Resaca social: ¿por qué la vuelta a la normalidad está siendo tan agotadora para muchas personas?

  • Durante el confinamiento hemos estado tan aislados y aburridos que ahora nos presionamos por recuperar el tiempo perdido

  • Salir todos los días no siempre es bueno para tu salud mental: Marina Pinilla, psicóloga, explica cómo identificar la resaca social

  • Tengo resaca social, ¿y ahora qué? Te damos varias recomendaciones para hacer frente al agotamiento que provoca la vuelta a la normalidad

Si hace un año te llegan a decir que ibas a estar harto de las fiestas, los viajes y los planes fuera de casa, no te lo habrías creído. Después de la pandemia, socializar se convirtió un oasis de diversión, y como dice la canción de Extremoduro, “salir, beber, el rollo de siempre” era ese ansiado plan que exprimíamos al máximo hasta las diez de la noche, cuando volvíamos a casa por el toque de queda. Un año después y sin hora de llegada, muchas personas se sienten agotadas por la socialización constante a la que se ven expuestas.

¿Recuerdas cuando de pequeño ibas a pasar una semana en casa de tu abuela y todos los días te ponía un plato de lentejas, sopa y ensaladilla rusa? Ahora adoras esa comida, pero con 10 años estabas deseando volver a tu rutina normal para poner ojitos a tus padres y que te llevasen a comer una pizza. Eso es lo que nos está ocurriendo ahora con los planes fuera de casa. Durante el confinamiento hemos acabado tan hartos de la soledad, que en cuanto nos han dado “libertad” hemos aprovechado para salir todo lo que no habíamos salido en ese año y medio. ¿Cuál es el problema? Que la socialización convertida en una obligación también tiene secuelas: ansiedad, sobredependencia, irritabilidad y vacío emocional.

Quedar para recuperar el tiempo perdido

Existe un fenómeno psicológico denominado sesgo de aversión a la pérdida que explica por qué le damos más importancia a lo que perdemos, que a la posibilidad de ganar algo con el mismo valor. Esta aversión a la pérdida explica a la perfección el comportamiento durante la pandemia, puesto que todos pensábamos más en lo que perdíamos a raíz de las restricciones y la crisis sanitaria, frente a los beneficios de cumplir las medidas de seguridad.

Durante un año y medio hemos acumulado esta aversión a la pérdida. Como si fuésemos un vaso de agua, cada restricción, cada nueva medida sanitaria, cada mes que se prolongaba el estado de alarma, gota a gota rebasábamos el límite de nuestra paciencia. Y sí, todas estas recomendaciones y medidas eran en beneficio de nuestra salud, pero aun así el sesgo de aversión a la pérdida nos hacía obviar ese pequeño detalle y centrarnos en el tiempo perdido.

Por eso ahora queremos recuperar esos meses. ¿Cómo? Haciendo todo lo que no pudimos, y haciéndolo de golpe. Llega el fin de semana y el viernes por la tarde has quedado con tu pareja, por la noche con tus amigos. El sábado quedas para ir de compras, comes con tus padres, te vas a un mercado con tu hermano y a la noche tienes cena romántica con tu pareja. El domingo madrugas para hacer una ruta, comes en un pueblo y a la tarde vas al cine. El fin de semana acaba y no has tenido ni un solo minuto de descanso. Has socializado a costa del tiempo en soledad, que tan necesario es. El resultado es una resaca social que nos dura toda la semana hasta que llega el viernes y se reinicia el circulo vicioso.

Resaca social: cuáles son las 10 red flags

Al igual que son importantes los autocuidados –es decir, prestarnos atención a nosotros mismos–, los seres humanos también necesitamos cuidados mutuos. En otras palabras, no podemos estar sin socializar, y lo hemos comprobado durante la pandemia. El aislamiento nos ha pasado factura provocando un aumento de los casos de ansiedad y depresión. Poder interactuar más allá de la pantalla de un móvil nos hace felices, independientemente de si es con nuestra pareja, familia, amigos, compañeros de clase, de trabajo o hasta desconocidos. El problema surge cuando socializar se vuelve una imposición.

La vuelta a la normalidad ha hecho que nos relacionemos como si estuviésemos en el buffet libre de un hotel muy caro. Tenemos que comer para compensar lo que hemos pagado, y acabamos desagradablemente llenos. Poco a poco, acumulamos una resaca social que se manifiesta en:

  • Te pones nervioso cuando te proponen un plan nuevo.
  • Te cuesta decidir entre varios planes.
  • Te sientes obligado a salir porque crees que quedándote en casa “te estás perdiendo algo”.
  • Te da miedo que tus amigos se enfaden por no querer quedar.
  • Te resulta imposible compatibilizar relaciones y no sabes a quien dedicar tiempo y a quien no.
  • Te genera culpabilidad no pasar más tiempo con tu familia, pero cuando estás con tu familia te sientes culpable por no estar con tus amigos o con tu pareja.
  • Te distancias emocionalmente cuando estás con gente, como si estuvieses de cuerpo presente, pero con la cabeza en otro sitio.
  • Te sientes irritable cuando quedas con gente porque llega un momento en el que te apetece ir a casa, pero te fuerzas a quedarte.
  • Te cuesta rechazar planes que no te apetecen.
  • Te resulta imposible estar sin hacer nada porque te has acostumbrado a tener mil planes entre manos.

Tengo resaca social, ¿y ahora qué hago?

Identificar la resaca social puede ser fácil, la dificultad llega cuando tenemos que afrontarla.

  1. Reserva tiempo para ti. Sí, has leído bien, un día libre. No vale entre semana (a no ser que no trabajes). Tiene que ser en fin de semana para que puedas dedicarte 24 horas. Abúrrete, relájate y queda contigo mismo.
  2. Di que 'no hasta que te salga natural. Si te proponen un plan y te da mucha pereza, di ‘no’. Hazlo aunque te sientas culpable. Hazlo aunque te de miedo arrepentirte. Oblígate a rechazar aquellos planes que no te apetecen.
  3. Prioriza ciertas relaciones. No eres Alexa ni Siri, así que deja de estar disponible para todo el mundo en todo momento. Dedica más tiempo a las relaciones que de verdad te enriquecen, como la familia, la pareja o amigos cercanos.
  4. Expresa tus emociones con naturalidad. Un error muy habitual es reprimir nuestras emociones desagradables hasta que estallan. No las barras debajo de la alfombra, porque llegará un momento en el que la ansiedad, la irritabilidad o la tristeza saldrán por algún lado y de golpe. Es mejor expresarlas en pequeñas dosis a medida que aparecen.
  5. Abraza tu rutina. Escuchamos la palabra ‘rutina’ y huimos, pero en realidad es muy importante tener ciertos hábitos de sueño, de alimentación y, en definitiva, de autocuidado…