Yoli: “Prefiero vivir feliz en mi mentira”

telecinco.es 01/12/2014 08:23

Hasta ahora pensaba que Yoli tenía un problema serio de no aceptación de la realidad. Ella asegura que esto solo le está pasando allí, y en su vida real no es de la misma manera, por lo cual no pensaba en un trastorno sino en el modo peculiar que está teniendo de afrontar una relación dentro de esa casa. Es complicado aceptar que las cosas sean tan distintas en su vida normal y en esa casa, pero no tengo por qué desconfiar de lo que dice.

Después de este fin de semana sigo pensando lo mismo, pero con un matiz importante. Yoli no es que no pueda aceptar la realidad, sino que no quiere. Ayer la escuchamos diciendo: “Prefiero vivir feliz en mi mentira”. Es decir, ella sabe que todo es una gran mentira, pero se acomoda a ella. Y lo prefiere, antes que aceptar la realidad. No sufre una distorsión de la realidad, sencillamente la rechaza.

Si no se diera cuenta de cuál es la realidad la cosa sería menos lacerante. El que la perciba sin problemas, pero se niegue a aceptarla sin más, me parece un problema más importante. En este caso hay más implicados, por lo menos Jonathan, lo cual convierte su actitud en egoísta. El dilema sobre si Jonathan ha sido o no suficientemente claro con ella ya no tiene sentido. Ella sabe lo que hay. Jonathan y su primo hablan de “atraer y no gustar” en lugar de decir que no le gusta nada, pero tampoco le dan arcadas al verla. Suavizan hasta el extremo sus planteamientos con el fin de quedar bien ante la audiencia, incluso para ofender lo mínimo a Yoli. Pero dudas no tenemos nadie a estas alturas, tampoco Yoli.

Con aquel tenso “no me toques” del almacén, de hace bastantes semanas, hubiera valido para que cualquiera asumiera que no iba a tener nada con esa persona. Yoli no lo asume y sigue a la carga. Lo ha estado haciendo hasta el viernes mismo. Hubiera preferido pensar que no se estaba dando cuenta de la realidad a tener la evidencia de que sencillamente no quiere aceptarla, aunque la conoce perfectamente. Prefiere su mentira a la realidad, y lo afirma sin sonrojo. El amor no tiene reglas y provoca comportamientos inexplicables muchas veces, lo sé. Pero el acoso de Yoli es una tortura para cualquiera, especialmente dentro de ese encierro en el que el otro se convierte en inevitable.

Cuando salgan de ahí, Jonathan no va a querer ver nunca más a Yoli, y es bien entendible. El otro día se lo decía con bastante claridad, cuando ella hacía conjeturas sobre si se verían una vez al mes, o una vez al año, y terció introduciendo la posibilidad más cierta para él, seguramente la única que contempla. “O nunca”, respondió Jonathan. Así es, y déjate que no pida una orden de alejamiento. Solo entonces acabará este día de la marmota, como en la película ‘Atrapado en el tiempo’. Así están ellos, y nos tienen a nosotros, atrapados en un bucle eterno en el que solamente va cambiando el grado de dramatismo, que se incrementa poco a poco.

Por lo demás, es siempre todo igual: ella se enfada por el rechazo de él, él se ofende, se separan unas horas. Siempre parece la definitiva porque cada vez parece más grave el enfrentamiento. Sin embargo, a las pocas horas Yoli vuelve a estar encima de Jonathan, y vuelta a empezar. Este viernes parecía el definitivo, como todas las veces anteriores. Él lloraba en el ‘confe’ y ella lloraba con la oreja pegada a la puerta, escuchando lo que él estaba diciendo. Luego venía el numerito de hablar en voz alta: “Madre mía, ¿qué estoy haciendo?”, y otros fragmentos de un monólogo que hacía más acusado el drama, si es posible. Es algo que inventaron los guionistas de culebrones venezolanos hace décadas. Yoli solo lo copia, probablemente de forma inconsciente.

Apoyar a Yoli ahora mismo me parece tan difícil, tan exótico incluso, que hasta veo meritorio y admirable lo que están haciendo algunos sin ser familia ni seres allegados a ella. Mucho más que no estén todos los espectadores de este programa, especialmente quienes defienden a las primas, votando para echar a un Jonathan que hubiera tenido muy fácil acabar con este infumable bucle y no ha querido hacerlo. El miedo a quedar bien y que le afecte en el concurso le sigue haciendo quedar como un pelele desaprensivo que está haciendo a Yoli pasarlo mal innecesariamente. Habría que analizar lo que esconden las tapas de los sesos de todos aquellos que conseguirán dejar a Jonathan en la casa este jueves. Neuronas pocas. Y fritas, como dice Punset.

