Varios veinteañeros nos cuentan cómo fue su primer año en la universidad

  • El primer año de universidad no define en absoluto cómo nos va a ir el resto de la carrera

  • Puede que te sientas solo, perdido, desubicado en tu primer año fuera de casa, pero es normal

Para muchas personas, septiembre es el verdadero ‘año nuevo’ y no es para menos: comienzan las clases, muchos universitarios se independizan y cambian de ciudad, surgen nuevos propósitos y las vacaciones de verano llegan a su fin. Es un mes de cambios, sobre todo para aquellas personas que empiezan a estudiar en la universidad y tienen los nervios a flor de piel. Con la intención de tranquilizar a los novatos y arrojar un poco de claridad en su caos, hemos preguntado a varios veinteañeros sobre su primer año de carrera. No todo es de color rosa, pero sus experiencias pueden ser de gran utilidad para muchos.

Sandra (22 años)

Cuando empecé la universidad tuve que mudarme prácticamente a la otra punta de España porque fue el único sitio dónde logré entrar para acceder a la carrera que yo quería. Para que os hagáis una idea, yo soy de Palencia y estudié la carrera en Málaga. De por sí la mudanza fue caótica, pero cuando mis padres se volvieron a Palencia empezó mi mala racha.

Mucha gente me dijo que me equivoqué al mudarme a un piso tan lejos y que tenía que haberme metido en una residencia de estudiantes, pero eran demasiado caras y no me lo podía permitir. Me decían esto porque no conocía a nadie. Literalmente estaba sola en Málaga.

Tardé un poco en hacer amigos. Sí que conocí a gente simpática, pero no tenía ningún grupo de amigos íntimos como tal, y me sentía muy sola. Intentaba por todos los medios socializar así que iba a fiestas, me apuntaba a actividades y en clase siempre estaba con una sonrisa, pero a más me esforzaba peor iba todo. Fue muy duro y me planteé estudiar otra cosa, pero pensé que mi vocación valía más que cualquier rayada.

Cuando estaba ya acabando el curso empecé a intimar más con un grupo que eran entre ellos muy amigos y como que me acogieron. Me sentí más integrada y las cosas empezaron a mejorar.

Mi consejo para los nuevos universitarios es que no tiréis la toalla, aunque al principio sea duro. Lo importante es tener clara tu vocación y trabajar duro. El resto va llegando solo.

Luisfer (24 años)

Mi primer año de carrera fueron todo fiestas. En la universidad yo era el típico gracioso que estaba metido en todos los saraos, así que cada vez que había una fiesta sí o sí me invitaban y, por supuesto, yo iba.

Parece muy divertido y en el fondo lo fue, pero suspendí 3 asignaturas en el primer cuatrimestre y 4 en el segundo. Después estuve arrastrando asignaturas hasta que acabé la carrera, tardando 7 años en vez de 4, que es lo normal.

Todo tiene su cara buena y su cara mala, y yo prioricé el pasármelo bien en vez de estudiar. Creo que lo importante es encontrar un término medio, porque te lo puedes pasar muy bien y salir de fiesta sin desatender totalmente tus estudios.

Ariadna (23 años)

Cuando empecé la universidad estaba atacada de los nervios. Pensaba que no iba a conocer a nadie, que iba a ser demasiado difícil, que no tendría vida social y todas esas preocupaciones tontas que se te meten en la cabeza y a más intentas que se vayan, más fuerte resuenan.

En mi caso todo fue sobre ruedas. El día de presentación me senté al lado de una chica y empezamos a hablar. Después nos juntamos con otras dos chicas y fuimos a tomar algo. Ahora mismo son de mis mejores amigas, y durante el primer año de carrera fuimos inseparables.

Aprobé todas las asignaturas con muy buena nota y supe compatibilizar los estudios con mi vida social. Salía de fiesta, hacía deporte, estudiaba e iba a clase. Supongo que mi día a día era normal y no me puedo quejar. Tantas preocupaciones que tenía y al final todo salió perfectamente.

Miriam (21 años)

En mi caso, el primer año de carrera fue un poco duro porque no me gustaba lo que estaba haciendo. Empecé a estudiar magisterio, pero no me terminaba de llenar. Aun así, intenté terminar el año, pero cada día de clase, cada trabajo y cada examen eran una tortura para mí.

Acabé muy deprimida y con ansiedad. Lo que más me preocupaba era decírselo a mis padres y que se enfadasen, así que aguanté todo lo que pude. Esto me pasó factura, porque en uno de los exámenes del segundo cuatrimestre tuve una crisis de ansiedad y acabé en urgencias. Llamé a mis padres y les conté todo, y por suerte me apoyaron mucho.

Dejé la carrera y comencé a estudiar informática, que no tiene nada que ver con magisterio, pero me gustaba. Todo cambió drásticamente y empecé a ser feliz.

De mi experiencia aprendí que no tiene nada de malo equivocarse al elegir la carrera. Lo que no podemos hacer es obligarnos a terminar algo que no nos gusta sólo para complacer a los demás.