David Dorenbaum, psicoanalista: “La mente encuentra lugares de descanso si le damos la oportunidad de hacerlo”

  • Entrevista al psiquiatra y psicoanalista mexicano David Dorenbaum sobre su libro ‘Divaneos’

  • Dorenbaum reflexiona sobre algunos de los temas que recoge en su libro: la necesidad de vivir la sencillez y de aprender a convivir con la complejidad

  • El psicoanalista reivindica la importancia de encontrar y generar espacios de introspección y de pausa en una cultura que nos empuja a no parar

Hablar con David Dorenbaum es comprender el verdadero significado de la metáfora: la metáfora entendida no como un simple recurso literario que embellece el lenguaje, sino como recurso para la vida, para entender la vida y, por extensión, al ser humano.

Como buen psicoanalista, Dorenbaum domina ese recurso más allá de lo estrictamente literario…algo que ya saben bien quienes han tenido la ocasión de leer sus artículos publicados en El País Semanal, donde es colaborador regular.

La entrevista con Dorenbaum (por videoconferencia Madrid-Toronto) fue una conversación -como no podía ser de otra manera- llena de metáforas. Porque así es como habla este médico psiquiatra mexicano afincado desde hace 40 años en Canadá, donde es profesor en la Facultad de Medicina de la Univesidad de Toronto.

Divaneos (Península, 2022) es el último libro de David Dorenbaum. En él recoge algunos de esos artículos publicados originalmente en El País Semanal pero que como él mismo reconoce en el prólogo: “ya no son los mismos, su trayectoria, no yo, los ha transformado”. Divaneos es mucho más que una recopilación de artículos. La cuidada disposición de los textos lo convierte en una obra completamente nueva, con sentido por sí misma.

Divaneos es un viaje de lo pequeño a lo grande, de las pequeñas cosas de la vida, al desafío que supone en estos tiempos de incertidumbre convivir con la complejidad. En la primera parte del libro, que titula Vivir la sencillez, Dorenbaum nos invita a reconectar con esas pequeñas cosas de la vida que tal vez no sean las más vistosas o aparentes, pero que esconden la verdadera esencia de la vida. Vivir la sencillez puede resultar muy disruptivo en una sociedad como la nuestra, adicta a la acción y que, sobre todo, valora la productividad.

No hay un dominio o área de nuestra vida o actividades que no haya sido tocada por la pandemia (David Dorenbaum, psicoanalista)

Pregunta: Eso de la adicción a la acción me recuerda una conversación que tuve con una amiga hace algunos años: me dijo que ella aprovechaba su clase de pilates semanal para hacer mentalmente la lista de la compra. Mientras subía la pelvis, bajaba la pierna o estiraba los brazos, su atención estaba muy lejos de allí, husmeando en su despensa. ¿Qué sentido tiene esto, que además es tan habitual? ¿Por qué nos cuesta tanto conectar con esas pequeñas cosas de la vida cotidiana y desconectar de tanta actividad mental?

Respuesta: Eso es muy interesante, sí; yo, por ejemplo, soy muy de hacer ejercicio. Soy psicoanalista y paso muchas horas sentado escuchando a mis pacientes. Mi trabajo es muy sedentario. Entonces, antes de llegar a la oficina, camino, ando en bicicleta, me voy al gimnasio de la Universidad de Toronto -donde soy profesor- y hago mis ejercicios. Por un periodo bastante prolongado yo era nadador. Ahora combino varias actividades, pero la natación, a mí siempre me ha fascinado. Entonces yo me sumergía, me echaba mi chapuzón en la alberca, como decimos en México, en la piscina y pues una hora. Una vez, una señora, saliendo yo de la piscina, me toca y me dice: “oiga señor, y usted se mete ahí una hora todos los días ¿y en qué piensa usted mientras está usted nadando?, ¿no se aburre usted?” Y le digo: “no señora, pues yo pienso en el agua, porque estoy en el agua. Pienso en el agua…y cuando siento la urgencia de escapar del agua, pienso en una sopa”, le digo. Porque como que la sopa es algo también muy calmante para mí; es otra piscina en la que nos podemos sumergir…fíjate qué interesante: la mente metaforiza, la mente encuentra lugares de descanso, de recogimiento si le damos la oportunidad de hacerlo, si le soltamos las riendas.