Esa doble personalidad que aprecié en el primo chico hace semanas, se está mostrando ahora más que nunca. El jueves pasado, cuando vio la nota de Yoli en su cama dijo: “Esto es una mierda”, pero un rato después le decía a ella que era algo muy bonito. Ayer volvía a hablar con ella como si fuera un crío, balbuciente y apocado, mientras este fin de semana le hemos visto decir que hacía la cruz a Yoli definitivamente. “Muchas mujeres cuando realmente están dolidas y además les da igual todo y si pueden hacerte daño te lo hacen. Eso me demuestra mucho también de las personas, esos detalles. Y al final me duele por eso, porque con personas así, nano… se acabó. Se acabó. Ahora ya sí que hago la cruz, pero vamos”. Son palabras de Jonathan en la ducha, hablando con su primo.

La noche del sábado repetía más o menos lo mismo. Hay muchas cosas que no le gustan, que le duelen y le hacen sentir mal. ¿Por qué aguanta entonces? Esa mañana pasó algo intrascendente con unas chuches y Jonathan hacía conjeturas sobre si se las habría metido Yoli en el bolsillo. Hablaba en el jardín con Azahara, Alejandra y la propia Yoli. Entonces, Alejandra contestaba, (¡Ironía on!) con su delicadeza habitual (¡Ironía off!): “Ya quisieras tú”. Jonathan pensó que había sido Yoli quien lo había dicho, entonces fue a su primo y le dijo: “Le pego una hostia que la reviento”. Está tan contenido muchas veces que luego le sale el yo verdadero, ese que tiene ganas de descargar contra la persona que lleva dos meses causándole un problema.

También es cierto que Jonathan no hubiera sido nada de no ser por el protagonismo que le ha regalado Yoli. En eso debe estarle agradecido. Mientras tanto, ella está tirando el concurso por la borda, no tanto por sus opciones a llevarse el premio final, que visto lo visto ya ni me extrañaría. Me refiero a que está amargada desde hace dos meses, y estoy convencido de que cuando salga lamentará haber perdido la oportunidad de vivir esta experiencia más alegremente, en lugar de estar pendiente permanentemente de un tipo que tiene meridianamente claro que no tendría nada con ella, ni dentro ni fuera de la casa.

Otro tema a analizar es el papel de Juanma, el tapado de esta historia. La encerrona del ‘confe’ el viernes fue cosa suya. Luego pone cara de palo y disimula. Le llegó a decir a su primo que se acostaba con Yoli por hacerle un favor, una de las cosas más despreciables que he escuchado. Tela con el surfista molón, que es la mano negra, el lado siniestro de la borregada, algo más evolucionado que su primo, con unas cuantas neuronas más (y menos fritas). “Muchas veces que yo sea arisco o pasota se lo busca ella, por intentar esto. ¡Me la suda, a tomar por culo!", decía Jonathan el sábado, y me pareció ver en Juanma una sonrisa satisfecha. Deja que su primo se exponga cada semana, y empiezo a pensar que no es solo por salvarse él sino porque se lo quiere cargar cuanto antes.

Jueguecitos como el de la zapatilla, forzando a que Jonathan volviera a darse un pico con Yoli me hacen verlo de forma meridiana. Sabía que en el segundo beso en el juego de la botella Yoli le había cogido la cara a Jonathan. El sábado se lo hizo notar, aunque él ni siquiera se había dado cuenta. Con unas copitas de más podía pasar cualquier cosa. Juanma jugó al límite, y a punto estuvo de hacer explotar un volcán.

A Yoli no le gusta la realidad y a Azahara tampoco. Lleva dos meses tonteando con Juanma, utilizando claves que estoy segurísimo negarán ambos al salir, y ahora se mosquea y hasta se duele porque su novio, el pelotari demandado, no aparezca en el vídeo sorpresa que vieron todos anoche, durante un debate modélico lleno de vídeos extraordinarios y entretenido como pocas veces. Le duele admitir que el chico pueda estar sufriendo por culpa de ella. Tan solo eso. Quiero decir, que Azahara no hace ni el más mínimo esfuerzo por recuperarle. Ni siquiera hace algo tan básico e inmediato como decirle que le quiere.

Debemos entender que no le quiere, lo cual tampoco es tan extraño. Ella se ha desenamorado allí dentro, sea por su atracción hacia Juanma o por lo que fuera. Diría que Azahara lo está pasando mal, pero no por haber perdido a su novio. No sé si su viaje será a Tarifa, a Nueva York, o al infinito y más allá. Incluso puede que finalmente viaje de nuevo de vuelta hasta su novio. Pero, de momento, creo que es el último y más remoto de sus planes. Su enfado con Juanma no parece motivado por parecidas razones a las de Yoli. Supongo que se vio realmente sola, lo cual puedo entender.

