El dilema del erizo: la enseñanza psicológica que ayuda a lidiar con los apegos en las relaciones

  • Unos padres sobreprotectores o autoritarios, un amigo que nos traiciona o una relación amorosa repleta de celos son experiencias que pueden influenciar en nuestra forma de apegarnos

  • La importancia del apego influyó en el filósofo Arthur Schopenhauer, autor del famoso dilema del erizo

El apego es un vínculo natural, inevitable y sano con otras personas, o al menos así debería ser. Sin embargo, la falta de límites, la dependencia emocional y la frialdad emocional pueden afectar a nuestra tendencia natural a establecer apegos.

El problema es que no nacemos sabiendo. A veces confiamos en una persona que nos daña y en ocasiones somos nosotros quienes cometemos errores en nuestras relaciones. Todas estas experiencias van a condicionar nuestros apegos. En otras palabras, van a definir quiénes somos, qué sentimos y cómo actuamos. Por eso es tan importante desarrollar un apego seguro desde la infancia.

¿Qué es el apego?

El apego es el lazo afectivo que desarrollamos con las personas que nos rodean. Primero con nuestros padres, que rápidamente se convierten en el vínculo más fuerte y estable de nuestra vida. Concretamente, el apego surge entre los 6 y 7 meses de vida. Después se va estabilizando y volviéndose más sólido hasta los 2 años y medio.

Cuando empezamos a ir al colegio descubrimos que el apego no es algo exclusivo entre padres e hijos. Comenzamos a entablar amistades y poco a poco desarrollamos esa conexión especial con nuestros compañeros. El apego se va diferenciando.

Con la llegada de la adolescencia surge el primer amor. Intenso, alocado y ‘para toda la vida’. El vínculo afectivo se vuelve tremendamente potente, siendo nuestra primera relación sería una experiencia vital para el desarrollo del apego.

Posteriormente las relaciones se vuelven más maduras y complejas. Comenzamos a llevarnos mejor con nuestros padres, respetamos la autonomía de nuestros amigos, y desterramos los mitos tóxicos del amor romántico típico de Disney.

Por qué es tan importante

Inicialmente, autores como Sigmund Freud creían que un bebé se apegaba a su madre porque le alimentaba, le daba seguridad y le proporcionaba diversión y cuidados. Con el desarrollo de la psicología, se descubrió que el apego es un vínculo independiente de la satisfacción de cualquier otra necesidad.

El experimento que influyó en este cambio de perspectiva fue el de Margaret y Harry Harlow, un matrimonio especializado en el estudio de primates: aislaron a varias crías de chimpancés de sus madres y las situaron en jaulas. En dichas jaulas colocaron dos madres artificiales. Una hecha de metal duro y frío y otra de felpa suave y cálida. Aunque la madre de metal era la que proporcionaba alimento, las crías de chimpancé se apegaron a la madre de felpa.

Por lo tanto, el apego es algo más que un ‘yo te doy y tú me das’. Se trata de una unión con base biológica en humanos y otras especies de animales que va más allá de la necesidad de alimento o de protección. Se trata de una tendencia única a amar y ser amados.

Dilema del erizo: dependencia vs. desvinculación

Tener unos padres demasiado protectores, fríos o autoritarios influirá en nuestras relaciones futuras. Que nuestro mejor amigo de repente pase de nosotros marcará nuestra personalidad. Un primer amor repleto de celos y toxicidad hará mella en nuestra inteligencia interpersonal. En otras palabras, nuestras relaciones durante la infancia y la adolescencia pueden influenciar en el apego que desarrollamos.

La importancia del apego influyó en el filósofo Arthur Schopenhauer y en 1851 escribió una pequeña reflexión al respecto en uno de sus libros: “En un día de mucho frío, un grupo de erizos que se encontraban cerca sintieron una gran necesidad de calor. Para satisfacerla, acercaron sus cuerpos. El problema es que cuanto más se acercaban, más dolor causaban las púas del cuerpo del erizo vecino. Sin embargo, al alejarse, cada vez tenían más frío. La ambivalencia entre el dolor y el frío les obligó a ir cambiando la distancia hasta que encontraron la separación óptima.”

Lo que el filósofo trataba de reflejar en el dilema del erizo es que cuanto más cercano sea el vínculo entre dos personas, habrá más probabilidades de que se hagan daño. En la cara opuesta de la moneda, cuanto más nos aislemos y alejemos de los demás, más probable es que sintamos angustia y ansiedad al estar solos.

Cómo crear un apego estable

El primer paso para tener un apego estable es autoconocernos. Reflexiona sobre la relación con tus padres, con tus amigos y con tus antiguos amores.

Una misma situación puede hacer que dos personas reaccionen de forma totalmente opuesta. Por ejemplo, una relación de pareja con celos, posesividad y faltas de respeto hará que algunas personas se vuelvan dependientes e inseguras, mientras que otras se volverán frías y desapegadas para no pasar nunca más por lo mismo.

Si una simple relación puede provocar reacciones tan dispares, imagínate una vida entera llena de experiencias interpersonales diferentes.

Por lo tanto, la única persona capaz de conocer al cien por cien su apego eres tú mismo. Reflexiona, dedícate tiempo y entiende cómo eres y por qué.

  • Si descubres cierta dependencia emocional, tu trabajo psicológico será trabajar la autonomía. Crea límites más sólidos con las personas que te rodean y pierde el miedo a ser autosuficiente.
  • desapegado, tendrás que esforzarte para crear vínculos sólidos. Que una persona te haya hecho daño no significa que se vaya a repetir la misma situación con todos los que te rodean.

A veces trabajar nuestros apegos en solitario es difícil. Si lo necesitas, pide ayuda o bien a amigos y familiares, o bien a un profesional. Un psicólogo te puede enseñar herramientas para ser autosuficiente y tener relaciones sanas con vínculos, límites y comunicación.