El alucinante viaje en bicicleta del doctor Hoffmann y el LSD

  • Hace 82 que se sintetizó el LSD en la farmacéutica Sandoz de Basilea (Suiza)

  • Al principio, los derivados del ácido lisérgico se emplearon en los partos

  • Durante años fue una sustancia olvidada hasta que se redescubrió como droga en los años 60

Albert Hoffmann fue un químico suizo que en 1943 realizó uno de los viajes en bicicleta más alucinantes y psicodélicos de la historia. El punto de partida de la travesía tuvo lugar cinco años antes, el 16 de noviembre de 1938. Aquel día Albert Hoffmann sintetizó por primera vez el LSD (dietilamida de ácido lisérgico), una poderosa sustancia química alucinógena con capacidad para alterar la mente y provocar daños como insomnio, inapetencia, temblores y sudoración, aumento en el ritmo cardíaco, la presión sanguínea, la frecuencia respiratoria y la temperatura corporal o problemas mentales que incluyen ansiedad, depresión y esquizofrenia.

En la década de los 50, la sustancia atrajo la atención de algunos investigadores por su interés potencial para tratar enfermedades mentales, esto hizo correr la voz sobre las propiedades del LSD para alterar la mente y con llegada de la década de los 60 muchas estrellas de rock y personajes de la contracultura lo adoptaron como droga habitual. En 1962, una nueva legislación tipificó al LSD como droga experimental y en 1966 el estado de California prohibió su venta, pero no sirvió de nada. El barrio Haight-Ashbury de San Francisco, cuna del movimiento bohemio e idealista hippie de finales de los 60, se convirtió en el supermercado del LSD en EEUU. La fama y el consumo de la droga fue imparable.

Todo empezó en la tranquila Basilea

Toda historia tiene un principio, y esta empezó cuando Hoffman trabajaba para los laboratorios Sandoz de Basilea donde buscaba nuevos compuestos activos con actividad farmacológica combinando el ácido lisérgico. Unos años antes, a través de la disociación química, W. A. Jacobs y L. C. Craig, del Rockefeller Institute de Nueva York, habían logrado aislar y caracterizar el ácido lisérgico como el componente fundamental común a todos los alcaloides del hongo Claviceps purpurea, conocido popularmente como cornezuelo del centeno o ergot.

Los alcaloides del ergot son derivados de la molécula del ácido lisérgico y, por lo tanto, algunas alucinaciones provocadas por el cornezuelo de centeno pueden ser similares a las experimentadas después de la ingestión de la dietilamida del ácido lisérgico (LSD), especialmente las relacionadas con las percepciones de colores brillantes, alucinaciones, cambios en el espacio y ataques de animales o seres extraños y peligrosos. La ingesta accidental de cornezuelo provoca convulsiones que en siglos pasados fueron relacionadas con prácticas de brujas y posesiones diabólicas.

Cuando el LSD-25 fue desterrado

Hoffman empleó la síntesis química combinando el ácido lisérgico con otros compuestos para obtener nuevas sustancias con propiedades farmacológicas útiles. De esta forma, consiguió mejorar uno de los alcaloides del cornezuelo que fue comercializado con el nombre de Methergin. Fue muy valioso como inductor o acelerador del parto y sirvió para contener o detener hemorragias en el campo de la obstetricia.

Albert Hoffmann había emprendido un camino, pero desconocía a que destino conducía. El químico continuó trasteando con reacciones y compuestos esperando obtener nuevos productos con propiedades farmacológicas interesantes. En esas andaba Hoffmann cuando en uno de los experimentos obtuvo un derivado sintético del ácido lisérgico al que denominó sustancia número 25 o LSD-25. Al probar el LSD-25 en la sección farmacológica de Sandoz, dirigida por el profesor Ernst Rothlin, se comprobó un fuerte efecto sobre el útero, pero inferior al de otras sustancias conocidas por lo que no despertó un interés especial.

Hoffman estaba inquieto, no podía olvidar al LSD-25 y una idea, susurrante al principio, comenzó a levantar la voz en la cabeza del científico.

Hoffman siguió experimentando con el LSD

Durante cinco años el LSD-25 fue desterrado al olvido mientras Hoffman continuaba trabajando con otros alcaloides del cornezuelo de centeno. Pasados unos años, algo cambió, Hoffman estaba inquieto, no podía olvidar al LSD-25 y una idea, susurrante al principio, comenzó a levantar la voz en la cabeza del científico. Quizás era solo un extraño y anodino presentimiento, pero fue lo suficientemente contundente para que Hoffmann estuviera decidido y motivado a producir de nuevo el LSD-25.

