¿Y si una cámara analógica fuese la excusa para reconectar con tu hija adolescente?

Las cámaras 'de toda la vida' son tendencia entre los jóvenes, creando un inesperado punto de encuentro con sus padres
Las cámaras con carrete vuelven a la vida
En la era de la inmediatez digital, donde los smartphones permiten hacer y borrar miles de fotos en segundos, sorprende ver a adolescentes y universitarios regresar a un hábito que permanecía olvidado en el fondo de algún armario: la fotografía analógica. El carrete de 35 mm, el clic del obturador, el ritual del revelado y los álbumes físicos se han convertido en tendencia entre las nuevas generaciones, creando un inesperado punto de encuentro con sus padres.

"Al final las fotos del móvil es algo que haces de manera automática, casi sin pensar. Las 'buenas' tienen otro tipo de valor, además de la calidad. Es algo que piensas cómo hacerla y quieres que salga bien, no hay oportunidades infinitas", explica Carlota, estudiante de 16 años. Para ella y muchos de sus compañeros que han crecido con la urgencia del smartphone en la mano, la fotografía analógica representa todo lo contrario: paciencia, sorpresa e incertidumbre sobre el resultado final. Porque la imperfección también es atractiva.
"Experimentar con la fotografía analógica, que no nos ofrece resultados que podamos calificar de inmediato y que requiere de la experiencia de la espera del revelado, favorece que nuestro cerebro perciba la importancia del proceso y de la reflexión. Ambas capacidades cognitivas necesarias para la vida adulta", nos subraya la psicóloga Mafo Plata.
Esos valores conectan con la experiencia de sus padres, que crecieron con los carretes de 24 y 36 fotos como única opción. Diana, de 50 años y madre de Carlota, nos cuenta que al principio fue escéptica con el interés de su hija: "El día que me pidió una cámara 'de las de toda la vida', no le hice mucho caso. Me parecía un arrebato adolescente de esos que en 48 horas se le ha pasado, pero no fue así. Decidí regalarle una de calidad intermedia , por si acaso, y fue un acierto. Se ha convertido en una afición para ella y el paso siguiente será regalarle un curso de fotografía".

De la nube al álbum
Mientras que las fotos digitales suelen acumularse en carpetas olvidadas del móvil, las imágenes analógicas invitan a ser impresas y conservadas: rescatan la materialidad de la memoria. Revelar la fotos, elegir cuáles imprimir y llevarlas a un álbum se convierte en un ritual compartido que refuerza la memoria colectiva y permite a padres e hijos construir recuerdos físicos compartidos.
La psicóloga recuerda que "el vínculo entre padres e hijos no es una circunstancia estática sino dinámica, está viva y cambia con los ciclos vitales, y por lo tanto requiere nutrición y cuidados, como cualquier organismo vivo. Pasar tiempo con los hijos adecuándonos a sus intereses y a su edad hace que la vinculación se fortalezca y sea un espacio de seguridad para las dos partes". Y qué mejor manera de que los padres conecten con los jóvenes que una afición como la fotografía analógica, que los primeros vivieron como parte natural de su juventud.

Para algunos, esta práctica va más allá de la moda. Es la posibilidad de recuperar un tiempo compartido. Un padre puede enseñar a su hijo cómo cargar un carrete, cómo medir la luz o qué significaba ir juntos al laboratorio fotográfico. Estos gestos, más allá de lo técnico, abren espacios de diálogo y complicidad intergeneracional. "Cuando mi hija y yo sacamos fotos analógicas siento que volvemos a hablar de otra manera. No es solo la cámara, es el proceso, la espera, el momento en que vemos las fotos juntos. Eso no lo reemplaza ninguna red social”, confiesa Sergio, de 51 años.
"El juego y la creatividad son las características evolutivas más destacadas de nuestra especie. Hacen parte de la conexión social y generan sentido de seguridad y de pertenencia. Ser partícipes de estas características con las personas que amamos es fundamental para el desarrollo de vínculos sanos y seguros", agrega Mafo Plata.
Un renovado interés por lo tangible
Que la película fotográfica convencional se está abriendo paso de nuevo no es un fenómeno sustentado en la mera nostalgia, sino que está respaldado por datos de mercado, empresas que han adaptado su oferta y laboratorios que habían cerrado y han vuelto a abrir. El sector fotográfico en España factura alrededor de 800 a 1.000 millones de euros en equipos y servicios profesionales anualmente, y da empleo a más de 11.000 personas, según datos de Empresas Unidas del Sector de la Fotografía (Eufoto). Kodak y Fuji, que siguieron apostando por la fotografía analógica en la era del 'apunta y dispara' con tu móvil, han visto cómo ha aumentado la demanda, e incluso ha habido en ciertos momentos desabastecimiento de carretes.

Existe un verdadero interés de las generaciones más jóvenes por lo tangible. Varios estudios indican que es la Generación Z la que está liderando la adopción del uso ocasional o regular de películas fotográficas. Las cámaras instantáneas se han convertido en un producto muy demandado para uso personal, eventos sociales o como objeto estético. "Ahora nos llevamos la cámara a todos los eventos, concierto y fiestas. Al principio éramos las frikis, ahora todos quieren tener su foto revelada", nos cuenta Carlota.
La fotografía analógica, entonces, no viene a competir con la digital, sino que ofrece otra forma de mirar y recordar. Y en el camino se convierte en un inesperado puente generacional: un lugar donde padres e hijos encuentran terreno común en la captura de momentos de un viaje compartido.
