En las entrañas de la cárcel de Burgos con los perros de la droga

  • Sasha y Nala están entrenadas para detectar la droga dentro de las cárceles

  • Han sido adiestradas por Instituciones Penitenciarias

Entramos en la prisión de Burgos con Shasa y Nala, las dos primeras perras entrenadas por Instituciones Penitenciarias para detectar droga dentro de las cárceles. Se trata de un programa piloto que comenzó en este centro penitenciario hace un año y que ha supuesto la reducción de un 60% de la entrada de droga, además de haber conseguido que no haya ni una sola intoxicación en esos 12 meses. Por eso el Ministerio del Interior ha hecho un plan para ampliar el programa a toda España. Primero a las prisiones de Andalucía y luego poco a poco al resto de los centros penitenciarios de toda España. Las cifras lo merecen. Entre 2010 y 2016 235 reclusos murieron por sobredosis en todo el país. Los datos fueron facilitados por el Gobierno central a raíz de una pregunta formulada el pasado mes de marzo por una senadora del Grupo Parlamentario Unidos Podemos-En Marea. Se trata de que no se repita la cifra.

Las esclusas se abren para dejarnos pasar a las celdas. Hay casi 400 presos en la cárcel de Burgos distribuidos en 18 módulos. Se abre una puerta y se cierra otra a la espalda. Llegamos a un pasillo de celdas de respeto, muy colorido. Puertas de colores en una prisión antigua pero acogedora y perfectamente cuidada. Es pequeña y todos se conocen. El ambiente es muy bueno quizá por eso merece ser pionera en este programa. Aquí también ha habido droga en su día y es necesario que convivan programas de deshabituación con los de detección. La perra busca en cualquier hueco porque esconden la droga hasta en los grifos. Parece mentira pero la encuentra debajo de la cama, y en una toma de corriente, en la pared. La perra se queda de pie, apoyando la trufa en el lugar donde ha olido una “china”. Es lo que llaman marcaje lapa.

El entrenamiento que reciben estos canes no es invasivo, ni intimidatorio. Aprenden a oler sin molestar. Si el recluso se mostrara violento, no atacan. Le vemos en la demostración insistir en su presa sin tocarle, lo rodea e incluso lo acorrala con cuidado porque huele. Pero aunque le empuje el preso, la perra no reacciona violentamente. Es una técnica muy necesaria porque la mayoría de los presos pasan en su cuerpo la droga. De esta manera se evita estar pasando por rayos X a los reclusos, innecesariamente. Es una técnica selectiva.

Los presos reciben la droga en las visitas o la introducen cuando vuelven de permisos, o en los paquetes. Se las ingenian para camuflarla en los mecheros, en cuellos de camisa, en etiquetas de vaqueros, o en sellos, pegadas. En la voz del patio, el periódico de la cárcel los propios presos preparan un reportaje sobre la Unidad Canina. Es en el segundo número. En el primero hablaron de la terapia con perros. Ahora de la unidad que está revolucionando todos los centros penitenciarios. Nos lo cuentan orgullosos de su trabajo con el periódico que se distribuye por todas las cárceles y a bibliotecas centros cívicos. Leonardo lo explica pausado, le queda ya poco para salir en libertad. Francisco tiene para más tiempo pero ha sido profesor y trabajar en un periódico le emociona. Los perros que le olisquearon la primera vez que se probó el programa de detección con canes, dice, no le gustaron “mucho”, pero comprende la labor y lo necesario que es para otros reclusos. Todo lo que sea ayudarles, bienvenido sea. Y en esta cárcel, dice “somos pioneros en todo”.