El síndrome de Peter Pan y Wendy en el amor: cuando uno no acepta sus responsabilidades y el otro se vuelve su cuidador

  • Hemos visto la película de Disney, pero no todos saben que esta pareja dio nombre a dos síndromes que describen un tipo de comportamiento

  • El síndrome de Peter Pan describe a aquellas personas que son inmaduras, impulsivas y dependientes emocionales, y el síndrome de Wendy caracteriza a aquellas personas que viven por y para complacer a los demás

  • ¿Qué pasa cuando Peter Pan conoce a Wendy? La mezcla puede ser explosiva, por eso una psicóloga da varias pautas para afrontar este tipo de relaciones

Todos conocemos el cuento de Peter Pan, un niño que decidió dejar de crecer a los 10 años para correr aventuras, fantasear despierto y construir un mundo gobernado por los más pequeños en el que no hay cabida para las aburridas obligaciones de los adultos. Suena tierno, pero el cuento pierde gracia cuando nos topamos con alguien así en la vida real.

Y como Harry encontró a Sally, Peter encontró a Wendy, la heroína de la historia, una adolescente de unos 13 años de edad que se convierte en la ‘madre adoptiva’ de todos esos niños perdidos que habitan el reino de Nunca Jamás. Pero, ¿sucede esto en la vida real? Salvando las distancias con el cuento infantil, sí, dando lugar a lo que se conoce como el síndrome de Peter Pan y de Wendy.

El síndrome de Peter Pan o la inmadurez como forma de vida

El síndrome de Peter Pan es un término que se utiliza para describir a aquellas personas que adoptan la inmadurez como un rasgo central de su personalidad.

¡Ojo! Todos somos inmaduros en algún aspecto de nuestra vida y no pasa nada por ello, al fin y al cabo, las experiencias y la edad nos hacen evolucionar como persona. El problema surge cuando idealizamos esa inmadurez y nos aferramos a ella, convirtiendo a quienes nos rodean en cuidadores.

Algunos rasgos característicos de una persona con el síndrome de Peter Pan son:

  • Su madurez emocional es bastante infantil. Le cuesta identificar sus emociones y confunde algunas de ellas, por ejemplo, la tristeza y el enfado.
  • Es muy impulsiva. Suele guiarse mucho por sus emociones momentáneas, y después de actuar se arrepiente.
  • Actúa con gran irresponsabilidad. No es consciente de los riesgos o de las consecuencias a largo plazo de sus actos.
  • su inmadurez y su miedo a la soledad, dando lugar a relaciones que ella cree más serias de lo que en realidad son.
  • Idealiza todo lo que tiene que ver con la niñez. Le gusta sentirse cuidada y protegida, considerando la independencia y la autonomía como rasgos negativos o indeseables.
  • es incapaz de reflexionar sobre sus errores.
  • Sus metas o la forma de alcanzarlas son poco realistas. A veces se plantea objetivos inalcanzables, pretendiendo lograrlos con el mínimo esfuerzo.
  • Cualquier tipo de compromiso, ya sea con una pareja, con un trabajo o con los estudios, los vive como una obligación extremadamente desagradable.
  • baja autoestima que compensa actuando como si fuese el centro de atención. Sólo piensa en sí misma y en sus problemas, ignorando o minimizando los de los demás.

Síndrome de Wendy: cuidar de todos menos de ti

En la otra cara de la moneda tenemos a esas personas que desarrollan una reciprocidad emocional desequilibrada. En otras palabras, dan más de lo que reciben.

Las personas con el síndrome de Wendy viven para complacer a los demás, a menudo desatendiendo sus propias necesidades psicológicas. Y el problema es que lo que les motiva no es un auténtico sentimiento altruista, sino una necesidad de agradar, de proteger al prójimo y de anteponer los deseos, sentimientos y necesidades de los demás a los suyos propios.

Pero, ¿cómo saber si alguien tiene el síndrome de Wendy?

  • Le da pánico decir que no. Por no rechazar planes, acaba accediendo a hacer cosas que no sólo no le apetecen, sino que además pueden ser desagradables.
  • Pide perdón por todo. Da igual que no haya hecho algo malo, tendrá el «lo siento» en la boca.
  • se siente muy triste y se autoculpa –a diferencia de las personas con el síndrome de Peter Pan, que se sienten enfadadas y culpan a los demás–.
  • relaciones como un sacrificio. Para ganarse el afecto de los demás, realiza ‘pruebas de amor’. Por ejemplo, quiere ser el amigo que siempre está disponible, la pareja que siempre es cariñosa, el trabajador que siempre responde a los mails…
  • Invalidan los aspectos negativos de las relaciones. Si de por sí cualquier relación tiene malos momentos, cuando se basan en el sacrificio todavía más. Sin embargo, las personas con el síndrome de Wendy minimizan el cansancio emocional, el enfado, la decepción, la tristeza o cualquier aspecto mínimamente desagradable.
  • siente ‘la cuidadora’ de todos.
  • Considera su labor imprescindible. Piensa que si no actúa con esa sobreprotección, a los demás les irá mal.
  • Evita cualquier discusión o conflicto, aunque sea constructivo. Los conflictos pueden ser un motor de crecimiento, pero una persona con síndrome de Wendy siente tal ansiedad ante ellos que da la razón a la otra persona con tal de no discutir.
  • la ansiedad y la depresión cuando no obtiene aprobación social.

Peter Pan y Wendy, la combinación explosiva

Si de por sí ambos tipos de personalidad son bastante disfuncionales, cuando en una pareja una de las partes es como Peter Pan y la otra como Wendy el resultado puede ser fatal.

Cualquier pareja va a atravesar momentos en los que uno adoptará el rol de cuidador y otro el de persona cuidada, pero esto debe ser eventual. Es decir, ambos roles deben ser intercambiables. Uno necesitará apoyo en un momento, pero actuará de forma más madura y responsable en otro.

El problema surge cuando de forma estricta, los miembros de la pareja asumen un papel totalmente inamovible. Uno es el que siempre actúa de forma inmadura, el que es espontáneo e impredecible, el que habla sin pensar y a veces hiere los sentimientos del otro, el que no se preocupa del mañana. Otro es el que enmienda los errores de la pareja, el que le consuela 24/7, el que se responsabiliza de que la relación fluya. Y con el tiempo, esta dinámica puede resultar agotadora y provocar fuertes secuelas no solo en la pareja, sino en ambas personas por separado.

Peter Pan debe asumir que no se puede vivir eternamente sin responsabilidades y que cualquier relación, ya sea de pareja, amistosa o laboral, exige cierto grado de compromiso. Ese compromiso no es algo que evitar, no es algo que nos ancle, no es una rutina agotadora; es una parte de la vida de la que podemos aprender.

Por otro lado, Wendy tiene que aprender a soltar la cuerda. No es ni la psicóloga, ni la criada, ni la secretaria de su pareja. Es el momento de empezar a decir ‘no’ y de dejar de asumir responsabilidades que no son suyas, confiando en los demás y entendiendo que no es cosa suya evitar que otros cometan errores.