“Te lo he prometido siempre, en la calle nunca vas a estar. Porque yo no voy a dejar que estés en la calle…”. Es la promesa de Martina a Aaron, su hijo de 8 años. Viven en Almería, de alquiler, después de que el banco les quitara la casa. Les costó 150.000 euros y al principio podían pagar las letras de 700 euros mensuales, pero tras la revisión se duplicaron. “Y había que elegir entre pagar o comer”.
El marido de Martina sigue teniendo trabajo pero ella no. Al echarles a la calle buscaron un alquiler pero su gran problema ahora es la deuda con el banco: 90.000 euros. Piden la dación en pago. Todo esto lo traduce Martina al lenguaje de los niños:
“¿Cómo pueden recuperar su deuda? Cogiéndonos la casa… A lo mejor ellos tienen más dinero, pero nosotros somos más felices con lo poco que tengamos”, sentencia.
La Plataforma Stop Desahucios de Almería los ayuda en todo lo que pueden. Una psicóloga voluntaria, Sandra Amate, habla con el niño siempre que lo necesita. Ella aconseja a todos los padres en esta situación que sean sinceros, que cuenten a sus hijos la verdad, adaptando el discurso a su edad. Hoy le pregunta a Aaron:
“¿Entiendes lo que está pasando en casa? ¿Entiendes por qué os quieren quitar la casa?”, le pregunta. “No lo entiendo, no”, responde el pequeño.
“¿Te preocupa?” “Me preocupa mucho…”, sentencia Aaron.
Es lo que tienen los niños de 8 años, que todo lo que dicen es cierto. Oye a su madre intentando tranquilizarle. “Aaron, donde tú vivas, sea la casa que sea, más grande o más pequeña, con un solo dormitorio o sin dormitorio…Va a ser tu casa”. Ahí las lágrimas resbalan por la cara de Martina y de su niño… “No podemos llorar, ni en los funerales se llora”, dice la madre. “No somos llorones, somos leones”, asegura.
Nos vamos de su casa llorando, claro. Con un lío de emociones. Nunca habíamos oído hablar a un desahuciado de 8 años. Ojalá su testimonio sirva para algo.