1. Los defensores de hacer ejercicio con el estómago vacío piensan que de esta forma se puede acelerar la pérdida de peso porque reduce grasa corporal y baja más peso ya que el cuerpo necesita quemar glucógeno, es decir, reserva de carbohidratos. Si nos quedamos sin reserva de glucógeno (cosa que es más probable que pase con el estómago vacío), el organismo tiene que buscar otra fuente de combustible. Esa fuente es el exceso de grasa.
Pero existe un problema. Al organismo no le gusta tener hambre y por eso tenemos las reservas de grasa. Si esas reservas se queman rápidamente, el cuerpo entra en una especie de modo supervivencia y trata de quemar las mínimas calorías posibles. Además, si quemas mucha grasa, el cuerpo empezará a creer que necesita almacenar más de esta grasa la próxima vez que comas, por lo que comerás más al tener más hambre.
2. A esto hay que añadir que ejercitarnos con el estómago vacío puede hacernos perder masa muscular cuando el organismo acaba con las reservas de glucógeno y recurre a las proteínas de la masa muscular además de quemar grasa. Aunque esto no se produce siempre. Se da cuando aumentamos la intensidad del ejercicio más allá de la rutina normal de entrenamiento.
3. Hacer ejercicio sin haber comido nada supone una falta de energía para esforzarse más y superar el entrenamiento diario. Es decir, se mejora más y se superan las propias marcas si se come antes.
4. Otro beneficio de comer antes de hacer ejercicio es que modera el apetito. Según un estudio de Appetite, el 100% de las personas que comen algo antes de hacer ejercicio experimentan menos urgencia por comer.
5. Además, tener hambre produce mal humor, un punto importante para optar por comer antes de ponernos las mallas.