Tras someterse a un estudio genético, Ana y Fer han descubierto que tienen una alta probabilidad de sufrir una enfermedad. Por ello, han han tomado una decisión que marcará la vida de sus tres hijas: dejar establecido en su testamento quién será el tutor de las niñas si ellos faltan.
Sin embargo, la pareja no se pone de aucerdo a la hora de designar al tutor. Él quiere que sea su hermano, cree que es el indicado porque es un padre de familia, pero Ana cree que su hermana sería más apropiada porque vive en la ciudad.