Cartagena y su primavera santa
Cartagena cuenta con una oferta gastronómica de primer nivel que sus restaurantes saben aprovechar al máximo
El Rincón del Patrón ofrece un menú muy completo con cocina de mercado y temporada
Un caldero preparado por Pedro Montiel en su restaurante Malvasía es algo que hay que probar sí o sí
De repente, aquí estamos. Como en aquella misma tarde de hace más de 30 años en la que también era abril y Semana Santa. Nos esperan los amigos, los de siempre: Clara y Pepe, Marien y Pedro, Loli y Alfredo. La historia de los regresos afectivos se escribe en lo cotidiano, como bien decía Benedetti: “la nostalgia existe”.
También nos espera Cartagena, la ciudad trimilenaria, envuelta en sus raíces, vestida ya de semana grande de primavera, con sus dos grandes cofradías de tradición secular y su eterna y peculiar rivalidad: marrajos y californios que compiten con la espectacularidad de sus tronos y su vistosidad a la hora de desfilar sus cofrades y tercios de acompañamiento.
Nos esperan también días de vinos y sobremesas pausadas con sus reclamaciones de amistad y renovaciones de afectos para que el tiempo no extienda sus olvidos.
Los recorridos procesionales
Es Lunes Santo y esta noche sale una de las procesiones que suscita una gran devoción, la primera de los marrajos, conocida como “las promesas ”, por las muchas que se hacen al paso de la Virgen de la Piedad. Alfredo, nuestro amigo, es vicepresidente de la Agrupación y nos organiza el recorrido. De la mano de Loli y María José vivimos el privilegio de la formación del cortejo procesional desde el interior de Santa María Gracia, el venerado templo cartagenero del siglo XVIII. María José es una sherpa perfecta, su conocimiento inmediato de la ciudad y de la Semana Santa, la convierten en “un google” accesible y local y nos ilustra con todo tipo de detalles sobre la celebración centenaria de la Agrupación de la Virgen de la Piedad y su figura, obra del escultor valenciano José Capuz; sobre los recorridos y lo que nos espera, para descubrir los sitios que nosotros no conocemos y ella domina, para saber de las esquinas y las alturas precisas.
En Santa María de Gracia hay una atmósfera envolvente de incienso. Nos recibe muy amable José Jesús, Presidente de la Agrupación y marido de María José, su cara es el rostro generoso de la bondad. Un locutor va disponiendo y ordenando a los grupos para el inminente desfile, el trono de la Piedad luce bellísimo, coronado de flores, iluminado, dispuesto para la reverencia, “como virgen antigua que perdura” que decía el verso de Carmen Conde. La Piedad tiene la belleza del sentimiento. Los músicos ensayan, tocan, andan y la procesión sale en riguroso orden, en la calle hay un hervidero humano con empeños populares y religiosos para asistir al gran momento.
María José nos conduce a la plaza de San Sebastián, delante de la fachada del edificio que alberga la Capitanía General, desde uno de sus balcones, al paso danzante y cadencioso de la Piedad, se arranca con una saeta el cantaor, José Manuel González “El Chiclanero”, el público enmudece, atiende al momento sublime, la saeta tiene la flor del sentimiento.
La noche se viste de medianoche y por tanto llega el momento culminante de la procesión con su regreso y recogida en Santa María de Gracia. Suenan las campanas que anuncian la llegada del paso, el público rompe en aplausos y canta la salve, el trono danza sobre los hombros de sus portapasos delante de sus fieles. Un renombrado aleluya “para colmar de gozo los venturosos caminos de la noche”, como escribió la poeta Josefina Soria.
La mañana se presenta como la definía Carmen Conde, “como un bautismo inicial de primavera en oleaje de pájaros”. Hemos quedado a comer con Clara y Pepe en un sitio nuevo en el municipio de La Unión, El Rincón del Patrón, liderado por Juan Ángel Nadal. Nuestro menú empieza con un aperitivo denominado marinera minera, muy similar a la marinera cartagenera, pero con un toque de la sierra local y continúa con una cecina de wagyu, una croqueta de chuleta madurada, espárragos blancos, cecina, aceite de albahaca y almendras, tosta de pato a la brasa con piña confitada y miel, chuleta de vaca madurada, helado de pistacho y chocolate blanco y como final un café asiático. Un menú muy completo con cocina de mercado y temporada, bien ensamblada. Para beber elige Pepe un vino de la Ribera del Duero, Erial Tradición Familia 2022, elaborado por Epifanio Rivera en Pesquera de Duero procedente de viñedos centenarios. Aromático, jugoso, frutal y con un final largo y sedoso.
