¿Por qué algunas parejas se mimetizan tiempo después de empezar a salir?

  • Uno de los miembros de la pareja suele acabar imitando al otro (y dependiendo emocionalmente de su conducta y gestos)

  • Un estudio de la Universidad de Michigan probó que las parejas que se parecen lo hacen a muchos niveles: se imitan o copian el uno al otro tanto física como psicológicamente

No vayas a negarlo ahora. Seguro que alguna vez has pronunciado delante de tu pareja ese ‘tú me completas” y la has mirado directamente a los ojos. Cuando nuestras relaciones fluyen engrasadas, estamos muy acostumbrados a pronunciar declaraciones absolutas de amor, y no solemos darnos cuenta de cierta cualidad siniestra intrínseca en esa forma de comunión con el otro. Te habrán saltado las alarmas con parejas que conoces y se dan cierto aire parecido. Es algo sutil. El pensamiento, no tanto. “Dios, se parecen mucho, demasiado. ¿No se habrán mimetizado el uno con el otro, como los helechos? ¿Son una mente colmena?”

Pero, ¿es cierto? ¿Hay parejas que parecen dos versiones de la misma persona?

Parejas iguales: sí o no

Psiquiatras como Oscar Fioro apuestan por una respuesta afirmativa. A medida que la relación avanza y se establecen una serie de vínculos y de matices privados, uno de los miembros de la pareja suele adoptar un rol basado en la identificación. “¿Que mi pareja a la que amo con el blanco de los ojos fuma? Pues yo también”.

El otro se convierte en ese cuerpo y esa psique maleable que toma detalles, costumbres, gestos y algo de la naturaleza intrínseca de su compañer_, y los adopta como propios. Cárcel, pero también refugio para tapar los problemas y meterlos debajo de la alfombra.

Hay parejas, en efecto, que se mimetizan pasado un tiempo: tienen los mismos gestos cuando están juntos, aficiones parecidas o calcadas, proyectos de vida idénticos y hasta plurales mayestáticos involuntariamente cómicos. “Estamos embarazados”. “Queremos comprar un gato para tener un amo común” “Nosotros no pensamos así; somos más de los maratones de Navidad de Netflix; somos más de adormecer el vacío interior que vivimos con películas donde todo sale bien y una familia se come un pavo de seis kilos”. Calcan la forma de vestir, los gestos faciales (algo ya probado por la ciencia), los gustos, y hasta pueden acabar sufriendo las mismas enfermedades.

Hace años, un estudio de la Universidad de Michigan propuso a una serie de estudiantes emparejar fotos de hombres y de mujeres (parejas que llevaban casadas décadas). Con un 70% de acierto, quedó clara la semejanza. El estudio sostenía que esta mímesis se daba porque las parejas físicamente parecidas habían compartido una serie de características: hábitos de salud, alimentación y experiencias muy similares. Por lo que parece evidente, eran ya esponjas que absorbían parte del otro.

Algunos psicólogos clínicos matizan respecto a la parte negativa de iniciar un proyecto de vida con alguien y acabar pareciéndonos demasiado a esa persona. En efecto, este proceso de cambio y de apertura hacia nuestra pareja lleva implícito un aprendizaje maravilloso, pero puede acabar convirtiéndose en una pérdida de identidad si uno de los miembros siente ciertos miedos e inseguridades.

La falta de autoestima

Voluntariamente o involuntariamente, el proceso de ‘copiado’ entre algunas parejas suele obedecer a distintos motivos relacionados con la inseguridad; un trasvase de poderes, y en consecuencia, cierta dependencia emocional.

En un artículo de Trendencias, la psicóloga clínica Elena García Vega atribuye este proceso de amoldamiento a una falta de amor propio que acaba parasitando a nuestra media naranja. "Suele darse en personas con autoestima baja”.

Otros expertos hablan de la extrema complacencia en estas parejas simbióticas; una voluntad de agradar por encima de todo que nace en el miembro de la pareja más tocado por las inseguridades: personas con un miedo cerval a perder al otro, o a dejar de gustarle por los motivos más peregrinos (experiencias pasadas, traumas, historias de amor que acabaron como ‘La matanza de Texas’). Esta inseguridad necrosada puede afectar y destruir la línea de flotación de nuestro vínculo con esa persona, ya que acabamos estableciendo una relación de dependencia. En esa despersonalización, crece el vacío, la falta de identidad como forma de estar.

No hay que olvidar lo que dicen muchos psicólogos cuando tratan con personas que han vivido relaciones tóxicas, tocadas por la desgracia, y que siguen atrapados en esas experiencias cuando inician una nueva relación: hay patrones que se repiten, ‘mochilas’ muy pesadas a la espalda y una involuntaria acusación de fracaso a esa nueva pareja, que no ha tenido nada que ver con lo que nos pasó. “Las experiencias pasadas no deberían definir las futuras”, recomiendan con tino muchos expertos.

García Vega remarca la importancia del trabajo con nosotros mismos para salir de ese bucle. Aceptar nuestra forma de ser y nuestros errores y defectos como algo que forma parte de nuestra vida, que necesita empatía y amabilidad. Tratarnos como trataríamos a un amigo al que quisiéramos darle un buen consejo, porque es alguien a quien le deseamos lo mejor. “¿Te imaginas cuántos amigos tendrías si les criticases igualmente que mentalmente lo haces a ti mismo? Cuídate por encima de todo”.