El bajón de la nueva normalidad: "No he sido consciente de todo lo que ha pasado hasta que he parado en vacaciones"

  • Adela Villar, psicóloga en una clínica de Barcelona explica que ha subido mucho la demanda de atención psicológica en junio y que es algo que notan también sus colegas psicólogos y psiquiatras

  • Aguantamos el estrés como podemos, y cuando volvemos a la normalidad nos da el bajón anímico

  • "Es como si hubiésemos vivido en una burbuja desde marzo y ahora la sobreinformación está provocando más ansiedad, hipocondría, depresión y estrés"

La nueva normalidad ya no es tan nueva. Poco a poco nos hemos habituado a esta peculiar situación igual que en marzo nos acostumbramos al confinamiento y en mayo a la desescalada. Sin embargo, ahora que llega la calma son muchos los que empiezan a notar las secuelas psicológicas.

Que levante la mano quien no haya tenido un ‘mental breakdown’ durante estos meses. Todos hemos roto a llorar en algún momento por incertidumbre, por miedo o por frustración. Es sano y comprensible saturarnos. Lo que resulta intrigante para muchos es que ahora, dos meses después de que comenzase a instaurarse la nueva normalidad, las secuelas psicológicas estén empezando a salir a la luz.

El estrés mantenido y su influencia en la salud

Adela Villar, psicóloga en una clínica de Barcelona, pone cifras a este fenómeno. "De media suelo tratar a entre quince y veinte personas al mes. Pues en junio he tenido que programar citas con treinta y siete pacientes", relata. "Ha subido mucho la demanda de atención psicológica, y no es algo que solo note yo. Lo hablo con colegas psicólogos y psiquiatras y también lo notan".

Al preguntarle por el origen de este bajón colectivo, Adela hipotetiza varias causas. “Por un lado, muchos no han pedido ayuda antes porque nada más comenzar la desescalada les daba miedo exponerse a contacto social con desconocidos. Aun así, la mayoría están comenzando ahora a encontrarse peor. Al salir a la calle, hablar con gente y conocer las repercusiones del coronavirus durante estos meses, se dan cuenta de lo duro que ha sido. Es como si hubiésemos vivido en una burbuja desde marzo y ahora la sobreinformación está provocando más ansiedad, hipocondría, depresión y estrés”.

Este 'boom' de trastornos psicológicos no es algo incomprensible. Hans Selye, fisiólogo y médico austriaco, elaboró una teoría que explica por qué sucede este fenómeno: Según Selye, el estrés mantenido provoca un aumento de cortisol. Si los niveles de esta hormona son elevados durante mucho tiempo, aumenta el riesgo de sufrir problemas inmunológicos y trastornos psicológicos como la depresión, ansiedad generalizada o estrés postraumático.

En otras palabras, aguantamos el estrés como podemos, y cuando volvemos a la normalidad nos da el bajón anímico.

“He empezado a ir a terapia porque desde mediados de junio estoy fatal”

"Ahora que tengo vacaciones me doy cuenta de todo lo que ha pasado", confiesa Carmen, de 21 años. "El estrés de la universidad, el ERTE en el trabajo, el miedo a que algún familiar enfermase, el no poder ver a mis amigos, el tener que pasar la cuarentena sola porque mis compañeros de piso se volvieron a su ciudad. En su día fui manejando todo esto, pero ahora me ha caído encima como una jarra de agua helada".

Carmen ha comenzado a ir al psicólogo, y como ella decenas de jóvenes. "Me dio un ataque de ansiedad en una tienda de ropa", recuerda Julia, de 25 años. "Me di cuenta de que no estaba bien y se lo conté a mis padres. He empezado a ir a terapia porque desde mediados de junio estoy fatal. Duermo mal, tengo miedo de que vuelva a haber contagios y que afecten a mi familia, me da pánico que mis padres viajen. Vivo con una sensación de angustia constante".

Alberto, de 19 años, también está experimentando las secuelas de la nueva normalidad. "Mis amigos dicen que estoy más irascible y me he dado cuenta de que es por estrés mantenido. Mi hermano y mi padre tuvieron el coronavirus y tuve que hacer frente de toda la situación. Hacer la compra, ir a la farmacia, informar a la familia… Ahora que están bien y ya no tengo esa responsabilidad, me he venido abajo", confiesa.

¿Se trata de un nuevo síndrome psicológico?

Al igual que se acuñó el 'síndrome de la cabaña', es cuestión de días que se proponga un nuevo término para esta nueva situación. El problema es que estas etiquetas diagnósticas muchas veces carecen de fiabilidad científica y, lo más importante, de utilidad clínica. Nos empeñamos en proponer nuevos términos psicológicos, a cada cuál más llamativo, cuando en realidad lo que sucede es que hemos vivido una situación tremendamente estresante con potenciales secuelas mentales.

El bajón de la nueva normalidad es simple y llanamente 'estrés cronificado', y en la mayoría de los casos es lógico sentirse agobiado. Al fin y al cabo, la pandemia ha afectado a nuestra salud, a nuestra vida social, a nuestros estudios, a nuestra economía y a nuestro futuro laboral. Lo extraño sería no preocuparnos.

Sin embargo, una cosa es un ligero agobio, y otra diferente sentir ansiedad, depresión o estrés desproporcionado e incapacitante. Cuando el malestar se vuelve insostenible, lo ideal es pedir ayuda profesional.