El coronavirus o la democracia del miedo: Cuánto nos quedará de libertad cuando todo pase

  • Un filósofo, un politólogo y un sociólogo comparten sus opiniones sobre la democracia en tiempos de coronavirus

El coronavirus amenaza la vida, pero muchos alertan de que también amenaza nuestros derechos y libertades. Cuando se apaguen los respiradores, porque no los necesitemos, habrá que preguntarse qué quedará de nuestra democracia bajo meses de confinamiento, monitorización por gps, geolocalización y militares por las calles por nuestro bien y nuestra seguridad. ¿Los balcones que aplauden o los que vigilan?

Nos regalan miedo para vendernos seguridad Ajo Micropoetisa

Estos riesgos los percibe el filósofo Daniel Innerarity, autor de Una democracia compleja que advierte de cómo las medidas tomadas para evitar la propagación del coronavirus son al mismo tiempo un torpedo a los derechos ciudadanos y a nuestras libertades.

"Las medidas de excepción aprobadas podrían establecer un precedente peligroso y un recorte de libertades que sería aceptable por las poblaciones atemorizadas. Al mismo tiempo, la larga lista de fracasos colectivos que cosechan nuestras democracias convierte en especialmente tentadoras a las promesas de una eficacia a costa de las formalidades democráticas. La democracia, que ha ido sobreviviendo a los cambios de formato y a los cambios de problemas, se encuentra ahora en una encrucijada para la que no tiene precedentes. La supervivencia de la democracia está acondicionada a que sea capaz de actuar en los actuales entornos de complejidad, compatibilizando las expectativas de eficacia y los requerimientos de legitimidad."

El futuro distópico que pintaban películas y series era esto: Poblaciones enteras controladas por drones que vigilan el cumplimiento de las restricciones de movilidad, monitorización telemática de enfermos para evitar que violen el confinamiento y ahora los políticos hablan de una eventual posibilidad de ser sometidos a un test que en caso de dar positivo te obligará a una reclusión en un espacio habilitado por el Gobierno.

El ministro de Justicia Juan Carlos Campo defendía el confinamiento obligatorio para los positivos en caso de que se aprobara, aludiendo a que "los ciudadanos tienen la obligación de no contagiar a su vecinos", a pesar de las dudas de inconstitucionalidad que esta medida conlleva.

Los politólogos, Manuel Romero y Jorge Lago, del Instituto de Estudios Culturales y Cambio Social la idea del filósofo César Rendueles que afirma que "creer que los derechos humanos y democráticos son solo para cuando nos los podemos permitir, pero no cuando estamos en situaciones excepcionales de crisis, es no creer en absoluto en los derechos humanos y democráticos. Es precisamente en tiempos de excepcionalidad cuando más importante son los valores democráticos."

Romero y Lago coinciden en analizar las medidas del Gobierno para frenar el coronavirus "como dos caras de la misma moneda. Por un lado, una clara restricción de libertades bajo el argumento de que se trata de medidas imprescindible para evitar la reproducción del virus. Por otro lado, la intervención del Estado también es susceptible de ser leída como la profundización de los valores democráticos mediante el blindaje de los servicios públicos, de una mayor inversión en gasto social y de una ampliación de los sistemas de asistencia que distribuyen la riqueza social. Sin esta segunda dimensión de la intervención del Estado, sin seguridad material y servicios públicos, el poder se convierte en meramente represivo."

La eficacia de China en la gestión del coronavirus tras años de autoritarismo

El estado de alarma no justifica pasar por encima a las libertades, censurar a los críticos borrar derechos, como ha hecho China. Sin embargo muchos alaban con admiración al Gobierno de Pekín olvidando que persiguió y reprimió a los médicos que advirtieron de la epidemia del coronavirus

El ensayista y profesor de la Universidad Vasca rechaza este "modelo de eficacia" de China que nos están vendiendo cuando lo evidente es que "los regímenes autoritarios tienen un problema con la información en un doble sentido, hacia fuera y hacia dentro. Estamos todos pagando sus consecuencias. Hubiéramos preferido que nos suministraran información verdadera a tiempo, que mascarillas a destiempo. Algún día habrá que activar los escasos procedimientos globales para exigir -a China- sus responsabilidades en la causa y la extensión de la pandemia."

Detrás de la supuesta eficacia china hay décadas de de políticas autoritarias y de control social, no de un par de meses de Estado de excepción: ninguno de los admiradores actuales de la gestión china aceptaría para sí esas décadas de autoritarismo

"Hay una tentación de pensar que el problema es la democracia; en cambio, el modelo chino parece exitoso comparadas con nuestra lentitud a la hora de tomar decisiones, la debilidad de nuestro control social y el recato a la hora de invadir la privacidad de las personas, los sistemas totalitarios estarían mejor equipados para ese tipo de situaciones. Y dado que las turbulencias y las crisis van a ser la nueva normalidad, la tentación de ahorrarse los formalismos y derechos democráticos resulta muy poderosa. Ahora bien, en mi opinión, aunque los gobiernos democráticos tienen muchos problemas de ineficacia, pero ni estos problemas se deben a que tienen que respetar la voluntad popular y los procedimientos legales, ni las autocracias son un modelo de eficacia", explica Innerarty.

