A Tasha le encanta esconderse. Y lo hace muy bien. Todo hasta aquí normal, si no fuese porque Tasha es un perro. Cuando su dueño abre la puerta para buscarle lo único que se encuentra es un macetero.
Tras él, y si oye que se cierra la puerta, aparece el animal. Asomando, eso si, sólo la cabeza. Porque es justo lo que le da tiempo a ocultar completamente cuando vuelven a salir a llamarle. Habilidad con la que pretende engañar a sus dueños y evitar tener que volver a casa.