Manuel Vilas: "En España hemos perdido la cordialidad"

  • 'Alegría', la novela con la que ha sido finalista del Premio Planeta, es una continuación de 'Ordesa', el fenómeno literario de 2018

  • Manuel Vilas reclama a la sociedad española "más tolerancia y sentido del humor"

Dice Manuel Vilas que estar tres días sin escribir le afecta el ánimo, y con los acontecimientos del último mes, escribir, lo que él entiende por esta tarea, no ha debido de ser muy fructífero. Ahora, como todo buen artista, se debe a su público, porque no dejan de lloverle premios. Acaba de llegar de París, donde ha recogido uno de los más prestigiosos de la literatura europea, el Fémina, y en medio, la prensa y sus lectores tienen ganas de saber más sobre Alegría, el libro finalista del Premio Planeta, que acaba de llegar a las librerías. "Es una continuación de mi novela anterior que se puede leer de manera independiente, pero la atmósfera, el mundo interior del personaje principal es el mismo. Una indagación, una mirada sobre la vida, los sentimientos y la familia".

La novela a la que se refiere es Ordesa (Alfaguara), uno de los fenómenos literarios de 2018. 100.000 ejemplares vendidos en España de una obra en la que este autor se enfrentó, de forma valiente y honesta, a los fantasmas de su pasado, a sus fracasos y errores, además de hurgar en las heridas históricas que marcaron y siguen marcando este país. "En España tenemos una asignatura pendiente, tenemos un problema con la verdad tanto a nivel familiar, como político y social. Ya llevamos 40 años de democracia y la verdad no es algo dramático, debemos convivir con ella de manera serena. Es lo más interesante de la literatura y la conclusión a la que llega también el narrador de Alegría.

España se está precipitando en un abismo de gestos de enemistad, de actitudes acres, de malas palabras, de falta de educación"

Pregunta. Alegría, ¿reivindica este sentimiento en el título porque carecemos de él?

Respuesta. Sí, y es el sentimiento más importante que hay, el más poderoso, primitivo y atávico, el que nos hace sentir vivos. Me pareció más importante para el título que el sentimiento de felicidad que ahora está muy de moda. Hay una urgencia social por ser feliz. En cambio la alegría me parece de naturaleza superior. Mi personaje la busca en cada acto de su vida, frente a su antagonista, Arnold, que le está recordando continuamente que la alegría es imposible, que en el mundo hay tristeza, infelicidad y dolor. Que en el mundo hay adversidad y muerte.

Alegría (Planeta) vuelve a ser una novela de afirmación, una novela que acaba en el vitalismo, en una invitación a la vida, donde el rol de la familia tiene un papel relevante y la relación entre padres e hijos se convierte en materia literaria. "Para mí lo más importante es haber tenido un padre y una madre, esa es mi obsesión, el gran misterio de la vida humana, de la herencia. Quién nos trajo, por qué nos trajo y qué le debemos a quien nos trajo".

P. Su literatura le ha llevado a pasar largas temporadas fuera de España. ¿No hay nada mejor que tomar cierta distancia para ver claramente de lo que carece nuestro país?

R. De la cordialidad. Me preocupa la pérdida de la cordialidad en España, y no hay nada más revolucionario en un país … El hola ¿cómo estás?, el abrazo del que llega… España se está precipitando en un abismo de gestos de enemistad, de actitudes acres, de malas palabras, de falta de educación. Un país que pierde la cordialidad, pierde también la tolerancia.

P. ¿A qué cree que se debe?

R. El origen es la crisis económica, cuando se puso en riesgo la prosperidad de las clases medias. Ese dinamismo que ha habido en la historia de España de que los hijos iban a vivir mejor que los padres, lo que motivaba su sacrificio, se ha perdido. La clase media desmoralizada es la que empieza a revolucionarse, a sentirse mal… Y atacar a la clase media es atacar la democracia.

Venimos de un fracaso histórico brutal, de un fracaso de convivencia que fue la Guerra Civil, por eso tenemos que salvarnos de nuestras pasiones. Animo a la tolerancia"

P. "Los españoles no somos buena gente entre nosotros", decía precisamente en Ordesa, donde reflexionaba sobre la España cainita.

R. Venimos de un fracaso histórico brutal, de un fracaso de convivencia que fue la Guerra Civil, por eso tenemos que salvarnos de nuestras pasiones. Animo a la tolerancia. He vivido cuatro años en EE. UU que no son ejemplo de nada, pero tienen algo muy positivo que es la energía en el trabajo, conciben la vida como la construcción de cosas. Creo que la sociedad española en estos momentos está muy obsesionada con pensarse a sí misma y no está activada en la construcción de un futuro, en innovar, crear, inventar, ilusionarse...

P. Le veo muy pesimista con el presente. Recuerde que está presentando un libro que se llama Alegría.

R. En un país como este, que inventamos el humor moderno, a través de Cervantes, deberíamos desinflamar los problemas políticos con un poco de humor. Hay carencia de humor en los debates, que producen desazón y tristeza. En los ochenta teníamos a Alfonso Guerra que era casi un humorista. Pero, claro, para tener sentido del humor hay que haber leído un poco.

P. Entonces, ¿dónde nos refugiamos?

R. Cuando hay tanto problema de convivencia hay que recordar que existe la literatura, la cultura como lugar de cordialidad, de encuentro, donde se puede disentir y no pasa nada. En momentos de crisis es la salvación. Llévense a Tolstoi, a Proust, a Shakespeare a su casa. Una sociedad que lee es una sociedad más tranquila y serena…

Deberíamos desinflamar los problemas políticos con un poco de humor"

P. ¿Se lo proponemos a Cataluña?

R. La única solución que veo para Cataluña es la intervención divina y el advenimiento del Espíritu Santo (ríe).

Manuel Vila es poeta, narrador, cuentista, y si se hubiera alargado esta entrevista, lo convertiríamos en "el ideólogo del sentido común". Pocas veces una charla es tan gratificante y el talento del entrevistado tan abrumador.