Desde que se instaló en nuestras vidas la crisis, los que gestionan nuestras vidas no solo nos condenan a más paro, sueldos más bajos, créditos inexistentes o esperanzas perdidas, ahora nos han obligado a pagar por cosa que antes eran gratuitas de forma habitual. Primero fueron las bolsas en los comercios con la excusa del ecosistema. Y a partir de ahí una carrera en la que cada administración ha luchado por ser campeona en cobrar más por todo. Cinco euros por reclinar la butaca del acompañante en algunos hospitales de Cataluña. Tarjeta prepago de un euro para 20 minutos de ducha en algunas playas de Galicia. Sesenta céntimos de euro para ir al baño en la estacion de Atocha de Madrid gracias a la privatización de Renfe. En algunas gasolineras 1 euro por hinchar las ruedas. Al pisar un aeropuerto desaparece el concepto "gratis". Recuerdan: lo era la comida en el avión. Y eso por no hablar del tasazo de Gallardón.