Por qué las arterias se inflaman a partir de los 50 años, según un estudio
Una explicación de por qué a partir de la mediana edad se incrementa tanto el riesgo de infarto o ictus
El hábito que podría estar elevando tu presión arterial sin darte cuenta
Cuando llegamos a los 50 años, nuestro sistema vascular se encuentra con una encrucijada que va más allá de la presión arterial o el colesterol. Y es que se inicia una fase en la que las arterias empiezan a endurecerse, perder elasticidad y acumulan cambios inflamatorios que aumentan el riesgo cardiovascular. Investigaciones recientes detallan cómo este fenómeno, que es conocido en la literatura médica como envejecimiento vascular, da explicación a por qué a partir de la mediana edad se incrementan dramáticamente los eventos como infarto o ictus.
Pero lo primero es saber lo que significa que las arterias se “inflamen”. No se trata de una inflamación aguda como ocurriría con una infección, sino de un estado persistente de bajo grado, asociado al paso del tiempo, al daño oxidativo y al estrés mecánico sobre la pared arterial. En definitiva, se trata de una condición caracterizada por niveles elevados de marcadores inflamatorios sanguíneos que lleva a una alta susceptibilidad a enfermedades cardiovasculares en personas mayores.
En paralelo, la rigidez arterial, que puede medirse mediante la velocidad de onda del pulso, se acelera también a partir de los 50 años de edad, según un trabajo español que hace hincapié en este hecho. Por tanto, la “inflamación” en este contexto debe entenderse como la acumulación de cambios estructurales, funcionales y bioquímicos en la pared arterial que reducen su adaptabilidad.
¿Por qué pasa a partir de los 50?
Ese punto de inflexión cuando llegamos al medio siglo de vida no es arbitrario. Una investigación reciente concluye que el envejecimiento de los vasos sanguíneos se acelera a partir de los 50 años y que este fenómeno es especialmente evidente en el sistema cardiovascular según otro estudio más sobre el tema. A ello hay que sumar que los grandes vasos sanguíneos sufren una pérdida de fibrógeno y elastina frente a un aumento de colágeno y depósitos calcificados, lo que agrava su rigidez.
Estos cambios estructurales se combinan con una subida progresiva de la velocidad de onda del pulso, uno de los biomarcadores más fiables para medir el envejecimiento vascular. Es decir, el compendio de estrés hemodinámico acumulado, inflamación de bajo grado y alteración de la matriz extracelular convierte las arterias en tejido cada vez menos flexible.
¿Y qué implicaciones tiene para la salud?
El endurecimiento y alteración funcional de las arterias tiene efectos que van desde la subida de la presión arterial, al aumento de la carga sobre el corazón, la microvasculatura cerebral o renal, hasta un mayor riesgo de eventos como ictus o infarto. Por ejemplo, uno de los estudios citados plantea que la inflamación relacionada con el envejecimiento mediado por el inflamm‑aging actúa como factor de riesgo para enfermedades cardiovasculares en personas mayores.
Cuando las arterias pierden elasticidad, el corazón debe trabajar más para impulsar la sangre y ello se traduce en mayor carga mecánica, daño vascular y posibilidad de ruptura de placas de ateroma o microlesiones.
Además, el hecho de que la progresión de la aterosclerosis ocurra incluso en personas aparentemente sanas entre los 40 y 50 años, como ha documentado un estudio, que detectó placas de grasa en el 40% de los individuos de 40‑50 años sanos, sugiere que los procesos “silenciosos” de los vasos sanguíneos ya están en marcha incluso antes de los 50 años. Así pues, aunque la inflamación arterial se hace visible o medible a partir de los 50, se trata tan solo de la punta del iceberg de una serie de cambios iniciados antes.
¿Qué se puede hacer para frenar este proceso?
Por fortuna, aunque el envejecimiento vascular es inevitable en su mínima expresión, sí es parcialmente modulable. Las investigaciones y estudios científicos coinciden en que cambios en el estilo de vida y en el control de los factores de riesgo pueden mejorar la elasticidad de la pared arterial.
Entre las medidas clave se encuentran la práctica regular de ejercicio físico, la dieta rica en frutas, verduras y baja en alimentos procesados, el control adecuado de la presión arterial, colesterol, glucemia y tabaquismo. De hecho, intervenir tempranamente en los procesos inflamatorios podría, en teoría, llegar a prevenir o retrasar el inicio de la fragilidad cardiovascular.
El mensaje es claro: al cumplir los 50 no tienes que resignarte a que las arterias se inflamen sin actuar, sino que tienes margen de maniobra.
