La librera que recopiló las recetas de las novelas de detectives: "La más negra y criminal son los mejillones con vino"

Apasionada de la literatura y la gastronomía, reedita ‘Manual práctico de cocina Negra y Criminal’ en el que combina novela negra y docenas de platos
Recomienda los mejillones con vino después de que se convirtieran en santo y seña de su librería cada sábado en Barcelona
“Mi receta favorita es el mole de pollo”, cuenta, un gusto adquirido tras su paso por Cuba
Montse Clavé ha vivido muchas vidas en una sola: historietista en los 70 y 80, librera en el mítico Negra y Criminal, testigo del Mayo del 68 en París y de la Cuba revolucionaria. Pero si hay algo que ha unido todos estos caminos es la gastronomía. Su libro 'Manual práctico de cocina Negra y Criminal', recién reeditado por Pepitas de Calabaza, es la prueba de ello. “Tenía este libro totalmente apartado, pero no porque le tuviera ninguna manía, sino porque formaba parte un poco del equipaje de Negra y Criminal”, cuenta Clavé.
Publicado originalmente de forma casi artesanal, el libro, en el que se repasan autores, títulos y personajes relacionándolos íntimamente con algún tipo de comida o bebida, sólo se vendía en su librería o a través de su web. Ahora, por primera vez, llega al gran público. “En realidad, esta reedición es una novedad para mucha gente, para toda España, se podría decir. Por primera vez está expuesto a todo el mundo, ha salido a la calle”, dice.
De Francia a Cuba
La cocina ha sido una constante en su vida. En los años 60, mientras París ardía en revueltas, su marido y ella ajustaban sus becas para poder permitirse un capricho gastronómico: “La comida en el 67 y el 68 en Francia fue peculiar. El primer año comíamos poco porque éramos estudiantes y vivíamos con una beca. El descubrimiento más importante a nivel gastronómico fueron las ostras. Nunca había comido ostras, y en cuanto nos llegaba la beca mi marido y yo hacíamos un reparto: tanto para la filmoteca, tanto para el alquiler, tanto para ostras”.
La comida en el 67 y el 68 en Francia fue peculiar. El primer año comíamos poco
De aquella época quedan las ostras a nivel gastronómico e infinidad de otras cosas en la corazón, en la piel y en las entrañas. “El 68 es algo que solo se puede contar si lo has vivido y con gente que también lo ha vivido. Fue muy importante, muy bonito. Cambió muchas cosas. Había mucha solidaridad. Por ejemplo, ver las Galerías Lafayette con una bandera roja, ocupadas y cerradas, los metros sin funcionar, la huelga general… Las calles de París estaban llenas de carteles. Yo estaba en Bellas Artes, imprimíamos carteles por las noches y dormíamos donde tocaba. Fueron 20 días absolutamente brutales. Y la conclusión que saqué de aquella pequeña revolución es que, cuando son de verdad, las revoluciones duran muy poco. Como mucho se alarga un mes y luego cambia la estructura. Se oficializa un poco”.
La idea del libro, en el que se analiza desde obras de Vázquez Montalbán hasta otras de Agatha Chirstie o Conan Doyle, nació casi sin querer, uniendo pasiones. “Buscaba en los libros algo de gastronomía y pensaba en cómo los autores, al crear a sus personajes, los revestían. Algunos con pipa, otros con gabardina, otros con problemas de depresión… ¿Pero qué les hacían comer y beber? Y así empecé a tomar notas”, explica Clavé.

Y encontró un patrón: “En la literatura negra se bebe más que se come, sobre todo en la literatura negra norteamericana y en la europea del norte. Pero no tanto en los autores mediterráneos. Empezando por Maigret, que es el primer detective que come muy bien”.
En la literatura negra se bebe más que se come, sobre todo en la literatura negra norteamericana y en la europea del norte
El comisario francés de Simenon disfruta de los guisos de su mujer alsaciana y de la comida popular de los pueblos que visita. Luego está Vázquez Montalbán: “Si lees toda su obra, ves la evolución de la gastronomía en España durante 30 años. Vázquez Montalbán no se entiende sin su comida. Carvalho no se entiende sin la comida. Es un recetario viviente. Además, él es el único autor que yo haya leído que puso una receta completa en un libro: la caldeirada gallega se puede cocinar tal cual. Yo la he hecho y me ha quedado muy rica”.
Pero si hay una receta que define la conexión entre la novela negra, la gastronomía y la vida de Clavé, son los mejillones con vino. “La receta más negra y criminal son los mejillones con vino porque de ellos surgió una tradición que nos salvó cuando más lo necesitábamos”, cuenta. En 2002, tras el desastre del Prestige, Negra y Criminal organizó un evento en solidaridad con los mariscadores gallegos: “Convocamos a clientes, periodistas y autores a un sábado de mejillones y vino. No estaba previsto pero terminamos repitiéndolo cada sábado hasta el cierre de la librería en 2015”.
Vázquez Montalbán no se entiende sin su comida. Carvalho no se entiende sin la comida. Es un recetario viviente
Lo que empezó como un acto de solidaridad se convirtió en un punto de encuentro imprescindible para los amantes de la novela negra. “Fue un acto de solidaridad, pero también de marketing involuntario, porque atrajo a mucha gente. Autores poco conocidos llenaban la librería porque la gente venía a probar los mejillones”.
Un menú literario para los paladares criminales
En 2004, la idea de la cocina como parte de la literatura negra se llevó más allá: Antonio Gras organizó unas jornadas gastronómicas basadas en Manual práctico de cocina Negra y Criminal y diseñó un Menú Negro Criminal. “Nos invitó a unas jornadas en Murcia y organizamos una charla sobre qué escribían los autores y qué comían sus personajes. Fue muy divertido. Hasta pensamos en dedicarnos a hacer giras de este tipo”.

Entre todas las recetas que aparecen en el libro, Clavé destaca los mejillones a la bretona por su sabor, los recuerdos que le evoca y su sencillez: “Es una receta muy fácil que hacíamos en días festivos o cuando queríamos homenajear a alguien en la librería. Son muy fáciles: llevan una base de cebolla, que no tienen los mejillones normales, romero, vino blanco y, al final, un pequeño chorro de crema de leche”.
Pero su plato favorito, curiosamente, viene de más lejos: “Mi receta favorita es el mole de pollo”. Un gusto adquirido tras su paso por Cuba, donde vivió dos años y aprendió a cocinar frijoles con Mercedes Suárez, una cubana que le enseñó el punto exacto de azúcar y vino seco para cocinar unos frijoles de chuparse los dedos.
Montse Clavé no duda en ver la cocina y la literatura como placeres inseparables. “En un mundo ideal, la gente que ama la novela negra sabría cocinar y le gustaría comer”, dice. Y su libro es la mejor prueba de ello: una invitación a leer con el estómago y cocinar con la imaginación. Porque, al final, la literatura negra no solo va de crímenes. También va de vida, de placeres y de compartir una buena comida con un buen libro.
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