Luis y Alberto, los primeros ciegos en descender por una cueva de 100 metros en Cádiz

  • El Grupo de Espeleosocorro les han guiado

  • Han sentido libertad cuando más encerrados estaban

  • Es la primera vez que se hace en una cavidad de dificultad media alta

Luis Bullido nació en un pueblo de Toledo hace 44 años. Llegó al mundo con una enfermedad que le dejó ciego a los 18. "Yo era atleta, estaba en una concentración... Me fui a dormir la siesta y cuando me desperté ya no veía", cuenta Luis. De forma inesperada, su vida cambió aquella tarde pero, lejos de rendirse, adoptó un lema sigue por bandera: "Las cosas hay que intentarlas. Si no lo haces nunca sabes hasta dónde puedes llegar", asegura. Por eso cuando le propusieron bajar a 100 metros bajo tierra... No dudó en decir que sí. 

Se embarcó en la aventura junto a Alberto Molinos. Comparten la historia de ser invidente. En su caso, perdió la visión a los 33 años a causa de otra enfermedad. Ahora tiene 57 y un espíritu aventurero que le acompaña a todas partes. "Me ha encantado esta experiencia, ya estoy deseando repetir", confiesa. Esperaba que la cueva estuviera más lisa de lo que se encontró: “La rugosidad y la humedad es tremenda”, recuerda. 

El valor del trabajo en equipo

El Grupo de Espeleosocorro de la Federación Andaluza de Espeleología dirigido por Berni Orihuela ha sido el que los ha guiado en esta aventura que duró en torno a seis horas. Ellos han sido sus ojos para ir dándole cada indicación. "Es muy gratificante porque nosotros siempre describimos las sensaciones más objetivas... Pero ellos, se quedan con el trabajo en equipo, con valores que a veces se nos pasan por alto", relata Orihuela. El objetivo de este grupo es la espeleología inclusiva, para que todo el que quiera pueda participar en este tipo de actividades. 

Ellos lo han hecho en el Parque Natural Los Alcornocales, en la provincia de Cádiz, en una cueva de cien metros. "Es la primera vez que se hace en una cavidad de dificultad media alta". Han tenido que superar pozos de 30 metros de desnivel, meandros serpenteantes y más de un paso estrecho. Estaban encerrados cuando Alberto decía que sentía “libertad”. Sin duda, la vista, en ocasiones, puede ser una mala compañera de viaje. 

Luis y Alberto aseguran haber vivido una experiencia inolvidable. Confiar en un equipo de personas que te llevan hasta un agujero desconocido no es para menos. Luis se emociona al recordar que, cuando llegaron abajo, Berni le dijo: "Tengo un regalo para ti, usar el teléfono de emergencias para hacer una llamada". No lo dudo, llamó a su mujer para compartir con ella lo que estaba sintiendo.