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Tu forma de caminar a los 50 años puede revelar señales de deterioro cerebral

La velocidad al caminar a ciertas edades puede ser signo de otros problemas
La velocidad al caminar a ciertas edades puede ser signo de otros problemasGetty Images
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Caminar no solo mantiene el cuerpo activo: puede revelar cómo envejece el cerebro. Una investigación publicada en JAMA Network Open ha demostrado que la velocidad al caminar a los 45 años podría ser un marcador temprano de deterioro cerebral. El hallazgo es fruto de un estudio que siguió durante décadas a más de 900 personas en Nueva Zelanda, y sugiere que algo tan cotidiano como nuestro paso nos puede dar información clave sobre la salud neurológica, la memoria y el ritmo de envejecimiento de nuestro organismo.

Lejos de ser un simple indicador físico, la forma de caminar, teniendo en cuenta la velocidad, coordinación y estabilidad, está estrechamente vinculada a procesos neuronales complejos que involucran el cerebelo, la corteza motora y los circuitos frontales. De hecho, el Instituto Nacional sobre el Envejecimiento (NIH) de Estados Unidos respalda la idea de que una marcha más lenta en la mediana edad puede reflejar un envejecimiento acelerado del cerebro incluso antes de que aparezcan los primeros síntomas cognitivos.

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Los expertos advierten que la marcha es una “ventana” del cerebro, y que su observación clínica podría servir para detectar precozmente a quienes corren más riesgo de sufrir deterioro cognitivo o demencia en el futuro. De hecho, los autores afirman que ““los indicadores físicos y biológicos del envejecimiento acelerado, incluida la integridad cerebral comprometida (p. ej., volumen cerebral y espesor cortical reducidos), se asociaron con una marcha lenta medida a los 45 años”. 

¿Qué vieron exactamente en el cerebro?

En resonancia magnética, los participantes con marcha más lenta presentaron “menor volumen cerebral, mayor adelgazamiento cortical y más hiperintensidades en la sustancia blanca”. Estas hiperintensidades de sustancia blanca son lesiones asociadas a declive cognitivo y demencia, según recuerdan los propios autores. No estamos hablando de pacientes con una edad muy avanzada, sino de personas desde 45 años en una cohorte seguida desde el nacimiento. 

La lectura institucional del hallazgo, publicada por el National Institute on Aging, va en la misma línea: “Caminar a una velocidad lenta a los 45 años se asoció con una peor salud física y cerebral, lo que indica un envejecimiento más rápido que en quienes caminan más rápido”. Es decir, a esa edad, la marcha lenta ya delata un envejecimiento más rápido del cuerpo y del cerebro. 

Caminando en pareja

Cómo medir la velocidad a la que caminas

La velocidad a la que caminas puede medirse de una forma normalizada. Por ejemplo, está la prueba de velocidad de marcha de 4 metros del NIH Toolbox, que solo requiere recorrer en línea recta una distancia de 4 metros. Sin lugar a dudas, se trata de una prueba simple, pero conviene hacerla en entorno sanitario para interpretar los valores en un contexto clínico (fuerza, equilibrio, comorbilidades). 

En cualquier caso, también es importante tener presente que la velocidad de marcha es un signo, no un diagnóstico. Si notas que tu ritmo disminuye o te cuesta mantener una caminata a paso vivo, conviene consultar con tu médico o con especialistas. Como estrategia general, la OMS recuerda que los adultos “deberían realizar al menos 150 minutos de actividad física de intensidad moderada a lo largo de la semana”, y que caminar a paso ligero cuenta. Además también se recomienda realizar trabajo de fuerza 2 días/semana. Mantener (o recuperar) esa dosis de actividad ayuda a preservar la capacidad funcional y protege la salud cardiometabólica y cerebral. 

Por qué importa a partir de los 45 (y después)

La originalidad del estudio de Dunedin es el margen temporal que lo enmarca, ya que sirve como demostración de que lo que muchas veces atribuimos a la vejez ya empieza a asomar en la mediana edad. Ese “resumen” del envejecimiento que ofrece la marcha permite detectar a tiempo para todos aquellos que podrían necesitar intervención y seguimiento, antes de que aparezcan síntomas clínicos mayores. 

En definitiva, que si a los 45 (o a los 50), notas que cada vez caminas más despacio, no es solo una cuestión de forma física; puede ser la primera pista de que tu cerebro, y tu cuerpo, necesitan algo de atención extra. Medir la marcha con método e integrar ejercicio regular según las guías no son simples detalles para tener un buen físico de cara a la galería, sino que se convierten en herramientas de prevención neurológica en el sentido más estricto.