La arquitectura hostil en Barcelona: localizan casi un millar de barreras físicas contra los sintecho

Un ejemplo de arquitectura hostil en Barcelona. Arrels Fundació
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BarcelonaDormir en la calle se ha convertido en una auténtica odisea para los sintecho en Barcelona, donde hay casi un millar de puntos de arquitectura hostil que les impide hacer uso del espacio público. Estas barreras físicas van desde bancos individuales, bolas de hormigón en entradas de parkings y estructuras metálicas en el suelo a bancos con barrotes en las paradas de autobús.

Unos elementos que para la Fundació Arrels de Barcelona "impiden el descanso y vulneran los derechos de las personas sin hogar", por lo que realizan un mapa colaborativo para conocer la arquitectura hostil de la capital catalana con la participación de la ciudadanía y 14 centros educativos.

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La acción consiste en fotografiar todas aquellas barreras arquitectónicas que detectan para subirlas al mapa desde el teléfono móvil. Actualmente, el mapa ya señala casi 950 puntos hostiles localizados en municipios como Barcelona, Hospitalet de Llobregat, Badalona, Mataró y Santa Coloma de Gramanet.

Más de 580 participan en el rastreo de puntos hostiles

Desde Arrels Fundació se encargan de actualizar el mapa y ampliarlo a todo el territorio para seguir dando visibilidad a una problemática que se extiende y dificulta el día a día de las personas que viven en la calle. Este año, el mapa detectará puntos en Barcelona, Santa Coloma de Gramanet, Terrassa, Granollers, Molins de Rei y Vilanova y la Geltrú con la participación de más de 580 personas.

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Desde el año pasado, también aprovechan la acción para colocar una pegatina en cada elemento detectado con un código QR, con el objetivo de despertar el interés de la ciudadanía por saber más sobre la arquitectura hostil.

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"Vivir en la calle significa no tener un espacio seguro donde descansar, guardar las cosas, disfrutar de la intimidad… También significa tener que afrontar muchos riesgos día a día y las barreras arquitectónicas a menudo conllevan dificultades añadidas e incrementan el estrés de las personas. También dificultan su localización por parte de los equipos de calle que les hacen seguimiento y sobre todo criminalizan y vulneran sus derechos a resguardarse y a sentirse protegidas", culmina la fundación catalana.

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