Íñigo es el rayo que no cesa
Para hacer una estrategia en conjunto con otras personas hace falta encontrar a alguien dispuesto, justo lo que no ha logrado Íñigo ya que Edurne y Jonay han rechazado unirse a él.
Íñigo está empeñado en congregar a su alrededor un grupo dispuesto a sindicar las nominaciones para ir con los dos grupos que supuestamente hay en la casa. Es decir, su estrategia pasa por pactar las nominaciones, pero le ha surgido un pequeño inconveniente: nadie quiere pertenecer a ese grupo que promueve. Partiendo de la idea de que hacer estrategia es lógico estando en un juego de estrategia, que de siempre he agradecido a quienes han entendido este juego de esa manera y que no querer participar de estrategia alguna ya es tener una estrategia; Íñigo lo está planteando de manera muy poco orgánica. Por eso suena hasta ofensivo.
Parece el gerente de una empresa dando órdenes de lo que su grupo de trabajo debe hacer en lugar de un concursante que coincide con otros en señalar a los mismos enemigos en el juego, teniendo parecidas prioridades a la hora de querer ver fuera de la casa en determinado orden a sus compañeros. Íñigo ni siquiera ha tanteado a aquellos que considera sus afines por ver si estarían dispuestos a seguir su juego. En lugar de eso ha ido directamente a proponerles una estrategia que no comparten. Como bien le dijo Edurne: “Quieres que nomine igual que tú, pero yo tengo mi propio juego y no me voy a unir al tuyo”.
Para pactar es necesario encontrar con quién
Íñigo necesita con quién pactar y, de momento, no tiene a nadie. Edurne no está por la labor de tener que nominar lo que él diga. En la misma situación está Jonay. Son las dos primeras personas con quienes habló para intentar tener mayoría y sacar a la palestra a quienes él considera. Ni siquiera ha sido flexible al plantear un consenso y aceptar los criterios y prioridades de quienes pretende que sean sus socios. Pero es que Íñigo no busca socios sino súbditos. Y por eso mira a todos los demás por encima del hombro, también a Edurne y a Jonay. No quiere incluir a Paula en su pacto de nominaciones porque antes de ir a por los peones prefiere cargarse figuras más importantes en el tablero. Es de mal jugador pretender eliminar a los rivales fuertes para medirse después con los débiles.
Lo que Íñigo ignora es que el espectador probablemente prefiera verle dispuesto a enfrentarse a esas figuras destacas, al rey o la reina del tablero, en lugar de dejar para el final a los peones y allanar así su camino. Porque en este juego es la audiencia quien decide y puede ponerle de patitas en la calle enfrentándose hasta con la pieza más insignificante. Por no hablar de lo complicado que es hacer una estrategia cuando semana sí y semana también hay inmunidades (Jonay ha disfrutado de varias en tan poco tiempo como llevamos de edición), nominaciones especiales, salvaciones y otras zarandajas.
Consejos vendo que para mí no tengo
Con todo, lo peor de Íñigo no me parece que sea intentar pactar las nominaciones, por mucho que lo esté haciendo de manera equivocada. Mucho peor es la crítica despreciativa y arribista a la mayoría de sus compañeros. Hace mal lo que para él están haciendo mal otros y por eso los critica duramente y sin piedad. Presuponía que iban a perder la prueba y solo fallaron por cuatro ya que habían contado 2424 y sumaba 2428 en realidad. Además, tuvieron tan solo 5 de los 10 fallos permitidos. ¿Quién falló? Entre otros su amiga Edurne. Él no falló de milagro y porque le estuvieron levantando de la cama cada vez que le tocaba en la madrugada, aún a riesgo de llevarse un manotazo, como le pasó a Desi.
Para Íñigo, los que han estado durmiendo en el salón para garantizar el éxito en la prueba lo hacen para pasar por “buenos compañeros”. Sin embargo, él no ve compañerismo en esa actitud. Porque, claro, él no lo ha querido hacer aun a riesgo de parecer menos comprometido con la cuestión. También se ha cebado criticando que estaban bebiendo demasiada leche, considerando que no estaban haciendo un consumo responsable. Como bien le recordó Aroa, él se estaba preparando un café con leche mientras criticaba a otros por guardar leche quitándosela al grupo. Lo peor de lo malo de Íñigo es que cuando agarra una víctima no la suelta, como hacen los perros de presa.
Íñigo llamó “cerilla” a Mamadou en medio de una discusión y este se ofendió en demasía poque entendió “tirillas” en lugar de “cerilla”. Dice que le puso el mote porque se enciende rápido. Pues si el catalán prende rápido el vasco no se apaga nunca. Íñigo es una tea siempre encendida, como el ojo de Saurón en ‘El señor de los anillos’, el fuego de Gubraith en el universo Harry Potter, o el rayo que no cesa de Miguel Hernández. No sé lo que debería ocurrir para que pasase un rato, solo un rato, sin censurar ni menospreciar a nadie. Ni siquiera respeta a aquellos a los que más temprano que tarde propondría unirse a su estrategia.
Íñigo no ha dudado a la hora de poner de parapeto a sus supuestos amigos Jonay y Edurne. Lo hizo cuando aseguró estar harto de que dijeran que perdía las formas cuando aquellos dos también las pierden y nadie les dice nada. ¿Era necesario compartir las culpas con quienes pretende que sean sus socios en la estrategia de juego? ¿No podría haber dado otros dos nombres? En la casa perder las formas está al cabo de la calle, tan solo deben acostumbrarse a que si son amigos de Íñigo tienen más posibilidades de que este les delate por ello.