P: Culturalmente parece que la vida va más de las cosas grandes e importantes y colocamos lo cotidiano en una categoría inferior, como si esas pequeñas cosas tuvieran menos valor.

R: Fíjate que la vida y la muerte son una; morir no es lo opuesto de vivir…morir es parte de vivir. Lo opuesto de vivir es no vivir, que es diferente de morir. Puede uno estar con el corazón latiéndole y no vivir…y eso es otro punto al que quiero hacer énfasis en mi libro, a la experiencia de estar vivo. Todas las cosas, tanto las cotidianas, sencillas, diarias e insignificantes por las que pasamos durante nuestra vigilia y nuestro sueño, nos hacen sentir que estamos vivos tanto como las situaciones dramáticas, como cuando tenemos que pasar por un cambio muy radical en la vida.

P: Sí, es verdad que muchas veces únicamente nos acordamos de que estamos vivos cuando pasamos por situaciones complicadas en nuestra vida, cuando nuestra vida parece estar en peligro o cuando nos enfrentamos a un cambio radical, como el que ha traído la pandemia…

R: No cabe duda de que la pandemia nos transformó todos los aspectos de nuestra vida: todo, todo. No hay un dominio o área de nuestra vida o actividades que no haya sido tocada por la pandemia. 360 grados, dio vuelta a todo, a todos y en todas partes.

La cuestión de la salud mental presenta el reto de la adaptación al cambio (David Dorenbaum, psicoanalista)

P: Todavía hay muchas personas que se resisten al cambio, que tienen la expectativa de que en algún momento las cosas volverán a ser como antes, incluso de que todo irá bien cuando las cosas vuelvan a la normalidad de antes…

R: Decir que cuando las cosas vuelvan a la normalidad todo se va a restablecer…¡pues qué forma tan inocente de pensar! Las huellas no se borran: trata de borrar una huella de tinta en una camisa blanca y, mientras más trates de borrarla, más vas a enfatizar la mancha. Yo soy de la idea -y otras personas concuerdan- de que esto nos ha cambiado permanentemente, que la máscara [mascarilla] cambió nuestra cara. Y nos podemos quitar la máscara [mascarilla], pero cambió nuestra cara, ya la cara no es la misma. Y, como el ejemplo metafórico de la cara, pues muchas otras cosas; nuestras interacciones, nuestra manera de pensar, nuestros espacios, nuestra manera de viajar.

P: Esta resistencia al cambio, ¿es la causa de que hayan emergido tantos problemas de salud mental?

R: Todo se ha transformado. Entonces, la cuestión de la salud mental presenta el reto de la adaptación al cambio. De la adaptación a tener que dejar lo que nos daba seguridad, aquello que nos anclaba…y, a lo mejor, ahora, pues no podemos derivar seguridad de esos recursos y tenemos que encontrar otras maneras de balancear nuestro equilibrio. La nostalgia, por ejemplo, es un mecanismo importantísimo y por mucho tiempo se pensaba como patológico. Y yo hablo de la nostalgia, le dedico un espacio importante a la nostalgia en el libro porque la nostalgia ayudó a Ulises a navegar en La Odisea y a pelear contra todos esos monstruos. Pero en el recuerdo de llegar a Ítaca, Ulises pudo encontrar la fuerza para sus batallas en esa historia tan mítica. Y ahora sentimos una nostalgia muy especial, que no es nostalgia por el pasado, sino nostalgia por el futuro que nos ha sido arrebatado. Estamos entre dos nostalgias: la nostalgia de lo que fue y la nostalgia de lo que no puede ser.

