializado en esclerosis múltiple

P: ¿Qué papel juegan el neurólogo y el propio paciente en el seguimiento de estos "signos invisibles"?

R: Lo primero es poder tener una conversación al respecto. Mucha gente no ha podido tenerla y es injusto. Existe una falta de alineación entre lo que el paciente vive y lo que el médico le pregunta.

Una persona con esclerosis múltiple en estas fases experimenta 15-16 síntomas al tiempo. Los médicos solo le preguntan por uno. Cerrar esa brecha entre lo que vive el paciente y lo que el médico le pregunta es una ganancia gigante porque eso implica que puedes hacer algo al respecto, que no es necesariamente un medicamento. Es terapia ocupacional, rehabilitación, adaptación en acciones, cambios de actividades... es una intervención multidisciplinaria.

P: ¿Cómo está usándose esta información en el desarrollo de fármacos?

R: Hay muchos fármacos en desarrollo para las recaídas porque todavía hay campo por mejorar. Actualmente tenemos el control de las recaídas en el 90% de los casos, por lo que todavía nos quedan lagunas. Ahora los pacientes con esclerosis múltiple viven vidas muy largas y tenemos que pensar en el tratamiento a largo plazo. Todavía tenemos un 10% que tenemos que mejorar.

En nuestro caso, el esfuerzo está muy centrado en los fármacos que nos puedan ayudar a frenar la progresión silenciosa de la discapacidad. Queremos llegar al sistema nervioso y poder apagar las células que estén provocando esa inflamación crónica en el cerebro. Nuestra tercera fase sería movernos a reparación y reversión del daño.

Nos encontramos en el desarrollo de un fármaco que está en las fases finales de ensayo clínico, a la espera de la aprobación por la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) y por la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA).

P: ¿Los nuevos fármacos para la progresión silenciosa actúan más sobre alguna diana en específico?

R: Estamos empezando a comprender mejor el impacto de reducir la activación de ciertas células. Sabemos que la microglía es la que desencadena esa discapacidad que se manifiesta de manera distinta en cada persona. Con los fármacos que estamos desarrollando conseguimos modificar la actividad de estas microglías y estamos observando sus efectos.

Analizamos todo: la función cognitiva, motora, la destreza, la fatiga… y en este congreso estamos conociendo resultados muy relevantes.

P: ¿Qué barreras hay todavía en la atención a personas con esclerosis múltiple que deberían superarse?

R: La primera es la comunicación. La segunda gran barrera es cómo el sistema de salud se va a adaptar a esta nueva forma de entender la enfermedad. Si el neurólogo cambia la manera en la que entiende la enfermedad, también debe transformar la práctica alrededor de ella. Eso implica repensar los tiempos de consulta y se necesitarán más laboratorios con biomarcadores y capacidad de análisis. Y esto no solo afecta a la esclerosis múltiple: toda la neurología está cambiando.

La neurología, que antes se basaba en la exploración clínica con martillos de reflejos, linternas o pequeños instrumentos, ahora se orienta a pruebas de imagen y biomarcadores. Esto obliga a repensar cómo se organiza la atención. No podemos olvidar al neurólogo que trabaja en áreas rurales o ciudades pequeñas. Para mí, esta adaptación de los sistemas de salud es una barrera enorme.

P: ¿Qué papel tiene la inteligencia artificial o la digitalización en la detección y medición de la progresión invisible?

R: La IA tiene un potencial enorme en neurología. Nosotros estamos impulsando distintos pilotos para aprovechar estas herramientas en la detección temprana de la discapacidad. La idea es poder medirla de forma sencilla, con dispositivos o análisis de datos aplicables en la vida diaria, sin añadir una carga excesiva al sistema de salud.

También apoyamos iniciativas que desarrollan cuestionarios simples con toda la información recogida durante años y que ha sido procesada por la IA. En Europa, por ejemplo, existe la iniciativa PROMS (Patient Reported Outcome for MS), que recopila datos sobre la calidad de vida de las personas con esclerosis múltiple. Ahora, gracias a la IA, podemos reinterpretar esos datos bajo la lupa de la discapacidad: sacar conclusiones, desarrollar nuevos instrumentos y entender qué funciona y qué no.

Además, la IA también está revolucionando el desarrollo de medicamentos, como la identificación de marcadores digitales.

P: Si tuviera que definir en una frase el futuro de la esclerosis múltiple, ¿cuál sería?

R: Desafiar la discapacidad.