De vegana a empresaria de la carne: "La clave no es eliminar alimentos, sino producirlos bien"

Nana Food es un proyecto que busca demostrar que otra manera de producir y consumir carne no solo es posible, sino urgente
Su visión parte de una máxima innegociable: el respeto absoluto por el bienestar animal
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A primera vista, la historia de Begoña Pérez parece una paradoja. Veterinaria de formación, exvegetariana por convicción ética y ahora fundadora de una empresa cárnica. Pero no una cualquiera: Nana Food es un proyecto radicalmente distinto, que busca demostrar que otra manera de producir y consumir carne no solo es posible, sino urgente. “Todo nació de una idea muy sencilla: volver a lo que hacían nuestros abuelos. Ellos cultivaban su comida, cuidaban a sus animales con respeto y todo tenía un sentido más lógico”, explica Begoña.
Con formación en veterinaria y seguridad alimentaria, su visión parte de una máxima innegociable: el respeto absoluto por el bienestar animal. En un momento en que la carne industrializada domina los lineales, ella optó por lo contrario: una ganadería lenta, sin prisas, en libertad, con animales que pastan y viven sin estrés. “Nuestras gallinas… ¡pues ponen huevos cuando les da la gana!”, dice entre risas, pero con una seriedad de fondo inquebrantable.
Durante años, Begoña fue vegetariana. “¡Ni de broma! En ese momento veía la carne como algo incompatible con la sostenibilidad”, admite. Pero al conocer la trastienda de la producción industrial y, a la vez, las posibilidades de modelos regenerativos, se dio cuenta de que no se trataba de renunciar a la carne, sino de cambiar la forma en que se produce. Ese giro no fue fácil de explicar a su entorno: “Sí, claro, hubo muchas preguntas del tipo: ‘¿Pero cómo, si tú eras vegetariana?’ Pero los que me conocen bien saben que siempre he sido curiosa, inconformista y muy sensible con el respeto a los animales”.
¿Qué tiene de diferente Nana Food?
Nana Food no produce carne en masa. Produce una idea de carne con alma. Trabajan con pequeños ganaderos como Alberto o Jorge, con sistemas extensivos, sin transgénicos, sin antibióticos innecesarios y sin explotación. La empresa no fuerza la producción si no hay stock: “No vamos a producir carne a cualquier precio”. Esa filosofía, que parecería antieconómica para muchos, ha calado en una clientela cada vez más consciente.
Además, aplican principios de economía circular y desperdicio cero: venden desde caldos a embutidos, aprovechando todo el producto, y complementan su oferta con alimentos vegetales para promover una dieta variada. Como resume Begoña: “Para nosotros, la salud no es solo lo que comes, es un concepto global: bienestar animal, impacto ambiental y calidad para el consumidor”.
Las ventajas de este tipo de carne
Lejos de ser un lujo gourmet, la carne de Nana Food busca también convencer por sus propiedades organolépticas. Está demostrado científicamente que los animales criados sin estrés, con dieta basada en pasto y en movimiento libre, producen carne con más proteínas y niveles superiores de ácidos grasos omega-3. “¡Se nota en todo! En el sabor, en la textura, en la calidad nutricional…”, asegura Begoña. Y no solo lo dice ella: expertos como el veterinario y divulgador Pablo Manzano o el chef Javi Estévez han defendido en distintos foros públicos la superioridad de la carne extensiva sobre la intensiva, tanto en calidad como en ética.
Por otra parte, en el contexto de emergencia climática en el que estamos sumidos, la ganadería está en pleno centro del debate. Pero Begoña lo tiene claro: “La clave no es eliminar alimentos, sino producirlos bien”. En línea con investigadores como Blanca G. Escribano (UCM) o divulgadores como la dietista-nutricionista Beatriz Robles, Nana Food promueve una dieta mixta basada en la lógica mediterránea: frutas, legumbres, verduras, y carnes de calidad, no ultraprocesadas ni omnipresentes.
Frente al auge de la carne cultivada en laboratorio, la fundadora de Nana no se muestra combativa, pero sí crítica: “Es lógico que existan ese tipo de alternativas, pero para mí lo importante es que el consumidor tenga toda la información. Siempre digo en mi Instagram: leamos las etiquetas”. Su defensa pasa por la trazabilidad total, la información transparente y el vínculo directo con el productor.
Quizá la mejor anécdota que resume la voluntad y objetivo de este proyecto es la historia de la hermana de una amiga Begoña: “Llevaba 10 años sin comer carne porque le daba hasta repulsión verla en el plato. Pero cuando conoció nuestro sistema de cría, se animó a probar primero nuestros caldos, luego nuestra carne blanca… ¡y hoy es una nanafooder convencida!”. No se trata de convertir a vegetarianos ni demonizar opciones. Se trata de abrir una tercera vía: la de la carne responsable, ética, limitada y sabrosa.

El poder del consumidor
“Nadie nos obliga a comprar carne mala”, dice Begoña. Para ella, el cambio real solo vendrá si el consumidor es capaz de dejar de fijarse tan solo el precio por kilo y empieza a valorar el cómo que rodea a la pieza. “Cada vez que compramos algo, estamos eligiendo qué modelo de producción apoyamos. Comer carne no tiene por qué ser un problema si lo hacemos de manera consciente”.
En un mundo polarizado entre el veganismo y la ganadería intensiva, Nana Food ofrece una alternativa que exige reflexión y decisión. Y en ese camino, lo que empezó como una contradicción personal se ha convertido en una causa colectiva.
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