Tendremos también que entender que hay aspectos de nosotros que son muy difíciles de incorporar, pero que también hay muchísima riqueza en ellos (David Dorenbaum, psicoanalista)

P: Otra de las ideas que plasmas en tu libro es la importancia de la introspección, de parar el ritmo frenético de la vida y mirar para dentro. Como psicoanalista sabrás que a muchas personas les da miedo hacer esa introspección. Prefieren no mirar para dentro no se vayan a encontrar algo desagradable…

R: Este asunto es bien interesante. Yo lo llevo experimentando en mi práctica psiquiátrica, psicoanalítica, mucho tiempo, porque la gente viene a verme cuando hay una crisis, generalmente. Yo entro en la historia en el momento que hay un quiebre: el adolescente que se deprime, o no puede trabajar en la escuela, o tiene pensamientos suicidas; o el adulto que siente que está atorado en la vida, o tiene algún síntoma como ansiedad o depresión. Entonces, yo entro en la historia cuando hay una crisis. Y frecuentemente veo que cuando la crisis se puede trabajar -generalmente con la ayuda de alguien porque a veces es difícil nadar en esas aguas tan turbulentas uno sin ayuda- es cuando la crisis no lo troza a uno, pero le da la suficiente capacidad para conectarse con alguien y encontrar la manera de navegar a través de esa crisis (…) Eso es con lo que yo realmente trabajo en la vida cotidiana: en esos espacios en los que tenemos que trabajar con los elementos existentes, muchos de ellos muy adversos, muy difíciles de bancar. Empezando a crear un nuevo sentido de integración que incorpore, por ejemplo, la falta, las ausencias. ¡Mucha gente ha perdido seres muy queridos, mucha gente ha perdido el trabajo, o la casa por carencia de recursos! Entonces: ¿cómo integrar todas esas ausencias, esos fantasmas, y dar lugar a la generatividad de una forma nueva?

P: Entiendo: el mensaje sería algo así como que no debemos temer esos elementos adversos que están dentro de uno y que aparecen en la introspección porque estos pueden ser reubicados y adquirir un sentido diferente…

R: Fíjate que la introspección nos da acceso a la riqueza interior y, parte de esa riqueza interior, es la negatividad. Parte de la riqueza interior es la otredad en nosotros mismos. Lo que desconocemos de nosotros mismos, lo que nos pone muy nerviosos sobre nosotros mismos, esas brechas, esas grietas en nuestras estructuras internas (…) Tendremos también que entender que hay aspectos de nosotros que son muy difíciles de incorporar, pero que también hay muchísima riqueza en ellos. Entonces, mi énfasis en el libro, no es tanto de autoayuda, de un optimismo innecesario o de “piensen en positivo y todo va a salir bien”, no. Yo quisiera reconocer en la particularidad de cada individuo, cada lector, cada uno de mis pacientes, yo mismo, mis amigos, mi familia, que tenemos experiencias internas muy difíciles de integrar y que a lo mejor vale la pena observarlas, reflexionar (…) Fíjate cómo esos aspectos de nuestra interioridad, aparentemente tan adversos, también son parte de nuestro ser.

Exhorto a los lectores a que consideren esos espacios de recogimiento interior (David Dorenbaum, psicoanalista)

P: Otro de los de capítulos del libro habla sobre la necesidad de la pausa por un lado para poder conectar con las cosas cotidianas de la vida y también para poder hacer todo esto que propones de observar e integrar ese lado oscuro que todos tenemos…pero como decíamos, la pausa no es la idea más popular en nuestra cultura de la productividad…¿qué pasó cuando te propusieron escribir un artículo sobre la dificultad de no hacer nada?

