Ana Julia escenifica un angustioso relato en su declaración ante el juez
Es el angustioso relato del enterramiento de Gabriel. La acusada del asesinato del pequeño Gabriel explica cómo después de asfixiarlo y fumarse al menos cuatro cigarros, lo arrastra de los brazos sin mucho cuidado hasta meterlo en el agujero que había cavado. Lo cuanta más o manos fría pero cuando el juez insiste en un hachazo que le da al niño ya muerto en la mano, para poder encajarlo en la tumba, entonces Ana Julia empieza a sollozar exageradamente. Ana Julia intenta justificarse. Todo el tiempo llora y argumenta que no era capaz de hacer daño a Ángel y que por eso no le dijo que acababa de quitarle lo que más quería. El juez no para de preguntarle por qué tardó dos semanas en encontrar el momento de decirle a su pareja lo que había hecho, según ella sin planificarlo. Ella se muestra derrotada ante el juez, y reconoce que estaba en un atolladero del que no sabía cómo salir. Dulcifica incluso conductas macabras como la camiseta de Gabriel que colocó para despistar en mitad del monte (había guardado la ropa del pequeño en el armario, dentro de una bolsa y escondido hacia atrás), pero dice que lo hace para aliviar el sufrimiento del padre del niño. Insiste en palabras que sabe bien la alejan de un asesinato, premeditado y alevoso. Y comienza a explicar lo que hizo con el cuerpo de Gabriel cuando ya estaba acorralada. Lo desenterró para llevarlo a otro lugar donde no pudieran encontrarlo. El juez implacable le enseña las fotografías del seguimiento…(la UCO la estaba vigilando y grabó toda la secuencia). Y le pregunta si al meterlo en el coche habló sola en voz alta. Ella contesta que no, pero miente. Ana Julia maldijo en voz alta y maquinó arrojarle al agua, como un “pescaito”, dijo. La estaban grabando, pero ella no lo sabía…