La importancia de tener un pie grande
A José Manuel ya no le soporta nadie porque se han dado cuenta de que es quién más come y controla a los demás para evitar un consumo excesivo. Dicho más a las claras, no quiere que los demás coman mucho para que así no le falte a él. Viene a ser parecido a lo de Íñigo, por eso no se llevan bien del todo. Porque Íñigo llama “hipócritas” a otros compañeros, pero él confía en el secreto del ‘confe’ para afirmar que quiere nominar a Joon, mientras le está poniendo buena cara. Por ejemplo anoche, cuando este era salvado de la nominación de esta semana, asegurándose que pasará, al menos, una semana más en la casa.
El motivo más reciente por el que andan cuestionando a José Manuel no es que se considere el policía de la despensa y sea capaz de memorizar lo que come cada uno. Ahora lo que le censuran es que diga tener un 48 de pie cuando Jonay le ha visto con zapatos del 45. Si está mintiendo en esto me gustaría saber por qué, pero tampoco es un tema vital que merezca ser tratado por aquellos que pretenden pillar a José Manuel por algún lado y socavar su imagen. Igual que les pasa con Cristian, del que solo conseguirán que caiga más simpático en la medida que sigan diciendo que es don perfecto y sugieran una pose continua, algo que yo mismo pensaba hasta que he oído a Íñigo insistir machaconamente sobre el tema. Está consiguiendo que lo crea y me caiga simpático.
Los límites del consumo de leche
En lo que pueden estar contentos Íñigo, Edurne y compañía es en haber criticado el consumo excesivo de leche, dado que anoche el ‘súper’ les reprendía por eso mismo. Les prometieron leche ilimitada a cambio de que Paula dejase de hablar con su novio, pidiéndoles solamente que hicieran un consumo responsable de la misma. Ahí empezó el derroche lógico de aquello que es gratis. Además de serlo, sabían que lo iba a dejar de ser pronto, lo cual contribuye a aumentar todavía más su consumo. Discrepo en parte de lo dicho por el ‘super’ anoche porque no considero un dislate que consumieran el primer día una media de 600 ml de leche cada uno. No sé cómo ha ido la cosa en los dos días posteriores, pero cuando Edurne se quejaba de que de 15 cajas de leche solo quedasen 6 las cosas estaban así.
Si no fallan mis cálculos, 9 litros de leche divididas entre el número de habitantes de la casa sale a unos 600 ml de leche por persona en un día, aproximadamente. Eso vendría a ser un desayuno y dos o tres cafés o chocolates solubles con leche. Una prestigiosa empresa de salud dice lo siguiente en su página web: “Se recomienda, aproximadamente, tomar entre 2 y 5 raciones de lácteos al día según la edad y estado fisiológico de la persona”. Y a renglón seguido explica: “Una ración de lácteos sería igual a beberse un vaso de leche de 250 ml o a comerse dos yogures”. De forma que la recomendación sería consumir entre medio litro y un litro de leche al día. No hay tal derroche, por tanto.
Otra cosa es que hayan ido dejando tazas con leche a medio beber y hasta alguno haya tenido dolor de barriga por empacho, aunque en este caso sería recomendable que visitase a un gastroenterólogo porque igual el problema es otro y se lo debe vigilar. Si dan leche ilimitada eso significa que no hay límites, lo cual conlleva el peligro del abuso. Pero no es igual abusar de unas cosas que de otras. El abuso de leche sin superar los límites recomendados no es censurable, y todavía tendrían que haber tomado el doble para superar esas recomendaciones.
¿Quién manipula a quién?
A veces descubro lo inocentes que son quienes dan la impresión de creerse los más listos de la casa. Por ejemplo, cuando Edurne y Jonay dicen que Cristian está manipulando a Joon. Con este concursante han pinchado en hueso porque es más listo que todos ellos juntos. Me imagino a Joon disfrutando por dentro y riéndose sin dar muestras de ello cuando Jonay le advierte de que Cristian le está perjudicando. El fin de estas palabras era que se aleje de su amigo, lo cual haría más vulnerables a los dos de cara al juego. Joon tiene bien claro lo que debe hacer y su objetivo en las próximas nominaciones sigue siendo Íñigo, a quien el jueves dio sus 6 puntos. Caso de que uno de los concursantes procedentes de Uno de GH20 estuviera manipulando al otro tengo claro que Joon sería manipulador y Cristian manipulable.
Moleskine del gato
Los porcentajes ciegos antes de salvarse Joon estaban así: 42,7 %, 24,6 %, 19,9 % y 12,8 %. Me gustó que tanto Patricia como Joon dijeran sin falsas modestias que se veían en los dos porcentajes de en medio, incluso este último contemplaba la posibilidad de ser el más bajo, como así fue. Es posible que Belén se salve otra vez y la expulsión esté entre José Manuel y Patricia. Creo que nadie lo lamentará mucho en ninguno de los dos casos, aunque la salida de José Manuel transmitirá la sensación de que ha perdido el grupo que no lo es, encabezado por Íñigo, Jonay y Edurne.
Me parece buena idea que Anabel Pantoja y Violedi vayan a ayudarles con los bailes de la prueba semanal, aunque echaré de menos que no hayan contado con el ganador de la edición anterior de anónimos, el chico este que era bailarín… Me cachis, no me sale el nombre ahora mismo.
