Varias situaciones en las que el ghosting está justificado: “Desaparecer sin dar explicaciones me salvó la vida”

  • Aunque el ghosting puede provocar frustración e incertidumbre, una psicóloga explica que puede ser la única forma de huir de una relación tóxica

  • Tres veinteañeros comparten sus testimonios y explican como el ghosting les ayudó a cuidar de su salud mental

  • Mucha gente está en contra del ghosting, puesto que desaparecer sin decir nada no es la mejor opción, pero a veces es la única

Con el auge de las redes sociales es tan fácil conocer gente nueva como sufrir ghosting, una técnica que consiste en desaparecer de la vida de otra persona sin dar señales de vida, como si te convirtieses en un fantasma (ghost, en inglés).

A todos nos ha pasado en un contexto u otro; dejan de contestar a tus mensajes de WhatsApp, te hacen unfollow en Instagram y Twitter y si os cruzáis por la calle actúa como si no os conocierais. Y admitámoslo, puede ser doloroso perder a alguien importante sin saber muy bien por qué, o que un ligue pase de nosotros de la noche a la mañana sin dignarse a darnos un motivo.

Este tipo de situaciones tan ambiguas no solo pueden provocar mucha frustración e incertidumbre, sino que también nos impide aprender de nuestros errores. Además, la falta de claridad de la otra persona puede provocar en nosotros una respuesta emocional todavía más intensa, volviéndonos adictos a una relación que en realidad no era para tanto. En pocas palabras, sabemos que el ghosting está mal, pero a veces es la única forma de huir de una relación tóxica.

Como último recurso, desaparecer sin mensajes de despedida, justificaciones o explicaciones innecesarias puede salvar nuestra salud mental en tres situaciones.

1. Cuando no dejan que marques tus límites

En cualquier relación sana hay límites que se van definiendo desde el inicio. Por ejemplo, con nuestra pareja. ¿Qué es una infidelidad para ti? ¿Cuánto tiempo te gustaría pasar con la otra persona? ¿Estás dispuesto a desatender otras parcelas de tu vida? ¿Cuáles? ¿Quieres que tu pareja deje de dedicar tiempo a otras relaciones para dártelo a ti? A medida que ganamos confianza con nuestro novio o novia, vamos respondiendo a estas preguntas idealmente de forma clara y sincera. Si algo te molesta o no te gusta, lo dices y viceversa.

El problema surge cuando la otra persona no respeta tus límites y se aprovecha de ti, algo que sucedió a Ángel, un joven de 27 años que sufrió este problema en el ámbito familiar.

“Cuando tienes una relación tóxica con alguien a quien acabas de conocer o con tu pareja, es más fácil alejarte, pero cuando quienes te hacen daño son tus padres tu vida se convierte en un sinvivir”, confiesa. Durante años, Ángel ha sentido que sus padres se aprovechaban de él. “Desde que fui mayor de edad he trabajado, pero ese dinero no lo veía. Mis padres lo sacaban de mi cuenta y se lo gastaban ellos. Si lo hubiesen necesitado yo se lo habría dado, pero era para comprarse ropa, vino caro para presumir cuando invitaban gente a casa, un móvil de mil euros, viajes, regalarle la play al hijo de unos amigos por la comunión… Yo que sé, cosas así. Y discutíamos, pero me decían que ellos me habían pagado la comida, la casa y la educación desde pequeño”.

Para solucionar esta situación, Ángel decidió abrirse una cuenta bancaria aparte. “Tuvimos la bronca del siglo y luego se calmó todo un poco, pero empezaron a pedirme dinero, y como eran mis padres me sentía culpable y cedía, pero llegó un punto en el que yo necesitaba ahorrar”.

“En total les he dejado 8600 euros más lo que han cogido de mis ahorros de la infancia, que los doy por perdidos”, cuenta Ángel. “Así que decidí desvincularme de mi familia cuando me fui a otra ciudad a vivir con mi novia y a trabajar. Cuando me piden dinero directamente no contesto, porque no sirve de nada explicarles que yo necesito ahorrar, que si les doy 500 euros o más al mes no me da para el alquiler y las facturas, que no puedo vivir así y que ellos tampoco pueden llevar ese tren de vida. Solo funciona no dar explicaciones”.

2. Cuando te chantajean emocionalmente

El chantaje emocional es una forma de hacerte sentir culpable por cosas que en realidad no tienen nada de malo. ¿Cómo? Adoptando el papel de víctima, deformando la información, atacando a tu autoestima o amenazándote de forma indirecta.

Para Amalia, de 22 años, el chantaje emocional era una constante con una de sus amigas de la universidad. “Si quedaba con otra gente, me empezaba a decir cosas como que la marginaba o que por mi culpa estaba sola. Lo que hacía era invitarla, y luego me enteraba que me iba poniendo a parir. Muy heavy todo”, recuerda la joven. “Pero luego me lo negaba o se ponía a llorar y claro, yo no sabía qué hacer”.

Cuando esta dinámica se volvió habitual, Amalia decidió hablar con su amiga y alejarse. “Si le decía que quería un poco de espacio porque no me gustaban esas cosas, me empezaba a comer la cabeza. O se ponía a hiperventilar como si le diese un ataque de ansiedad, que yo no sé si era verdad o los fingía, o empezaba a contarme mentiras de otra gente tipo que no sé quién me había criticado. Quería ponerme en contra de todos para que ella fuese mi única amiga, que ahora lo pienso y da un mal rollo que flipas. Así que al final hice ghosting en tercero de carrera. Cuando volví del Erasmus como que me cambió el chip y no quise saber más de ella, y en cuarto como estaba con las prácticas y el TFG pues tampoco me la encontraba mucho, y me quité un peso brutal de encima”, comparte.

3. Cuando hay faltas de respeto

En una relación saludable no hay cabida para la violencia sea cual sea su forma. Los insultos, las vejaciones, las manipulaciones o las agresiones físicas son faltas de respeto que tienen nombre: maltrato. Identificarlo es el primer paso para salir de ese bucle. El segundo es pedir ayuda.

A la hora de huir de la violencia, el ghosting puede convertirse en el mejor aliado, tal y como explica Paula, de 25 años. “Mi ex solo me puso la mano encima una vez, pero lo que me destrozó fue todo lo que había detrás. Me hacía de menos constantemente, me llamaba loca y me negaba cosas que yo veía, me alejaba de mis amigas. Hasta me convenció de que mi madre, que es lo que más quiero en este mundo, no quería verme feliz y que por eso él le caía mal. Y claro, yo le creía”.

Durante años, Paula fue una víctima de violencia de género. “Destrozó mi autoestima y necesité un año y cuatro meses de psicólogo para recuperarme de la depresión, los ataques de pánico y el miedo al sexo o simplemente a conocer a otros chicos”, confiesa. Y la única forma de escapar fue el ghosting. “Un día le conté todo a una compañera de trabajo. No sé por qué, pero me resultó más fácil que hablar con cualquier otra persona de confianza. Me vino a buscar con el coche, me llevó a casa de mis padres y bloqueé a mi ex de todas partes porque sabía que si no me engañaría para volver y me hundiría hasta matarme en vida. Empezó a mandarme mails, a hacerme cuentas falsas y hasta vino a llamar al telefonillo. El marido de una prima de mi madre, que es abogado, le envió un burofax diciéndole que o paraba, o tendría problemas legales. No fue fácil, pero desaparecer sin dar explicaciones me salvó la vida”.