Aunque a Alejandra le cueste tanto procesarlo, Azahara entró sola en el concurso, no como ella que hace pack con su prima. Por eso, la malagueña puede sentirse sola a ratos, ninguneada por Juanma sin que sea esta la intención del surfista. La historia de estos dos es igual de inexplicable que la del otro primo, solo que han sido tan hábiles de inventarse un código secreto que ríete tú de Morse. Por eso no hacemos esfuerzo en entenderlo. Además, son tan lánguidos y tan tristes que quedarse más de cinco minutos analizando su situación y haciendo conjeturas al respecto te arrastra irremisiblemente al pantano de la tristeza. Y allí el fango te atrapa hacia dentro hasta hacerte desaparecer en un frío y oscuro silencio. Aparta de mí este fango, ¡por humanidad!

He de confesar que no me importa lo más mínimo si bajo el edredón de Paula y Luis pasó una cosa u otra. Soy poco de meter las narices en ese tipo de cosas. Más me importa lo que pasa encima del edredón, como es el caso de la imagen sobre estas líneas, obtenida el pasado sábado de madrugada. Ambos duermen juntos, aunque no pegados. Paula aproxima su cabeza al hombro de Luis. Entonces este sujeta su cara de forma cariñosa y protectora. Estas son las cosas que me emocionan de verdad, y me sacan de ridículas claves de ciudades y bucles interminables.

A última hora de la tarde de ayer una conversación entre Paula y Luis ofrecía nuevas pistas de que ella no le ve tanto como un hermano, aunque lo siga diciendo. Luis se escapaba con inteligencia y habilidad. Sin dejar de tratarla con cariño y utilizando el tono de broma que estaban teniendo los dos. ¡No sabe nada el torero! ¿Qué diferencia veo entre la historia de Yoli y Jonathan y la de estos dos? Pues muy simple. Pase lo que pase, veo toneladas de cariño entre Paula y Luis, de uno al otro y al contrario. Un solo gesto entre ellos me muestra más cariño del que he podido apreciar en dos meses largos entre Yoli y Jonathan. Puede que Paula y Luis no compartan lo que siente el uno hacia el otro, pero está claro que sí comparten recíproco cariño. Nada que ver, amigos. Nada que ver.

Moleskine del gato

Los porcentajes ciegos que conocimos en el debate de anoche fueron los siguientes: 57,7 %, 34,6 % y 7,7 %. Ninguna pista sobre el menos votado. Si fuera Jonathan ya es para inflarse a chupitos de aquí hasta el final de esta edición. Siendo sincero, creo que a la recta final deberían llegar las primas, Paula y Luis. Ellos han sido protagonistas de esto, mientras los demás hacían papel de actores de soporte, secundarios tan necesarios como prescindibles o intercambiables. No creo que lo merezcan ni los primos, ni Hugo ni siquiera una bella Azahara que lleva dos meses haciendo publicidad de una discoteca, escribiendo su nombre en la pared sin que nadie se lo impida y que hasta en su vídeo sorpresa aparece la dueña, que presta nombre a su negocio. Bonita promo, y poco más. Ya sé que esto es imposible porque algunos llevan meses (¿qué digo?, ¡años!) empeñados en jodernos este concurso.

Insistiendo un poco en lo de Azahara, pienso que odia profundamente este programa. “No voy a hablar esto ahora, que tengo tres cámaras pendientes de lo que digo”, le decía el viernes a Juanma. Pero, ¿dónde se pensaba que entraba? Y luego su permanente duda sobre la forma en que se verá todo, cuestionando el trabajo de los profesionales que hacen este programa. Me da pena que haya concursantes como Azahara pudiendo tener verdaderos amantes del programa, que lo respetan sinceramente. Aunque claro, ya hemos visto esta temporada que se trata con guante de seda a los que ponen en duda la decencia del programa y llaman delincuentes a sus responsables. Pues adelante con los faroles.

Alguien le debería decir a Yoli que espiar detrás de las puertas está muy feo. El viernes traspasó las líneas rojas de la educación y el respeto. Por otro lado, me extrañó que no terminase su exitosa representación encerrándose en el ‘confe’ y pidiendo quedarse llorando en el suelo tras el sillón. Lástima que esta vez no haya una gallina que pueda ahogarse y a la que practicar el boca pico.

¿El jamón sigue en la casa? Y aún tiene por dónde cortar. Esto es lo más enigmático que ha pasado en este programa.

¿Por qué lloraba Luis viendo el vídeo de Hugo? Sospecho que no era de emoción o alegría. Ni sonreía ni era capaz de ir a abrazar a su amigo. Creo que algo le hizo sentir una fuerte y repentina tristeza. Otro enigma más.

Y un último apunte, tan breve como desagradable. Lo de Lucía insultando a Belén Rodríguez no me sorprende nada, pero no quita para que me parezca inaceptable. Jaleamos a los del timo y se vienen arriba. Todo encaja.