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Los nervios de la entrada, la tensión de los primeros momentos de convivencia… Los músculos se agarrotan y esa era la sensación que tenían tanto Giuls como Igor. "Necesitaba un masaje", decía ella, "creo que semanalmente toca un masaje", concedía él. Pero entonces entraron los chicos y cuando vieron a Giuls sin camiseta no tardaron en lanzar grititos. El masaje no se acabó, solo cambió, le tocaba a ella darle el masaje a él. "Echo un montón de crema", le advertía ella, "soy un chico absorbente", replicaba él. Ambos quedaron contentos, tanto que casi se ha establecido como costumbre para cada semana: "esto tiene que repetirse", decía él.