Tras un breve descanso en el hotel, nos acercamos a Cartagena para ver la salida del trono de San Pedro desde el Arsenal Militar. Hay una gran concurrencia mientras se disponen los preparativos para que el trono salga en procesión a encontrarse con San Juan y Santiago y juntos recorrer la calle Mayor. La imagen del santo rodeada de sus gentes civiles y militares en esta dársena de aguas quietas. Es curioso el ritual de salida en el que el santo que también ha sido adoptado en el cuerpo de Maestranza con el nombre de Pedro Marina Cartagena y debe pedir permiso, “franco de ría”, para poder cumplir con la tradición sagrada. Concedido por el Almirante de la Base, a petición del Ayudante Mayor, el trono sale escoltado por sus correspondientes tercios y caminan hacia la Plaza de San Sebastián para encontrarse con los otros dos apóstoles. A estas imágenes les gusta la calle, sobre todo la Mayor de la que dice ser dueño Santiago, así lo proclaman, entre vítores del numeroso público, sus portapasos. Con estos apóstoles viene la memoria de aquella tarde de hace más de 30 años, nuestra vez primera aquí.
"¿De quién es la calle Mayor? ¡De Santiago!", proclaman al unísono los componentes de su Agrupación y corean los que miran. Pasa la imagen sin detenerse ni una sola vez, sin un paso trabado. Los portapasos sostienen sin resuello su esperanza y su credo. El ambiente en este tramo del recorrido es de júbilo y expectación, hay “un rumor imprescindible, silábico y triunfal”, dicen unos versos del poeta Antonio Lucas que valen para subrayar la ocasión.
El tiempo tiene el ritmo preciso y despierta el sueño dormido en la memoria.
San Juan transita a hombros de su comitiva a lo largo de una calle abarrotada. Aparecen los rostros impenetrables de los cofrades, mientras sus portapasos adecúan la lentitud a la marcha, disfrutan de esta noche templada de abril que al ritmo de músicas y tambores parece ir escalando peldaños hacia el cielo, se recrean en su preciso desfilar por las calles de Cartagena.
Cierra el cortejo procesional el trono De San Pedro, precedido de un retumbar de tambores, de un piquete de guardiamarinas de la Escuela Naval Militar, de músicas que funden el orden y lo sagrado.
La ciudad asemeja “una catedral al aire libre”, como la definió en el pregón de Semana Santa, Gonzalo Wandosell.
Un submarino y un caldero
Despierta otra mañana hermosa de abril en la que sopla una brisa que trae la sal de un viento marino y que pide un cierto resguardo.
Volvemos al Arsenal para vivir una experiencia única, gracias a Alfredo y al Práctico Mayor de esta instalación militar, José Luis Conesa, que nos facilita la posibilidad de visitar el submarino de la Armada, Isaac Peral. Un golpe de realidad ver ese espacio minúsculo, bien aprovechado. en donde cada metro cuadrado es pura eficiencia y que contradice esa visión desmesurada de los submarinos en versiones cinematográficas o televisivas. No paramos de hacer preguntas al tripulante que nos lo enseña y nos relata con todo lujo de detalles los pormenores de la navegación en esta embarcación. Impresionante.
Hoy toca comer algo típico de la zona, un caldero preparado por Pedro Montiel en su restaurante Malvasía. Canónico, ejemplar y como a mí me gusta ligeramente desengrasado, precedido de unos entrantes impecables: sardina ahumada, puerro al horno con un falso alioli, espárragos blancos al horno, y alcachofas. A los postres una vainilla de Tahití con café y un café frío. Para beber un champán De Sousa Avizé blanc de blancs; un cotes du Rhone de la Familia Perrin, Coudoulet de Beacastel; también de la Familia Perrin un Chateunef du Pape Les Sinards 2023; y un barolo de Gianni Gallardo 2014. Una comida extraordinaria. Apoteósica.
