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Montserrat Fontané: la diosa de Taialà

Montserrat Fontané, madre de los hermanos Roca. Celler Can Roca
Manuel Villanueva
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En una gala teñida de luz y emoción, celebrada anoche en el paraninfo de la Escola Industrial de Catalunya, en Barcelona, la sociedad catalana rindió homenaje a dos figuras señeras: el escritor y académico, Javier Cercas y la cocinera Montserrat Fontané. Ambos fueron distinguidos con el prestigioso premio Català i Catalana de l’Any 2025. El acto, presidido por el President de la Generalitat, Salvador Illa, se convirtió en una celebración coral del talento, la memoria y el compromiso con la cultura catalana.

“El valor de un país se mide en su capacidad de generar convivencia", ha afirmado Illa, que ha añadido que esta se practica escribiendo, cocinando, compartiendo y preservando aquello que nos une.

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La cocinera humilde

En el centro del escenario, Montserrat Fontané, acompañada de sus tres hijos (Joan, Josep y Jordi), recogió su galardón con la calma cálida de quien ha vivido la vida como un oficio honesto. De quien sabe que “cocinar es trabajar, trabajar, trabajar, y yo he cocinado mucho, mucho, mucho”, afirmó en su momento de agradecimientos y también dijo con indisimulada ironía: “¿Yo, Catalana de l'Any? No puede ser, pensé que se habían equivocado”.

Desde Taialà, ese barrio humilde de Girona que respira humanidad y fogones encendidos, Fontané ha construido un legado que trasciende estrellas y titulares.

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Recibió este premio el mismo día en que su marido cumplía 93 años. Un detalle íntimo, casi secreto, que convirtió la ceremonia en un acto profundamente humano. No fue difícil imaginar a esa pareja que ha atravesado los años con la dignidad de las cosas hechas despacio, con amor, y sin ruido.

Porque Montserrat representa, con su delantal blanco y su mirada limpia, aquello que el poeta Joan Margarit escribió con voz de hogar: “La verdad es humilde: vive en la mesa puesta.”

Y en su mesa, la de Can Roca, esa casa de comidas en el corazón de un barrio obrero y periférico de Girona, nunca hubo forasteros. Allí los platos tenían memoria, la cocina tenía verdad, y el cariño tenía forma de guiso humeante. Donde tres críos, entre juegos infantiles y tareas escolares, aprendían, sin saberlo, el camino de la excelencia que les llevaría al olimpo de los dioses.

Un bálsamo en tiempos difíciles

El reconocimiento llega además en un momento doloroso para la saga Roca, tras los incendios que afectaron recientemente a dos de sus locales. La herida fue fuerte, simbólica, casi cruel. Pero la gala de anoche se sintió como un bálsamo, como una caricia en el hombro tras esos golpes inesperados.

Quizá por eso, el eco de Salvador Espriu parecía resonar entre las luces del auditorio:”Ens mantindrem fidels per sempre més al servei d’aquest poble.” (Nos mantendremos fieles por siempre al servicio de este pueblo).

Porque Montserrat ha servido a su pueblo desde lo cotidiano: una mesa tendida, un plato lleno, una sonrisa lista.

Una vida entregada al trabajo, a la cocina y al barrio

Desde su pueblo natal, Sant Martí de Llémena, hasta aquel rincón modesto de Girona, Montserrat Fontané ha escrito una historia que no necesitó tinta: bastaron cucharones, caldos, sobremesas y una honestidad férrea. Su premio no es solo un homenaje individual: es un reconocimiento a las madres que alimentaron memorias, a los bares de barrio que fueron patria, a los fogones como acto de amor.

Allí, donde la cocina se confunde con conversación y la tradición con el gesto, la biografía de Montserrat se alza como testimonio de tesón, humildad y belleza cotidiana.

Anoche, cuando los aplausos cesaron (también los de sus nueras y nietos que andaban por la platea) y el teatro quedó en penumbra, Montserrat Fontané salió con su premio entre las manos como quien lleva entre brazos un pan recién hecho.

Y quizá, en algún rincón silencioso de Barcelona, alguien recordó los versos de Mercè Rodoreda, murmurados casi como plegaria: “Les coses importants són les que no es diuen.” (Las cosas importantes son las que no se dicen).

Porque Montserrat no habló para ser grande. Simplemente vivió así.