En la primavera de 1943 repitió la síntesis del LSD–25 obteniendo unas décimas de gramo del compuesto. En la fase final de la síntesis, al purificar y cristalizar la diamida del ácido lisérgico, Hoffmann se sintió perturbado. El viernes 16 de abril de 1943, interrumpió a media tarde el trabajo en el laboratorio y se marchó a casa al ser asaltado por una extraña intranquilidad acompañada de una ligera sensación de mareo.

Ya en casa, cayó en un ligero estado de embriaguez. Al poco y sin cesar, penetraron en su mente unas imágenes fantásticas de una plasticidad extraordinaria y con un juego de colores intenso, caleidoscópico. A las dos horas todo desapareció.

Hoffmann sospechó de una acción tóxica externa por alguno de sus compuestos. Caviló profundamente sobre el asunto y finalmente supuso que la responsable era la sustancia con la que había estado trabajando, el tartrato de la dietilamida del ácido lisérgico. ¿Cómo había reabsorbido su cuerpo la sustancia? Ante la duda, decidió realizar un autoensayo con el compuesto.

El viaje 'flipante' de Hoffmann

El día elegido fue el lunes 19 de abril de 1943. Empezó a las 16:20 horas con una pequeña toma de 0,5 cm3 de una solución acuosa al 1/2 por mil de solución de tartrato de dietilamida peroral disuelta en unos 10 cm3 de agua insípida. A las 17:00 horas comenzó la función. El espectáculo venía completito. Inicio de mareo, sensación de miedo, perturbaciones en la visión y parálisis con risa compulsiva.

Decidió volver a casa en bicicleta acompañado de su asistente. Fue un recorrido único, casi inenarrable. Desde las 18:00 horas hasta las 20:00 horas tuvo un 'viaje flipante' en todos los sentidos. Hoffmann mencionó que todo se tambaleaba en su campo visual que sentía distorsionado como en un espejo alabeado. La bicicleta parecía no avanzar, pero el asistente aseguró que viajaron muy rápido. Contra pronóstico, llegó a casa sano y salvo. Pidió al acompañante que llamara al médico de cabecera y que solicitara leche a los vecinos. Hoffmann estaba embriagado, pero por momentos mostraba lucidez, quería la leche como desintoxicante no específico. El mareo y la sensación de desmayo lo postraron en el sofá.

Las alucinaciones del doctor

Había querido llegar a su casa para sentirse tranquilo y seguro, pero una vez allí, el entorno giraba y mostraba formas grotescas y generalmente amenazadoras. La vecina que le trajo la leche (bebió más de 2 litros) parecía una bruja malvada y artera con una mueca de colores. Todo era inusual, estaba atrapado en un mundo desconocido y se notó endemoniado, con los sentidos y el alma perdidos. No pudo evitarlo y gritó para liberarse. No funcionó y volvió a hundirse impotente en el sofá. La sustancia había vencido haciendo escarnio de su voluntad. Estaba aterrado, enloquecido e incluso pensó que muerto y en tránsito a otro lugar, mientras se observaba a sí mismo de forma extracorpórea.

Los colores y las formas jugueteaban en la cabeza de Hoffman entremezclando percepciones acústicas y ópticas.

Cuando llegó el médico Hoffmann había superado el punto más alto de la crisis. El pulso, la presión sanguínea y la respiración eran normales. El médico meneó desconcertado la cabeza. Con lentitud Hoffman volvió de un mundo absolutamente extraño a la realidad cotidiana familiar. Los colores y las formas jugueteaban en la cabeza de Hoffman entremezclando percepciones acústicas y ópticas. La esposa del químico, de viaje a Lucerna, regresó alertada por un presunto colapso de su marido. Cuando llegó, Hoffmann estaba recuperado.

A la mañana siguiente una sensación de bienestar y de nueva vida recorría a Hoffman, el autoensayo había funcionado, mostrando que el LSD-25 era una sustancia psicoactiva con propiedades extraordinarias. El propio profesor Rothlin y dos de sus colaboradores fueron los primeros en repetir el autoensayo, aunque sólo con un tercio de la dosis que Hoffman empleó. Aun con cantidades pequeñas, los efectos del LSD quedaron corroboradas.

Y así, casi de casualidad, con un viaje en bicicleta y en medio de un mundo en guerra, fue como empezó la historia de una de las drogas ilegales de uso recreativo más populares del mundo. Su descubridor y primer catador murió a los 102 años en 2008.