La tarde nos sirve para pasear por la plácida campiña de golf de La Manga Club antes de acercarnos a La Cabaña de Saura, en donde nos esperan los amigos para ir a cenar a un clásico de la zona, Los Churrascos en El Algar, un restaurante que llegó a tener una estrella Michelin. La cena la conforman un tomate aliñado, boquerones fritos, unos salmonetes a la sal y un gallopedro rebozado. No me resultan las texturas ni los puntos adecuados de los pescados y percibo un cierto declive en este restaurante. Bebemos un Valenciso blanco 2023, viura y garnacha blancas, fermentado en barrica, que se presenta goloso y agradable. El tinto es un Remelluri 2014, un vino notable, maduro, fresco y expresivo aún en su edad.
El cristo de los mineros de la unión
La primavera no sucede aquí, aquí es la primavera. Hay una inmensidad azul en el cielo, una luz mediterránea y cegadora de mañana.
Volvemos para comer en Malvasía, Pedro quiere enseñarnos algunas de sus nuevas propuestas. El restaurante luce claro, luminoso y lleno, incluso en la terraza en donde hay una celebración de una treintena de personas. El aperitivo comienza con un sabroso trampantojo de sobrasada; dos sashimis de lubina y atún bien aderezados y presentados; un carpaccio Portobello con mostaza de Dijon, aceituna, mantequilla y anchoa, estupendo; hojaldre de pato y foie de mango, sorprendente y sabrosísimo; huevas y letones, perfectamente cocinadas; pastel de bacalao con verduras gratinadas y para finalizar caldereta de rape, sensacional. Para beber, Dom Perignon 2010, descomunal; un sangiovese rosado de Umberto Cesari. Una moderna interpelación de la sangiovese procedente de las colinas de Emilia Romaña con sabores a cereza, frambuesa y granada, muy curiosa; la comitiva líquida la cierra Cosme Palacio Blanco 2019, un monovarietal de viura, cremoso y profundo. Está muy en forma Pedro Montiel y Malvasía es un lugar a frecuentar.
Hoy es el día grande de la semana Santa minera en La Unión. Hay en la localidad una sintaxis de recogimiento cuando sale de la Iglesia del Rosario el Cristo de los Mineros con su poderosa imagen de hombre sentenciado, en su cara el reflejo de la inmensa hondura del vacío de la muerte. Paso cadencioso en sus portapasos, escoltado por los cofrades que portan herramientas mineras. Se detiene el paso en la calle Numancia para escuchar el canto minero de pasión en la voz sentida y compacta de Susana Romero, acompañada de guitarra. El momento es solemne: ahí va la muerte camino de la vida, hacia la promesa cercana de la resurrección. “El Cristo de los Mineros, sangrando por las espinas”, escribió la poeta local, María Cegarra. No existe una métrica de la fe, aquí se ve que no tiene peso, ni medida, solo volumen.
A la llegada al Ayuntamiento, en uno de sus balcones aparece José Antonio Romero “Perrito”, primer premio de los Cantes Mineros de Pasión 2025 y sublima el instante bajo un cielo cuajado de estrellas y luna menguante. La luna pequeña alumbrando esta noche sagrada. El silencio se hace sitio.
La sobremesa prolongada
Amanece despacio y el día también hoy se viste de una luz brillante. Antes de regresar a Madrid quedamos a comer en La Cabaña de Saura con la alineación afectiva al completo. Clara es una estupenda cocinera y nos agasaja en el aperitivo con unas huevas con almendras y un queso muy sabroso. Continúa la comida con una quisquilla de Santa Pola muy bien cocida; un guiso delicioso de albóndigas de bacalao y una dorada a la sal. Para los vinos viajamos a La Rioja, un blanco, Ad Libitum, un tempranillo blanco que elabora Juan Carlos Sancha, una verdadera rareza, apenas de 9.000 botellas, de sabor suave y mineral con un final muy sabroso. El tinto es de la Rioja Alavesa, Ukan 2021, el proyecto de Koldo Eguren, una pequeña bodega de producciones muy pequeñas, este vino tiene todas las cualidades de los grandes vinos de la zona: armonioso, complejo y con gran potencial de guarda. Un hallazgo.
La sobremesa se prolonga hasta bien entrada la tarde y la conversación fluye sola, repasando momentos presentes y recuerdos, señales de todo lo vivido juntos.
Rematamos la tarde con una ocurrencia de Pepe, prepararnos algo muy típico de la comarca, un reparo (una mezcla de brandy y vino dulce), un cierre sobresaliente para una extraordinaria sobremesa.
Nos vamos. Han sido días felices de camaraderías y afectos, de felicidad compartida. “…Volveremos a este mismo lugar y otra vez será la misma luz”, lo ha dicho mi querido Antonio Lucas.
Así será.
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