Vino de monasterio
MAY GAÑÁN
19/12/201015:38 h.Son los monjes cistercienses del Monasterio de San Pedro de Cardeña, en Burgos. Viven en gran medida del dinero que les deja su vino de Valdevegón. Un vino que ha alegrado nobles mesas, como la del Príncipe Felipe. Y restaurantes clásicos como Botín, en Madrid, lo han ofrecido incluso como vino de la casa.
Están orgullosos del resultado y nos recuerdan que elaborarlo, forma parte de las tradiciones monásticas más arraigadas, al igual que sucede con la elaboración de la cerveza y los licores.
Venden a España, Francia y Alemania. Y aunque viven pendientes del mercado, no sufren su dictadura. Aquí todo lo marca el tempo del monasterio. Actualmente en él viven 15 frailes, que se reparten cada día las tareas cotidianas, y lo cierto es que tocan a unas pocas por barba: lo mismo limpian, que atienden la iglesia. Están, como ellos dicen, pluriempleados. Y la explicación es clara, la falta de vocaciones. El maestro de novicios dice que al año pueden llegar unas diez personas interesándose por la vida monástica pero son pocos los que superan la dura prueba. Ninguno, concretamente, de aquellos que llega a las puertas del monasterio buscando refugio a una vida atormentada. Dicen que el camino que trae hasta aquí tiene que ser otro.
Visitamos a fray David, el ceramista de la casa que vende sus piezas a iglesias y coleccionistas. Nos enseña un San Pancracio que acaba de hacer, el primero que le han encargado en tantos años, comenta que la crisis ha hecho más popular al santo.
Por el claustro del siglo XII y la gran escalinata de piedra se cuela mientras el frío de Burgos que ellos combaten con algo de calefacción en las zonas comunes, insuficiente aún así para hacer habitable todo los espacios. Por eso cuando entramos en el Escritorio, los vemos recogidos en sus libros con bufandas, guantes y gorros de piel. Rigores del invierno, en el rigor del monasterio.