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Los Goonies vuelven al cine por sus 40 años: por qué sigue siendo la aventura más querida para toda una generación

Los Goonies, el clásico juvenil de los 80 definitivo. Uppers
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"¡Los Goonies nunca dicen muerto!". Si creciste en los años 80 no necesitas que nadie te recuerde que tú también hiciste tuyo el grito de guerra de Mikey, Brand, Data, Gordi, Bocazas, Andy, Stef y Sloth. Porque 'Los Goonies' no fue solo una película, fue un rito de paso para una generación que aprendió a descifrar mapas del tesoro en servilletas, a encontrar el mayor de los misterios en un viejo cobertizo y a creer que un grupo de amigos unidos podía ser una fuerza imparable. Cuarenta años después, el clásico de aventuras juvenil más querido vuelve a las salas de cine españolas en versión remasterizada y durante un solo fin semana.

La película dirigida por Richard Donner y producida por Steven Spielberg nació con voluntad de reventar taquillas, es cierto, pero probablemente nadie pensaba en 1985 que iba a dejar una huella tan perdurable en la cultura popular. Durante todas estas décadas ha conservado su vigencia en la memoria colectiva, sigue generando un culto que se manifiesta en camisetas, tazas o muñecos, y su espíritu está descaradamente presente en producciones contemporáneas como 'Stranger Things' o 'It: Bienvenidos a Derry'.

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Código emocional compartido

Pero ¿por qué esta película, más que ningún otro título de los 80 (y mira que los hay míticos), es capaz de activar las teclas de nuestra nostalgia de forma tan efectiva? Quizás porque para quienes éramos niños entonces la película nos hablaba directamente en un lenguaje cercano que reconocíamos perfectamente: la bicicleta como vehículo universal, las tardes sin supervisión, los veranos que parecían durar años, los amigos que creíamos que serían para siempre.

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Y en una época en la que numerosos títulos estaban protagonizados por niños o adolescentes, la pandilla ideada por Chris Columbus conectó con nosotros por encima de todas las demás. Todos nos enamoramos de la timidez heroica de Mikey, de los inventos imprevisibles de Data, del torpe entusiasmo de Gordi y, por supuesto, del inolvidable Sloth.

Los sueños y vulnerabilidades de los Goonies se sentían auténticos, y su aventura nos convenció de que la amistad era el mejor antídoto contra los peligros del complejo mundo de los adultos. Que el miedo siempre podía superarse si estábamos unidos. Querías quedarte con ellos toda la vida.

Vista hoy, 'Los Goonies' también guarda un mensaje que quizá entonces no verbalizábamos, pero que ahora adquiere una relevancia inesperada: la defensa del barrio frente a la especulación. Aquellos chicos luchaban por algo más que el tesoro de Willy el Tuerto; luchaban por su hogar, por la identidad compartida de una comunidad amenazada por intereses oscuros. ¿Nos suena de algo? La presión inmobiliaria, la gentrificación y la pérdida de tejido vecinal son villanos mucho más chungos que cualquier Fratelli de tres al cuarto.

El eco generacional

La generación que vio 'Los Goonies' en salas de cine, en VHS gastados o en pases televisivos ha transmitido ese espíritu a las siguientes, porque la película no solo sigue entreteniendo endemoniadamente, sino que deja un modelo de valores (lealtad, unión, ingenio, rebeldía sana) que merece la pena difundir. Y sí, que nunca, jamás, llegara una secuela con la que siempre se especuló también ha contribuido a engrandecer el mito.

Hoy cuando volvemos a 'Los Goonies' no buscamos evaluar su técnica cinematográfica, ni admirar la riqueza de tal plano o cual encuadre. No va de eso. Lo hacemos para reencontrarnos con esa versión nuestra que aún cree que las casas abandonadas esconden secretos maravillosos, que los adultos no siempre tienen razón y que pertenecer a una pandilla puede ser lo más grande que te pase en la vida.