La salud mental puede ser un tabú en la familia: “Quiero ir al psicólogo, pero me da miedo que mis padres se enteren”

  • La mitad de los trastornos psicológicos comienzan a los 14 años o antes, pero la mayoría no se detectan ni se tratan hasta la edad adulta

  • “Me dan ataques de ansiedad cada vez más a menudo y quiero ir a terapia, pero mis padres dicen que lo que hago es para llamar la atención”

Cualquier niño o adolescente ha ido al dentista o al oftalmólogo de manera anual. Incluso en casos más concretos, es habitual haber ido a un fisioterapeuta, ginecólogo, endocrino o dermatólogo por motivos de salud. A nadie le da vergüenza. Pides cita, vas con tus padres y vuelves a tu rutina diaria. Pero, ¿sucede lo mismo cuando entra en juego la psicología?

La salud mental es la gran estigmatizada, y en el caso de los adolescentes todavía más. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la mitad de los trastornos psicológicos comienzan a los 14 años o antes. Además, el 16% de los problemas de salud de los adolescentes son psicológicos, siendo la depresión una de las principales causas de discapacidad entre los 10 y 19 años. Para más inri, el suicidio es la tercera causa de muerte en población joven.

Sin embargo, la gran mayoría de los adolescentes con trastornos psicológicos pasan desapercibidos. Su sufrimiento no se detecta ni se trata, y con el tiempo, estos problemas se van agravando y cronificando.

El tabú de la salud mental en el ámbito familiar

Como psicóloga, son muchos los casos de menores de edad que tienen un problema psicológico, pero no piden ayuda o bien porque les da miedo que sus padres se enteren, o bien porque han tenido malas experiencias en el ámbito familiar.

“Creo que tengo depresión, pero no puedo pagarme un psicólogo y no quiero decírselo a mis padres.”

“Mi novio me maltrata psicológicamente y no soy capaz de dejarlo con él. Sé que debo ir a un psicólogo, pero mis padres no me lo pagan.”

“Fui al psicólogo con 17 años, pero mi padre decía que era tirar el dinero.”

“Me dan ataques de ansiedad cada vez más a menudo. Quiero ir a terapia, pero mis padres dicen que lo que hago es para llamar la atención.”

“Cuando como demasiado me siento mal y acabo vomitando o no comiendo durante dos días. No quiero que mis padres se enteren.”

Estos cinco mensajes anónimos son solo unas pequeñas gotas de agua en un océano de adolescentes incomprendidos. A ellos se suman todos aquellos jóvenes que ya son mayores de edad, pero que no tienen todavía la independencia económica necesaria para costearse ir al psicólogo.

Nadie tiene reparos en contar que tiene dermatitis, que ha pillado un catarro, que le ha salido una caries, que se trata con insulina o que quiere operarse para dejar de ser miope, aunque cueste 2000 euros la intervención. Sin embargo, reconocer que recibes o que necesitas terapia psicológica o admitir en voz alta que estás bajo tratamiento psicofarmacológico es motivo de vergüenza.

Este estigma que rodea a los problemas psicológicos acaba afectando a los menores, que evitan contar a sus padres que necesitan ayuda profesional, y a los adultos, que minimizan tanto sus problemas psicológicos como los de sus hijos.

Quiero ir al psicólogo pero mi familia no me apoya, ¿qué hago?

Si eres mayor de edad, tu familia no tiene porque saber que vas al psicólogo.

  • Otra cosa es que dependas económicamente de ellos, en cuyo caso puedes recurrir a alternativas gratuitas o asequibles. Muchas universidades proporcionan atención psicológica a sus estudiantes. También hay asociaciones con precios asequibles. Por último, en España contamos con psicólogos en la Seguridad Social, por lo que puedes pedir a tu médico de cabecera que te derive.

Si eres menor de edad, es fundamental que tu familia comprenda la importancia de tu salud psicológica.

  • Infórmales. El estigma de la salud mental surge por el desconocimiento. Envíales artículos y textos, explícales cómo te sientes, comparte con ellos vídeos, imágenes e hilos de Twitter sobre salud mental. Agota todas las vías hasta que entiendan que ir al psicólogo no es un privilegio, sino una necesidad.
  • Infórmate. Habla con diferentes profesionales de tu ciudad a nivel público (en la Seguridad Social y en el área de orientación de tu instituto) y privado (clínicas psicológicas, psicólogos autónomos y asociaciones). Cuéntales tu situación y deja que te asesoren sobre tus opciones.

¿Y qué podemos hacer el resto? ¡Divulgar y compartir nuestras experiencias!

  • Si has ido al psicólogo y te sientes cómodo hablando sobre el tema, normaliza tu situación delante de amigos y familiares.
  • Cuenta en Twitter, Instagram o Facebook tu caso y anima a otros a que hagan lo mismo.
  • Enseña a los más jóvenes que la salud mental es también una prioridad.
  • Demuestra a los más mayores que los tiempos han cambiado y que la terapia no es un motivo de vergüenza.
  • Y si eres madre o padre, apoya a tus hijos y no minimices sus emociones o problemas (aunque no los entiendas).

Es tarea de todos luchar para que la sociedad dé más importancia al papel del psicólogo. ¿Cómo? aumentando el número de psicólogos en los hospitales públicos, ofreciendo charlas sobre salud mental en los colegios y creando campañas científicamente validadas sobre salud mental en los medios de comunicación.