Moutai, el licor chino milenario en Zalacaín

Se trata de un baijiu chino, una bebida con más de dos mil años de historia a sus espaldas
Con 165 pasos como una coreografía secreta de su receta es una bebida milenaria
Hay licores que cuentan cuentos y otros que cuentan siglos. Moutai pertenece a los segundos. Este baijiu chino, con más de dos mil años a sus espaldas, aterrizó en Madrid para protagonizar un almuerzo lleno de guiños cruzados entre Oriente y Occidente. El escenario, Zalacaín; la coartada, un encuentro para prensa y gastrónomos que quiso probar que el Mediterráneo también sabe hablar en mandarín.
Cinco años de paciente elaboración, 165 pasos como una coreografía secreta, sorgo rojo glutinoso, trigo y agua del río Chishui: así se fabrica el mito. Su aroma jiangxiang —ese toque umami que los entendidos llaman “tipo salsa”— se pasea por la diminuta copa con la misma elegancia que un buen whisky escocés o un coñac de abolengo. Pero aquí no había que elegir bando: Moutai vino a hermanar mundos.

El chef Íñigo Urrechu montó una ruta gastronómica con pasaporte doble. Ravioli de foie y trufa con salsa de Moutai Prince, tartar de atún macerado en el destilado, popieta de lenguado con mostaza y un final de roca de queso y té matcha coronada con un dado gelatinoso de Moutai. Platos que parecían decir: “bebe, prueba, viaja sin moverte de la silla”.

Quizá Pío Baroja, genio inspirador de este restaurante, que sabía de mesas y tertulias, lo habría celebrado a su manera: «El placer de comer es el único que, cuando es refinado, no engendra hastío». Una frase que encaja como un brindis en esta tarde donde la paciencia artesana y la curiosidad cosmopolita se dieron la mano.
Porque Moutai no solo presume de historia: defiende la calidad como alma de su vida, protege el río que le da agua, reutiliza cada residuo y mira al 2035 con la ambición de ser la marca de licor más deseada del planeta. Tradición y futuro, brindando juntos.
Así fue la velada en Zalacaín: un sorbo de China, un mordisco de Mediterráneo y ese rumor de viajes que se queda en la memoria. Moutai, lo milenario, nos recordó que la mejor gastronomía no entiende de fronteras. Y que, como Baroja sabía bien, hay placeres que no cansan nunca.
¡Gan bei!