R: Que me dije: “me voy a poner a trabajar en eso”. Y luego pensé: “¡qué ridículo lo que acabo de decir!, me voy a poner a trabajar en el efecto de la pausa”. Pensé: “¡no! lo que tengo que hacer es una pausa para poder entrar en el tema realmente y orgánicamente. Y, entonces, empecé, no tanto por estudiar qué pasa cuando hacemos una pausa, sino a vivirlo en carne propia, a empezar a habitar ese espacio de la pausa. Quizás como hacen los actores, que cuando desarrollan un personaje en el teatro o en el cine casi se convierten en esa persona y su cuerpo cambia de configuración y engordan, enflacan, les crece la barba de otra manera porque como que están siendo habitados por el tema que los concierne. Y, a mí, el tema de la pausa como que me obligó a considerar la pausa y lo difícil que es para mí pausar.

P: ¿Y qué surgió de ahí?

R: Bueno, aprendí muchísimas cosas personalmente de qué riqueza generamos cuando no hacemos nada; el beneficio de perder el tiempo, que no es tiempo perdido. Y empecé a darme cuenta -y hay teorías que lo sostienen- que cuando no estamos haciendo nada, nuestro cerebro no quiere decir que está totalmente suspendido. Nuestro cerebro entra en otro modo de activación que es el de la creatividad, el del pensamiento abstracto, el que se encarga de que después, cuando yo quiera decirte adiós, sepa cuál es el gesto que tengo que hacer y que esta es la mano que tengo que levantar y que los ojos tienen que dirigirse de esta manera…todas esas coreografías en que se desenvuelve nuestra vida cotidiana, son organizadas, son clasificadas, son dispuestas en su propio lugar durante la pausa del cerebro.

P: ¿Cómo hacemos para crear ese espacio de pausa? ¿Necesitamos irnos a un retiro para poder hacer esas pausas?

R: Como cuando te decía lo de la sopa o lo de la piscina: necesitamos un espacio no tanto físico fuera de nosotros, sino un espacio que nos albergue para poder hacer la pausa. Para poder detenernos. Exhorto a los lectores a que consideren esos espacios de recogimiento interior: a veces es en una banca de parque, a veces es en una biblioteca, en la calle caminando, o en un café, por ejemplo…pero que encuentren esos espacios, no tanto con una prescripción concreta, pero que sean esos espacios con capacidades para el pensamiento abstracto.

El proceso psicoanalítico no solo es poner al paciente en el diván (David Dorenbaum, psicoanalista)

P: Por lo que veo, no debes ser el típico psicoanalista como el que casi todos imaginamos…¿cómo se hace psicoanálisis en el siglo XXI?

R: Esto es una oportunidad para desbancar un mito sobre la ortodoxia del psicoanálisis. Cuando la gente dice “ooooh el psicoanálisis es muy prolongado, es muy costoso, es para gente rica, nada más se entretienen con los neuróticos que no tienen otras cosas en qué pensar”. Nada de eso tiene que ver con la práctica psicoanalítica. Por un lado, tengo el privilegio de vivir en un país en el que la salud mental y al salud física es pública y el tratamiento psicoanalítico está cubierto públicamente tanto como un trasplante de corazón (…) He tenido la oportunidad de tratar a gente muy heterogénea, de todas las gamas socioeconómicas existentes en mi contexto. Pero somos seres tan complejos, que una simple modalidad de tratamiento no sería suficiente.

P: ¿Esto significa que hay psicoanálisis más allá del diván?

R: Es un error pensar que el psicoanálisis va a resolver el problema o va a abordar la profundidad que se requiere. Es como tratar de hacer una sopa con una zanahoria…pues no te va a saber a nada. Necesitas muchos elementos. Entonces, yo, y muchos psicoanalistas en la práctica psicoanalítica contemporánea, están dejando atrás esas ortodoxias y estamos empezando a integrar distintas modalidades de acuerdo a la necesidad de cada paciente, en lugar de tratar de imponer a los pacientes una metodología rígida y fija (…) El proceso psicoanalítico no solo es poner al paciente en el diván y pedirle que se asocie libremente a sus pensamientos, sino tratar de crear una integración de las distintas modalidades dada su complejidad.