Jorge Lago, profesor de Teoría Política en la Universidad Carlos III de Madrid, también rechaza la exaltación del modelo chino que escuchamos continuamente en relación con el control de la pandemia de COVID-19, cuando para este estudioso lo que ha hecho China es proteger "el régimen político, no a la población".

"La supuesta eficacia del modelo de gestión chino frente a la crisis no tiene que ver con la protección de la salud y el bienestar de su ciudadanía, sino con la protección y supervivencia del régimen político. Y para evitar esa crisis se está dispuesto a recurrir a formas de control social que no aceptaríamos en occidente".

Eso por una parte, advierte Lago y Manuel Romero, al frente del Instituto de Estudios Culturales y Cambio Social a la desconfianza que generan los datos provenientes de China, a "tomar con cierta precaución", porque "el control de la información forma parte consustancial de un régimen político autoritario" y porque "muchas de las actuaciones políticas actuales dependen de décadas de políticas autoritarias y de control social, no de un par de meses de Estado de excepción: ninguno de los admiradores actuales de la gestión china aceptaría para sí esas décadas de autoritarismo.

En último lugar, porque esa supuesta eficacia actual ignora que los procesos de hiperindustrialización, entre ellos de la industria agroalimentaria y del salvaje desarrollo urbano que han tenido lugar en China, no son en absoluto ajenos al surgimiento mismo del coronavirus. Sin embargo, subrayan "estos procesos salvajes de industrialización y urbanización han tenido lugar en otros lugares de occidente, pero han convivido con una capacidad de reacción política ciudadana impensables en China.

Las lecciones de las crisis que nunca aprendemos

Daniel Innerarty es bastante escéptico sobre nuestra capacidad como sociedad para aprender de las crisis que se suceden, porque andamos distraídos en lo inmediato sin apenas capacidad para prevenir u organizarnos, a pesar del positivismo de los manuales de autoayuda que nos recuerdan cuán útil pueden resultarnos las crisis.

"Repiten los libros de autoayuda que no debemos malgastar una buena crisis, que son momentos de oportunidad; toda la retórica de la construcción europea se ha entendido como una sucesión de respuestas a sus continuas crisis. Las crisis son momentos de cambio por las mismas razones que pueden serlo de conservación o de retroceso. Que nos decidamos por lo uno o lo otro es algo que no nos enseña ningún manual para salir de las crisis, sino que depende de las decisiones que adoptemos.

Lo más revelador a este respecto es que las crisis nos siguen sorprendiendo, que el presente funciona como una gigantesca distracción, tenemos una obsesiva atención a lo inmediato, la centralidad que tiene en nuestras democracias el elemento competitivo, nuestra escasa capacidad estratégica y de previsión. Puede ocurrir que sea más fácil encontrar una vacuna que aprender de una crisis como esta."

Naomi Klein en 'La Doctrina del Shock' hablaba de las posibilidades que ofrecían las catástrofes -una pandemia lo es- para que el capitalismo lo viera cómo una oportunidad, usando "el miedo y el desorden como catalizador de un nuevo salto hacia adelante".

El miedo es peor que las epidemias, puede ser un fiel aliado del poder para aprovechar el contagio social y corroer "el orden social, la desafección política y la desconfianza en las instituciones", en definitiva, "las bases de las democracias liberales y los estados sociales."

"Solo podemos ejercer nuestros derechos y libertades si gozamos de la seguridad material para ejercerlos: si no se tiene miedo a ser despedido, desahuciado, a no poder pagar la comida o la educación y bienestar de los hijos, etcétera. Lo que sucede en crisis sociales y económicas como en la que nos adentramos es que si no se garantiza la seguridad material del conjunto de la ciudadanía, se generaliza el miedo: se teme por uno mismo y por los demás, por todos los que pueden perderlo todo y se vuelven una amenaza para uno mismo. Ahí es donde se cambia seguridad material por vigilancia, control, autoritarismo", aseguran los investigadores del Insituto de Estudios Culturales y Cambio social.

La democracia después del coronavirus: Entre los balcones que aplauden y los que vigilan

Para Daniel Inneraty "esta crisis sanitaria pondrá a prueba muchas cosas y que algunas de ellas no volverán a ser lo que eran, entre las cuales estaría la democracia. Ya se ha suscitado un intenso debate entre quienes piensan que esta crisis supondrá un revulsivo que derribará al capitalismo y quienes presagian un sistema de control que consolidará las tendencias autoritarias inscritas en eso que llamamos democracias iliberales".

Lago y Cabello, creen que "el retorno a la normalidad tal y como la conocíamos" no será el mismo, pero inciden en que "es crucial actuar políticamente para definir desde hoy cómo será la nueva normalidad. Puede ir en la dirección de los balcones que aplauden y cuidan unos de otros, también de lo que es de todos como la sanidad o, en la dirección que ya muestran esos balcones que vigilan