Pero esta guerra no se queda sólo en los lazos amarillos. Un restaurante catalán ofrece en un polémico menú un plato llamado “guardia civil a la brasa”. Esto ha generado multitud de críticas e incluso amenazas, según el propietario del restaurante. “Si alguien se ha sentido ofendido le pido disculpas, pero reivindico que es un plato típico de aquí”, se defiende.
Mientras, en el ámbito político, el Gobierno prefiere restar importancia al conflicto de los lazos amarillos: “Siempre y cuando nadie se apropie del espacio público, lo privatice, tampoco lo veo con más trascendencia”.
Por su parte, el president de la Generalitat, Quim Torra, ya no habla de atacar al estado sino de acusarlo: “Que ir a acusar al estado español de esta farsa, de esta causa injusta”. Es más, la tensión es tal, que los últimos incidentes entre los grupos a favor y en contra de los lazos amarillos se tratarán en la próxima Junta de Seguridad de Cataluña.
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La carretera de acceso a la cárcel de Lledoners en la que ingresaron Junqueras, Romeva y los Jordis amaneció el día del traslado repleta de lazos amarillos. Símbolos independentistas en los guardarraíles, las señales de tráficos, los puentes y sobre el asfalto. Todos ellos puestos con la intención de pedir la libertad de los líderes independentistas encarcelados.
Ciudadanos salió a la calle el pasado 6 de agosto con un único objetivo: borrar de todos los rincones de Cataluña cualquier tipo de simbología independentista. Según su Secretario General, José Manuel Villegas, quieren "liberar los espacios públicos retirando los símbolos que solo son de algunos, haciendo que se cumpla la ley". Para ello se ampararon en una sentencia del Tribunal Superior de Justicia catalán, que insta a garantizar la neutralidad de los espacios públicos.